Su lugar favorito era la espesura del bosque, donde la soledad era más profunda y el silencio rotundo. Rodeada de las bestias salvajes que se simulaban a su alma atribulada, sabor amargo del odio.
Con una vara enredó su larga cabellera de rulos castaños/verdes, necesitaba que la piel de su cuello respirara, así como su nariz inhalaba.
Mañana de Tebet, de nuevo el invierno se había escapado de su tierra y debía imaginar lo que una nevada así podía significar. Calor aun de invierno, frío solo del viento, soplos de dirección indefinida, diferentes caminos de una brisa.
Lamió su dedo apuntándolo al cielo, debía saber hacia dónde se dirigían las ráfagas y de esa manera poder controlar la trayectoria de sus flechas. Matar el tiempo, entrenar, ser salvaje e intentar producir en su mente un pensamiento.
¿Cómo era posible? ¿Por qué al ver en sus adentros solo visualizaba un manto blanco?
Sin recuerdos, solo instinto. Lo único que lograba saber era la razón por la que su corazón latía, fuerza de venganza pura en cada latido; pero ella seguía estancada allí, sin saber que hacer o a dónde dirigirse.
Su presente se hallaba desolado, aun con la compañía de un par de audaces compañeros su alma se hallaba en plena soledad. No sabía quiénes eran ellos, aun parecían ser desconocidos; para el mundo ellos eran sus “amigos”.
¿Qué era tener un amigo? ¿Realmente debía sentir algo por ellos?
Ante los ojos de una princesa marginada y orgullosa no eran más que un guerrero y una servidora. Ellos no eran nada para ella, no tenía sentido y la amistad no existía. No en su mundo, al menos no en su cabeza.
Giró en el mismo lugar mirando a su alrededor, buscando algo que cazar o alguien quien lastimar.
Kenia y Adkins la vigilaban a lo lejos, ella acostumbraba a intentar escapar de ellos; sin embargo, no lograba librarse de aquellos chicos tanto como a ella le gustaría. Fuera a dónde fuera, siempre la encontraban, eran demasiado ágiles para ser simples Ingenéticos, siquiera sospechaba que resultaban ser mucho más de lo que decían ser.
Ellos comían frutos del bosque, Kenia sentada en el pasto mientras Adkins estaba más que apoyado en un árbol, cómodo, abusando de las provisiones de Kenia; aunque ella disfrutaba de manera particular estar a su lado, en ciertos momentos podía tornarse ligeramente fastidioso; no obstante, aquel no era el caso en el momento.
Un ciervo corría libre por el bosque, eso activó el instinto cazador desarrollado de Ópalo, quien no dudó en lanzar contra aquella inocente criatura una flecha y así herirla. Eso hizo que el Banshee interior de Kenia se evidenciara para sí misma, buscando consumir el alma de aquella pobre criatura; odiaba que eso sucediera, no era justo para nadie que los resentimientos de Ópalo cobraran precios tan altos en personas o animales inocentes, no era agradable alimentarse de almas que no debían morir aún.
―No otra vez ―se quejó intentando resistirse a su poder, debía ser más fuerte que ello.
― ¿Lo hizo de nuevo? ¿Ahora qué? ―preguntó Adkins, sabiendo lo que sucedía, no era raro que Ópalo se desahogara de aquella forma.
―Un animal, un ciervo ―respondió ella.
―Al menos no fue una persona ―dijo Adkins para luego llenar su boca con vayas, Kenia lo miró fijamente, retándolo con la mirada. Fuera lo que fuera, era una vida que no quería consumir. Él pudo leer su mente, saber todo lo que pasaba por su mente en aquel momento mientras lo miraba de aquella manera asesina―. Vamos, lo salvaremos. ―Se puso de pie y estiró la mano en dirección a Kenia, su chica de la muerte y la vida.
Ella sonrió, eso era justo lo que quería.
Caminaron en dirección a Paola, ella no tardó en escucharlos venir, los miró y bufó, no había notado que estaba en su compañía y no le extrañaba que ya estuvieran allí.copy right hot novel pub