El ardiente desierto de Norusakistan se extendía ante sus ojos, tan amplio e infinito como lo era su amor por su pueblo. Desde su infancia comenzó a comprender la magnitud de su compromiso con el pueblo Norusakistan; su bisabuelo, su abuelo y su padre habían otorgado años de buen gobierno, de buenas relaciones bilaterales y un enorme compromiso de progreso y bienestar, aunque su padre había tenido que enfrentar momentos difíciles cuando invadieron Palacio e intentaron arrebatarle el trono, y a pesar de que estuvo al borde de la muerte, la paz y la armonía habían triunfado en su país.
Es por ello que estaba decidido a darle a su país otra larga temporada de paz, las relaciones bilaterales con algunos países poderosos había llevado a que el pequeño Norusakistan fuese reconocido mundialmente, sin duda alguna su padre; Zabdiel Mubarack Maramara, estaba haciendo un buen trabajo y él esperaba poder seguir esa racha en un futuro.
Desde niño supo que en sus hombros llevaba el peso de una nación y que debía esforzarse por estudiar y prepararse para ser un buen Soberano, uno al que su pueblo amase y aunque era una responsabilidad enorme, estaba dispuesto a afrontarla con alegría y entrega absoluta.
Norusakistan; pequeño y menospreciado por algunos, codiciado y ambicionado por muchos otros.
Otros, que estaban conscientes de la inmensa riqueza del suelo Norusakistan, de su gente y su cultura. Llevar la política de un país era sin lugar a dudas, la parte más difícil de ser Rey, debía generar buenos tratos que beneficiacen al pueblo, mantener la atención sobre la nación, buscar aliados, pero siempre dejando clara la postura de que Norusakistan era independiente y Soberano, además de no ofender a Presidentes, Jeques o Emires de otras tierras, la idea era buscar amigos, no enemigos.
Su padre solía decir lo inmensamente orgulloso que estaba de él, de que fuese un Príncipe heredero responsable y entregado al bienestar de su pueblo, y eso no hacia más que animarlo a ser cada vez mejor. No fallaría a Norusakistan, no fallaría a su padre.
Su madre era todo lo que un hijo pudiese esperar de la figura materna; cariñosa, comprensiva, dulce y entregada, era una mujer increíble.
-¿Buscando algo de paz?- la dulce voz de su hermana lo sacó de sus pensamientos.
-Pensando un poco- suspiró.
-Sueles venir aquí cuando tus ojos se ven así, justo como ahora...indecisos, lleno de angustia y duda.
-No hay nada de eso en mí, solo pienso Isabdiella, pienso en el futuro.
-No debes preocuparte- se abrazó a su brazo- serás un excelente Jeque, por Dios, eres perfecto.
-No lo soy y eso es lo que me preocupa...decepcionar a Padre, o al pueblo.
-No lo harás- le sonrió dulcemente- no podrías, aunque quisieras, te has preparado toda tu vida para cuando tengas que asumir el trono, además yo siendo tu ni me preocuparía, todavía nuestro padre es joven y fuerte, sin lugar a dudas gobernará muchos años más.
-¿Crees que el pueblo me acepte como Jeque, cuando llegue el momento?
-¡Pero qué dices, por Alá!- le dijo burlándose- ¡Norusakistan en pleno te adora!- le regaló una tranquilizante sonrisa- no debes preocuparte Jamal, todo estará bien.
-Eres la única que me llama por mi segundo nombre- le sonrió y tocó juguetonamente su nariz.
-Eso es porque me agrada más, Jamal, todos te llaman Nael, así que usando tu segundo nombre y sabiendo que sólo yo lo hago, me da la impresión de que nuestra relación es especial.
-Lo es- le aseguró mirándola a sus hermosos ojos- eres una de las mujeres más importantes de mi vida, Isabdiella. Eres mi hermana pequeña, la gruñona más hermosa que he conocido, la Princesa más buena...
-Que Zashirah, no escuche eso- dijo burlona.
-No creo que le importe, ella lo sabe tan bien como yo- la abrazó.
-Pues déjame devolverte el cumplido hermanito, nunca he conocido un Príncipe heredero más guapo que tú- lo miró con adoración.
-Aduladora- le dijo sonriendo.
-Sincera hermanito, sincera...copy right hot novel pub