El domingo tenía pensado pasarlo tranquila en casa, repasando cada momento de la noche anterior, cuando conocí a Alaric, o como a mi me gusta llamarlo, el Dios griego, en cambio, tengo que ir a la oficina. Siempre ocurre algo, algún imprevisto.
Podría no coger el teléfono, pero soy una de las favoritas del jefazo y ya mismo es su jubilación. Sería la mujer más joven en dirigir un bufet de abogados en Nueva York. Tiene un hijo, pero por lo que he podido escuchar tiene sus propios negocios y pasa de los del padre. Y eso me viene genial.
Abro el armario para elegir la ropa que me voy a poner, una falda negra de tubo, una camisa blanca vaporosa y unos tacones, hasta que llegue a la oficina llevaré mis tenis blancos súper cómodos. Miro mi reflejo en el espejo, el pelo es una lucha diaria. Me imagino a un León recién levantado con toda su melena despeinada, pues así soy yo. Mi pelo es rubio, pero es muy rizado, una melena llena de volumen, que un sábado por la noche está genial, pero en un juicio pues no tanto.
Me lo mojo y lo peino con el cepillo. Me hago un moño para que no se noten los rizos, y ya estoy lista para trabajar un domingo por la mañana. Que asco de vida.
Caminando entre las calles llenas de gente y sus imponentes edificios, suena mi teléfono. No reconozco el número, aun así descuelgo, podría ser cualquieracualquiera; un compañero, un cliente. Desde que trabajo en Lawyer's Lyon mi teléfono está disponible veinticuatro horas los siete días de la semana.
- Eda Blake, dígame - Contesto.
Tengo que cruzar la calle, al bajar el escalón no me doy cuenta de que hay un charco y meto el pie dentro. La zapatilla está empapada, mis medias también.
- Joder - Susurro estirando el pie para quitarle todo el agua que pueda.
- Hola Eda, Soy Alaric ¿Estás bien?
El Dios griego me está llamando. Me olvido del zapato, del barro. Estaba completamente segura de que no volvería a saber de él. Cumplía todos los requisitos del buenorro si te he visto no me acuerdo.
- ¿Alaric?
- ¿No te acuerdas de mi? - Ahora parece algo mosqueado.
Puede que a los tíos les atraiga que le machaques el ego. En eso soy especialista y en ser torpe, también se me da genial.
- ¡Ah! Alaric, si, si, perdona. Que sorpresa tu llamada.
Sigo caminando esquivando a las personas que van en sentido contrario. Mis amigas se quejan del tráfico, pero intentar ir al trabajo andando en hora punta también es un trabajo de titanes.
- Tenía que comprobar que la tarjeta que dejaste era real, como desapareciste en mitad de la noche - Suelta riendo - Te apetece que quedemos para comer.
Me encantaría quedar para comer o para comerte o para mirar una pared blanca contigo a mi lado.
- Me gustaría mucho, pero voy corriendo a trabajar y creo que terminaré tarde.
También puedo llamar a mi jefe y ponerle una excusa, y hasta aquí habría llegado mi carrera en el mundo de la abogacía. Por más bueno que esté este hombre, no puedo anteponerlo.
- Vaya... Una lástima, tenía planes interesantes.
- Podemos cenar si quieres - Contesto rápido. Me tapo la boca, acabo de parecer un poco desesperada.
Cierro los ojos avergonzada. Planes interesantes, espero que sea una noche de sexo.
Como respuesta una risa baja al otro lado del teléfono. Es tan sexy todo lo que hace, cualquier sonido saliendo de sus labios suena a sexo.
- Bien, dime la dirección y te recojo ¿a las nueve te viene bien?
- Perfecto. Nos vemos.
Antes de decir alguna estupidez más, cuelgo el teléfono.copy right hot novel pub