Raquel Martínez.
Debido al susto que me llevo cuando posaron en mi hombro una mano fría claramente de un hombre, me sobresalto y mi respiración empeora en un ataque de pánico.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó un hombre con una voz un tanto familiar—. ¿Estás perdida?
Incómoda muevo mi hombro para quitar su mano de dicho sitio, todavía presa del miedo y lo encaro. No veo su rostro, pero sí la silueta de su alto y corpulento cuerpo debido a la tenue luz de la luna que nos ilumina.
— Si, estoy bien, no se preocupe —trato de sonar lo más convincente que puedo— Ya me iba a casa, adiós.
Me doy la vuelta y camino dos pasos hacia delante, pero a causa de mi torpeza caigo de bruces en el suelo al tropezarme con algo que debido a la obscuridad no puedo ver qué fue.
— ¡Diablos! —me quejo sentándome para limpiar mis manos sucias en mi short.
— ¿Qué ocurre? —su voz sale con un toque de preocupación—. No veo nada, dame un segundo.
Encendió la linterna de lo que parece ser su celular y después escucho las ramas crujiendo debajo de sus pisadas al venir hacia mí, al posarse frente a mí apuntó la linterna con dirección a mí rostro, lo maldigo internamente por eso a la vez que cierro los ojos cegada por la repentina claridad.
— Oh, déjame ayudarte... ¿Raquel?
«¿Cómo sabe este extraño mi nombre» Me pregunto al mismo tiempo que abro mis ojos poco a poco cuando apunta en otra dirección la linterna.
Alzó la mirada a él y mi boca se abre en una gran O mientras soy un revoltijo de emociones mezcladas porque de pie frente a mí está la última persona que espere encontrarme en una situación cómo está.
Zack De Jesús, el chico con el que mantuve una relación de un año en la preparatoria y al que nunca más ví después que nos graduamos ahora está frente a mí, mirándome con una expresión de sorpresa y de alegría pura plasmada en su rostro.
Al cerciorarse que soy yo, una sonrisa genuina se formó en los labios del chico.
— ¡Por supuesto que eres tú! —exclama—. ¡Estás tan igual que antes! Ni te imaginas la alegría que siento al poder verte otra vez
No puedo evitar reír, a mí también me alegra verlo después de tanto tiempo, él siempre fué alguien especial para mí después de todo.
— A mi también me da gusto verte Zack —sonrío—. ¿Pero será que puedes ayudarme?
— ¡Claro! Disculpa —se ríe y me extiende su mano así que la tomo y me pongo de pie con su ayuda.
— Gracias —digo mientras sacudo la parte trasera de mi short y mis rodillas también.
— ¿Estás bien? —pregunta—. No tienes ningún hueso fracturado ni nada, ¿cierto?
— No, tranquilo, estoy bien —le sonreí
Él soltó un suspiro de alivio.
— Cuando mi padre me pidió que me hiciera cargo de la casa que tenemos acá no pensé que te encontraría aquí, de imaginarlo hubiera venido hace mucho —dice, haciéndome reír—. No te rías, es de verdad.
— Yo sé que sí.
— ¿Qué haces aquí? —cambia el tema—. Está muy tarde para que una chica como tú este sola en el bosque, de noche puede ser peligroso.
— Lo sé, pero me perdí queriendo estar lejos de casa.
— ¿Cómo así?
— Es una larga historia y ya debería regresar como sea, él puede enojarse si...
— ¿Él? —levantó una ceja, la confusión se esparció por todo su rostro.
Asiento con la cabeza.
— Erick, él... —tomo una bocanada de aire y la expulso—. Mi padre antes de morir para salvar su empresa de la quiebra hizo tratos con él y... y ahora...
— Estás con él por eso —concluye por mí.
Muevo la cabeza en un gesto afirmativo.
De un momento a otro ya estoy contándole lo ocurrido a Zack, desde el comienzo hasta ahora, el contar los problemas que me afectan nunca se me a dado bien, pero con él siempre fue lo contrario, con él siempre he sentido esa confianza, esa seguridad. Sé que a pesar de las cosas que le llegue a contar él jamás podrá juzgarme.
Gruesas lágrimas bajan por mis mejillas mientras le digo como Erick me ha tratado está tarde, sus palabras hirientes; Zack tomó mi rostro entre sus manos y limpiando mis lágrimas con su pulgar me dió una sonrisa cálida.
— No llores pequeña, nunca me ha gustado verte llorar y lo sabes —su voz a penas es un susurró—. Menos si lloras por un bastardo como ese, él no sabe la maravilla de mujer que pierde al tratarte así. Es un maldito bipolar y no merece tus lágrimas —me miró directamente a los ojos—. Olvida las cosas que te dijo porque tú no estás sola...copy right hot novel pub