Si la niña de Bárbara seguía viva, ¿por qué no Bárbara la buscó durante tantos años, y por qué Bárbara había preferido no recibir el tratamiento, antes que dejar a Valeria buscar a su propia hija?
Cuando estaba en la sala, estaba tan concentrada en averiguar dónde estaba la hija de Bárbara para poder operarla cuanto antes. Se había olvidado de preguntarle a Bárbara de quién era hija.
Perdida en sus propios pensamientos, Valeria no se dio cuenta de que, sin saberlo, había salido del hospital y se había metido en la acera de enfrente, sin mirar la carretera ni fijarse en el semáforo en rojo, Valeria caminó de frente con la cabeza baja.
Un fuerte toque de bocina y el sonido de los frenos sacaron a Valeria de sus pensamientos. En cuanto levantó la vista, un sudor frío recorrió a la espalda de Valeria cuando un coche se detuvo justo delante de ella.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¿Estás ciega o qué? —el conductor sacó la cabeza por la ventanilla y le gritó a Valeria.
—Lo siento, lo siento mucho... —reaccionó Valeria, disculpándose repetidamente y retirándose apresuradamente a un lado de la carretera.
—¡Mira por dónde has caminado a partir de ahora! —lanzando otra frase airada antes de que el conductor se marchara.
Dando palmaditas en el pecho, sorprendida, Valeria agradeció no haber sido golpeada. Fue entonces cuando Valeria recordó de repente algo y su rostro palideció de miedo.
«¡El bebé! ¿Cómo puedo olvidar que ahora estoy embarazada?»
Cubriéndose nerviosamente la barriga, Valeria se regañó mentalmente por cómo podía ser tan descuidada y que era una mala madre.
Como no se atrevía a seguir deambulando por las calles, Valeria llamar a un taxi y le dio al conductor la dirección de su casa.
Al llegar a casa, Valeria se sentía agotada tanto física como mentalmente. Tirándose en el sofá, Valeria cerró los ojos y repasó los acontecimientos del día, sintiendo que toda su cabeza estaba revuelta y con pánico a qué hacer.
Sacudiendo la cabeza, Valeria abrió los ojos y miró sin querer el maletín de Aitor que estaba en el sofá.
«¿Aitor ha vuelto?»
Al girar la cabeza, Valeria vio que, efectivamente, el abrigo de Aitor estaba colgado en el perchero. Se puso más aliviada, Valeria se levantó y subió a toda prisa al estudio.
Al llegar a la puerta del estudio, Valeria vio a Aitor sentado en su escritorio mirando papeles.
Nada más ver a Aitor, las lágrimas cayeron de los ojos de Valeria. Hoy habían pasado muchas cosas, y ahora que veía a Aitor, su corazón por fin podía tranquilizarse un poco.copy right hot novel pub