La cara de Eduardo cambió un poco. El ambiente de la habitación parecía estar congelado.
—¿Hay algo más? —Finalmente, Lydia cedió, pues aún necesitaba su ayuda para conocer al señor Ramón. Miró la mano que le sujetaba la muñeca. Descubrió que Eduardo tenía unas manos tan bonitas, con los dedos blancos y delgados. Se preguntó por qué siempre le gustaba sujetar sus muñecas.
—¿Te falta dinero, Lydia? —preguntó Eduardo de repente.
La pregunta sorprendió a Lydia. Se quedó paralizada un instante y luego se encogió de hombros. —Bueno, tienes razón. Me gusta el dinero. Me gusta mucho, tanto como a todos los demás en el mundo. La mayoría de la gente trabaja por dinero, como yo. Así que mi sueño es ganar mucho dinero —dijo Lydia con una sonrisa.
Eduardo pareció ligeramente sorprendido. Evidentemente, no esperaba que Lydia admitiera que amaba el dinero. Había visto cómo la gente no podía esperar a mostrar su desprecio por el dinero como si de alguna manera demostrara su nobleza. Y lo que es más sorprendente, pensó que lo que ella decía tenía sentido.
—¿Por qué te gusta tanto el dinero? —continuó preguntando.
—Amo el dinero más que las demás cosas del mundo —respondió Lydia sin dudar. Luego habló de su infancia. Cuando era niña, se quedaba con su abuela en un barrio marginal y siempre tenía frío y hambre. Su abuela no podía pagarle la matrícula del colegio, por no hablar de la ropa nueva y las mochilas. Incluso un helado le parecía imposible.copy right hot novel pub