Llegó el momento de vengar.
Aitor se rio despreciado.
Dejaría que aquellos quien le había dañado a Valeria, se arrodillaran uno por uno en el suelo rezando por el perdón, ¡y definitivamente pagaran con sangre por sus hechos!
Valeria tenía el sueño pesado en el coche, así que Aitor no podía soportar interrumpirla.
Jacobo dijo:
—Presidente, ya llegamos a casa, ¿hace falta despertar a la Sra. Valeria?
—No, la abrazo. Empuja adentro la silla de ruedas, de todos modos, estamos en el garaje de casa, nadie verá que puedo caminar.
—Sí.
Por lo tanto, Aitor bajó del coche y entró por la puerta de casa sosteniéndola.
Jacobo seguía detrás de ellos, empujando la silla vacía.
Aitor regresó al dormitorio a Valeria durmiente para que descansara bien.
Ella se veía muy cansada, y dormida profundamente, lo que podía imaginarse que ella había llevado este día extraordinariamente duro e incómodo.
Aitor le tocó con cariño la frente, la arropó y luego se fue del cuarto.
Vino con Jacobo al garaje subterráneo junto a casa.
Se atrapó aquí el hombre concerniente a lo que había pasado hacía dos años, atado de pies y manos, quien se ponía en cuclillas en el suelo de manera tímida y con un aspecto de bandido, que a vistazo no era alguien decente.
Aitor movió su silla de ruedas lentamente acercando, detuvo frente a él y le interrogó con voz fría:
—Dinos ¿qué hiciste antes de dos años?
El hombre bandido giró sus ojos y pidió la clemencia complacidamente.
—Sin duda usted es un gran jefe, lo que sucedió hace dos años, ¿quién todavía lo recuerda? No hice nada…
Aitor lanzó una risa fría en vez de hablar, solo pasó despacio por el hombre ante él la mirada tan helada como un cuchillo.
Pesa a que no dijera nada, ese hombre se limitó a sentir que se enfriaba todo el cuerpo y no pudo evitar comenzar a temblarse.
Jacobo lo pateó fuerte y dijo:
—¡No intentes engañarnos! Ya lo averiguamos todo, ¡mejor que te apresures a explicarlo claro! Si no, ¡te dejaremos probar el sabor infernal!
El hombre vio la actitud de los dos, sabía que no eran cualquieras, si no los confesaba, se temía que pasara los días posteriores muy difíciles. La gente rica como ellos poseía de un montón de dinero y medidas, sería imposible que él pudiera lidiar con ellos.
Finalmente dijo suplicando:
—Señores, estaba equivocado, se lo diré todo. Responderé cualquiera pregunta que hagan ustedes.
Jacobo se agachó y le miraba los ojos.copy right hot novel pub