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Tormenta de antaño

Capítulo 26 (Parte III): Guardián de teatros.

A la hora predispuesta por papá, los chicos se marcharon de casa, no es que no pudieran quedarse más allá de la hora, de hecho, estaba segura de que en un futuro no muy lejanos ellos harían su propio espacio para dormir aquí; sin embargo, nadie contaba con el hecho de que papá pasara revisión.

Los chicos huyeron como ratas en un barco que se hundía.

Aunque yo sabía que el propósito de la visita de mi padre no había sido ahuyentar a los chicos, sino asegurarse de que no nos faltaba nada y traer un enorme recipiente de comida de parte de Tania para nosotras; según dijo papá, Tania pensaba que lo necesitaríamos, porque el desorden de la mudanza y miles de cosas por acomodar no eran un escenario elegante para hacer la cena.

Y bueno, ella tenía razón.

Prácticamente devoramos la comida como si no hubiera un mañana y las calorías fueran solo ilusiones.

Papá nos acompañó a la cena y rememoró los acontecimientos de nuestro encuentro, me encantaba tener a papá en el mismo techo que yo; pero no me acostumbraba a ver a mis dos mejores amigas prácticamente babeando sobre su comida mientras lo miraban con atención digna de la obsesión.

Los chicos se derretían por mi madre.

Las chicas por mi padre.

Tener padres altamente favorables a la vista no era algo con lo que cualquier chica o chico de mi edad tuviera que lidiar, alguno que otro tendría un padre atractivo, no ambos. Por lo general, los padres eran los que luchaban contra estos sentimientos, no los hijos. Siempre los miraban como si los violaran con la mirada, era perturbador hasta cierto punto. Yo aun pensaba en que era demasiado guapos como para ser simples seres humanos, pero al final creo que solo tuvieron mucha buena suerte. Mas en el caso de papá, él no hacía nada para cuidar su belleza, el paso de los años le favorecía, en lugar de quitarle atributos se los resaltaba.

Mamá si tenía que poner algo más de empeño a su apariencia, recibía tratamientos de todo tipo, naturales, porque ella no era aquel tipo de mujer millonaria que parecía sufrir el síndrome de Michael Jackson, tampoco lucía como uno de esos sujetos de la película de “¿Dónde están las rubias?”, ella conservaba su atractivo natural.

Él se marchó luego de dar un recorrido por la casa y besar mi frente.

Yo esperé de pie en la acera frente a la casa mientras él se marchaba; por un momento tuve la intensión de gritarle y pedirle que me esperara, que me marcharía con él a casa. Me dolía pensar que nunca más volvería a vivir con ellos, con ambos, no compartir mis días completos con ellos era desolador.

Luego de desempacar la última caja del día, me senté en el borde de mi vieja cama a contemplar mi mundo presente.

El tiempo pasaba demasiado rápido.

Suspiré, me estiré sobre la cama para tomar mi bolso del que saqué el libro de realidades, mi libro.

Lo abrí y pasé las páginas en blanco, pero no pedí ver nada, solo buscaba algo, había guardado entre sus páginas cinco fotografías.copy right hot novel pub

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