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Sorpresa de una noche

Capítulo 11: Aprender lo fuerte que era el presidente

Lydia se apresuró a decir:

—¿No estamos en un matrimonio por contrato?

—Se supone que el matrimonio es un contrato —dijo Eduardo, acercándose a Lydia—. ¿Tan tímida eres? ¿No hemos dormido ya juntos?

Eduardo estaba a punto de desabrocharse la bata, mostrando sus abdominales.

La cara de Lydia se sonrojó.

—¡No recuerdo nada de anoche!

—Entonces, es mejor recordarlo —Eduardo sonrió, acercándose a Lydia.

La noche anterior, aunque Lydia había dicho:

—Cuando un damisela está en peligro, el caballero muestra su espada.

En realidad, no había pasado nada entre ellos.

Ella se quitó la ropa voluntariamente y le desabrochó el cinturón a Eduardo, pero después se desmayó y Eduardo se limitó a quitarle el collar de jade, luego no pasó nada.

En ese momento, Eduardo se acercó más, bloqueando a Lydia contra la cama.

Se agarró a su esbelta cintura con un rápido movimiento.

Lydia entró en pánico y, en cambio, se cayó hacia atrás, cayendo las dos juntas sobre la cama.

—Señor Eduardo… hablémoslo… — Su cara ardía de calor y tartamudeaba un poco al hablar.

La mano de Eduardo, sin embargo, se había deslizado por la costura de su albornoz hasta su esbelta cintura, rozando suavemente su delicada y suave piel.

A Lydia se le heló la sangre como si no pudiera respirar.

Eduardo sólo había querido tomarle el pelo, pero no esperaba que ella, que se atrevía a hablar de asuntos conyugales delante de tanta gente, fuera tan tímida.

La forma en que se sonrojó despertó inexplicablemente un fuego en el cuerpo de Eduardo.

Desde que era niño, Eduardo sólo se preocupaba de sus estudios y más tarde de los negocios del Grupo Emperador.

A pesar de todas las mujeres que se habían presentado, nunca se había movido y para su sorpresa, se sintió un poco abrumado por Lydia, lo que sorprendió al propio Eduardo.

—Pensé que habías dicho que harías cualquier cosa para conocer al dueño original del collar de jade —Estaba a un palmo de sus labios y dijo con un tono lleno de tentación.

—¡Pero... sólo soy una pobre criada en los barrios bajos, no soy digna del noble señor Eduardo! —dijo con tono suplicante y con los ojos impotentes.copy right hot novel pub

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