Claudia Freixa se acercó a Doria Aparicio, y dirigió la vista hacia lo que ella estaba mirando, pero sólo había visto las calles llenas de gente.
Agitó la mano delante de Doria.
—¿En qué estás pensando?
Doria se aturdió por un momento, y dejó de reflexionar, dijo lentamente,
—Nada.
Claudia añadió,
—¿Quién es aquella mujer? Nunca la he visto. ¿Para qué te encuentra?
—Es… la hermana de Abraham, ha venido para…
Doria no sabía cómo le contaba las cosas siguientes.
Afortunadamente, Claudia prestó toda su atención a la hermana de Abraham Valerio, y dijo sorprendida,
—¿La hermana de Abraham? Entonces es la señora de la familia Valerio, ¿por qué se ve tan pálida? Ni siquiera no hay guardaespaldas o niñeros que le acompañen.
Desde que Abraham se fue, Doria no había dado atención a la familia Valerio, pero suponía que llevaba una vida difícil.
Si no hubiera funcionado bien la empresa en el extranjero, la familia Valerio no habría podido sobrevivir en la ciudad Sur.
—Vas a salir, ¿no? Pues vete, si no, anochecerá pronto.
Doria meneó la cabeza.
—No, no me voy.
Era que últimamente había llevado una vida tan cómoda que olvidó lo que había pasado.
De todos modos, había tantas personas que no querían que el bebé en su vientre naciera, no solo Iris Valerio, sino también Aitana Santángel, Agustina Secada, e incluso…
No había nadie que esperara que saliera a luz el bebé.
Ya que era así, ¿cómo podía sobrevivir el bebé bajo tal situación?
Doria suspiró levemente, y volvió a la oficina, sentándose tranquilamente.
Afuera, caía la noche poco a poco.
No se sabía cuánto tiempo había pasado, el sonido del móvil sobre la mesa despertó a Doria.
Al mirar el número en la pantalla, enseguida la inquietud se volvió venir a la cabeza.
Colgó el teléfono sin ninguna vacilación, y añadió el número del gilipollas a la lista negra.
Al mismo tiempo, Édgar Santángel, lejos en Italia, estaba escuchando el tono ocupado sistemático. Cuando volvió a llamarla, ya no pudo conectarse.
Se volvió a mirar a Vicente Laguna, y dijo sin expresión facial,
—¿Esto es la solución que dices?
Vicente dijo con una risa seca,
—Señor Édgar… Un lado pierde y el otro gana. Es normal que la señora se enfade contigo después de recordarse los pasados de nuevo. Cuando te vuelvas, se habrá calmado, y sólo tienes que complacerla después.
Con los labios cerrados, Édgar se veía muy impaciente por su cara.
Vicente no pudo evitar tragarse, y se retiró un paso para mantener una distancia segura con él.
Édgar tiró el móvil al sofá al azar.
—Vete.
—Sí.copy right hot novel pub