—¿De verdad vas a ir?
—Yo... y qué... —El apuesto rostro de Eduardo estaba justo en el de ella. Con su única mirada, Lydia cayó en sus profundas y oscuras pupilas. Tragó saliva, un poco nerviosa, y colgó una agradable sonrisa en su rostro.
—Bueno, no... ¿tengo que ir?
Al verla tantear continuamente el borde de su línea inferior, Eduardo sintió que una pequeña garra seguía arañando su corazón.
Sus respiraciones se entrelazaron.
La mirada negra de Eduardo se detuvo en sus labios rosados. Sus ojos se volvieron lujuriosos y su respiración contaminada.
—Dime, Lydia... Somos marido y mujer, ¿no?
—¿Eh? Sí, lo somos.
Con una respuesta segura, Eduardo soltó de repente una sonrisa encantadora.
—Entonces deberíamos...copy right hot novel pub