Entre barrotes su hermoso rostro se asomaba, podía ser predecible, era una princesa, un supuesto ser mágico. Más que ser una dama verde, ella era diferente, quizá, mucho más de lo que a cualquiera podía gustarle.
Su mirada fija se pegaba en la luna llena de aquella noche mientras un aire helado balanceaba su cabello de rizos color castaño y reflejos verdes. Respirando la nostalgia de un día más que había muerto.
Nada parecía estar mal en ella, entonces… ¿Qué hacía allí?
Fue la pregunta que todos nos hicimos alguna vez.
Sus labios se arquearon en una sonrisa pretenciosa, para mí que la conocía sabía que aquello significaba mucho más que un pequeño gesto, todo era un vasto deseo de venganza que podía acompañar a cada una de sus expresiones.
Sus dedos volvieron a tocar la punta de la flecha, con aquella piedra de esmeril, rosándola, afilándola; la yema de su dedo índice sintió su punta y una gota pequeña de sangre se evidenció; sin embargo, rió silenciosamente con satisfacción, era justo como le gustaban; así la dejó caer en aquel recipiente lleno de líquido venenoso, lista entonces para ser un arma mortal.
Podía que no tuviera ningún poder correspondiente a su raza; pero ella había aprendido a ser peligrosa sin necesitarlo. Sus propias manos y cuerpo estaban listos para derrotar a todo aquello que estuviese de pie en su presencia.
Dejó su espacio junto a la ventana y se levantó de aquel banco de madera, tomando una flecha no envenenada, recogió su largo vestido al caminar: rojo, largo, bordado en hilo dorado, lanzándolo de lado para así poder caminar con libertad. Estaba lejos de casa; pero dentro del refugio seguía vistiéndose como una delicada dama del imperio; llevando aun así la corona rodeando su cabeza, dejándole claro a todos allí que no era una huérfana más, sino, nuestra dueña; pero sintiéndose como una más de nosotros: rechazada, despreciada, odiada, marginada, humillada.
Sabíamos por qué estábamos allí, ella no lo desconocía, ni mucho menos. Ella era el ejemplo de vergüenza de sus padres, una dama verde de la realeza sin poder alguno, nada podía avergonzarlos más que una descendiente impura; después de la fecha máxima de conversión la decisión fue tomada, jamás sería bienvenida en el reino si no se transformaba en lo que debía ser.
¿Acaso podía ser la primera heredera ingenética? ¡No! Jamás sería así. La familia real no podía tener bajas, mucho menos debilidades. ¿Qué podría hacer aquella pequeña e inútil delicada princesa por el reino?
No era útil, no era más que una simple vergüenza y miseria. No debía de haber existido jamás, fue entonces cuando debió desaparecer de la vista pública y volverse alguien más; pero no alguien simple, no otra persona más.
Ella no nació para la resignación, ni para el exilio, mucho menos para ser inútil. Su familia podría creer cualquier cosa, pero una chica mala y marginada siempre se encargaría de resurgir de dónde el mundo intentaba olvidarla; puede que no en la misma piel, bajo el mismo rostro o conocido nombre. Siquiera como una princesa y mucho menos como una persona deseada.
Aunque estuviéramos en otra dimensión, el deseo de venganza se sentía igual en cualquier mundo, cualquier tierra o familia, jamás cambiaría. Tarde o temprano los responsables de que ella hubiera terminado allí pagarían, nadie quedaría exento de castigo. Por lo tanto, ella demostraría su punto, podía ser humana y, aun así, mucho más fuerte y peligrosa que el resto de nosotros.
Sin miedo, sin compasión, recorrería aquella tierra haciéndola suya de una manera completamente inesperada y, quizá, incorrecta. Su nuevo yo se alzaría sobre todas las creencias, sobre todo lo posible y aceptado. Ya nada importaba, debía terminar con ellos como si del enemigo se tratara.
En este punto ya nada podía importar más que cobrar viejas deudas, la traición cobraba un precio muy alto y difícil de saldar, muchos pagarían por ello hasta que no quedara absolutamente nada. Ni vida, ni sangre, ni poderes, siquiera un perdón. No habría retroceso al pasado, la hora se acercaba y ya era demasiado tarde para arrepentimientos, incluso para mí, solo una servidora; sin embargo, esta era nuestra causa, esta era nuestra batalla, el imperio y las consecuencias de las acciones de nuestros padres.
Quizá cuando llegáramos al final de todo esto, al menos sabríamos de dónde habíamos venido.
―Es hora ―dijo aquel chico abriendo la puerta, eso hizo a la princesa reaccionar, apuntándolo más prontamente con el arco y la fecha de lo que podía cualquiera esperar.
―Ten más cuidado la próxima Adkins, no creo que Aleeah te quiera de vuelta si te falta el cerebro ―dije, rompiendo en silencio.
―No creo que su madre lo quiera de vuelta cuando lo descubra ―comentó Ópalo bajando el arco.
―Las cosas son diferentes en esta dimensión, ella entenderá ―excusó él.
―Ningún padre es tan bueno ―comentó ella con resentimientos.
Lanzó la capa de su vestido tras de ella para luego estirar el cuello y marcharse en silencio, lanzando la puerta de la habitación contigua al ingresar.
Miré a Adkins quien solo negó en silencio para sí mismo y sonrió de medio lado.
Él no era cualquier chico, incluso, era el opuesto total de nuestra querida princesa malvada. Si, él no solo era un príncipe como ella, él tenía mucho poder, más de que todos podían imaginar. En su pueblo podría haberse dudado de si aquel chico tendría algún simple indicio de ser un ser mágico, su padre era un humano, por lo tanto, podría esperarse lo peor.
Estaba allí fingiendo ser como ella, escondiéndose tras aquel pequeño hecho. Yo lo había atrapado en la mentira, sus ojos violetas y cabello rojo radiante no provenían de cualquier lado, no de cualquier dimensión.
Kaleptahad tenía una conexión directa con Nahgsón una vez al año, él sabía por dónde entrar a nuestra dimensión.
―El eclipse es pronto… ¿Piensas volver a casa? ―pregunté mirando su rostro.
―No es tiempo aun, Ópalo me necesita.
―Ella no necesita a nadie.
―Me necesitará, Kenia.copy right hot novel pub