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VENDIDA (COMPLETA)

CAPÍTULO FINAL | PARTE I

Dos semanitas después.

Raquel Martínez.

En toda vida de pareja existen altos y bajos; al principio cuando se vive la etapa del enamoramiento todo es perfecto, así como en esas películas de amor, series o telenovelas que tanto nos gusta ver. Y siempre omitimos aquellos defectos que puede tener la otra persona los cuales tal vez no nos gusten tanto como creíamos.

Pasada esa etapa comienzan las discusiones o los conflictos entre ambas partes hasta por las cosas más mínimas ya que por mucho que se amen, una pareja está formada por dos personas que suelen tener desencuentros y diferentes puntos de vista, por lo que creo que en esta otra etapa debe tenerse paciencia, aceptar los defectos ajenos y los propios y no darse por vencidos a la primera para así continuar la relación con la persona la cual creen que es la correcta.

Cómo muchas parejas, también estoy pasando por esa misma etapa en donde todo es discusiones, discusiones y más discusiones con el hombre que en tan sólo cuatro días se convertirá en mi esposo.

Desde que supimos el sexo de nuestro bebé lo único que hemos hecho es eso: discutir hasta por lo más estúpido. Al comienzo no discutíamos tanto, pero he de aclarar que eso fue solo al principio puesto a que desde hace menos de una semana hemos discutido con más frecuencia e incluso duramos días sin hablarnos.

A veces le echo la culpa a las hormonas del embarazo por ponerme cada día más sensible y por hacer que todo me moleste. Pero no solo a eso le echo la culpa, también a mí misma por no poder evitar discutir con él y a él por no comprenderme en ocasiones.

En vez de eso me ha estado evitando desde hace seis días —o yo lo siento así—, puesto a que de lunes a viernes se va desde temprano a su empresa y vuelve a casa pasadas las diez de la noche, el fin de semana pasado estuvo toda la mañana en su despacho con la excusa de estar trabajando y en la noche salió sin decir a dónde.

Al parecer no le importa si estamos peleados o no.

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Es viernes y son alrededor de las seis de la tarde.

Cómo de costumbre estoy en mi habitación, me encuentro acostada sobre la cama mientras leo un libro que hace unos minutos busqué en el despacho de Erick el cual lleva por nombre; Los crímenes de la calle Morgue del escritor Edgar Allan Poe.

La habitación y la casa por completo yacen en un profundo silencio el cual para mí es agradable, puesto a que así puedo relajarme y leer con tranquilidad, de otra manera me resultaría difícil concentrarme en cada párrafo escrito en el libro.

En el décimo capítulo mi lectura se ve interrumpida cuando abren la puerta de mi habitación, dejando así ver despues —para mi sorpresa— al ojiverde.

Mi entrecejo se hunde en cuanto lo veo entrar a la alcoba ya que hace una semana él no viene tan temprano del trabajo. Pero no digo nada, sólo devuelvo la mirada a mi libro dispuesta a continuar leyendo.

Lo siento caminar hacia la cama la cual se hunde con su peso cuando se sienta sobre el lado contrario a mí en la misma dándome la espalda sin pronunciar ni una palabra, haciendo que el silencio que antes me pareció agradable, ahora sea uno incómodo teniéndolo a mi lado.

De reojo puedo ver cómo se quita el reloj de oro que yace en su muñeca derecha para después dejarlo sobre la mesita de noche que está en su lado y quitarse el saco de su traje hecho a la medida color azul marino.

Él me mira por encima de su hombro por cortos segundos y lo escucho suspirar antes de girar su cuerpo hacia mí.

— Hola —dice él.

Guardo silencio, ni siquiera me inmutó en mirarlo.

Vuelve a suspirar, esta vez con frustración.

— Raquel... —arrastra mi nombre con un tono cansado en su voz—. Te estoy hablando.

— ¿Era conmigo? —lo miro seria, arqueando una ceja—. Creí que seguirías un poco más con tu actitud de: evitemos e ignoremos a Raquel.

— Por supuesto que era contigo —dice omitiendo mi comentario.

Guarda silencio para tomar una bocanada de aire antes de expulsarla.

La habitación queda una vez más en silencio mientras lo veo dudar, abriendo y cerrando la boca de manera rápida dos veces para después darse por vencido y hablar;

— Ya no quiero estar así contigo.

— ¿Ah, si? —pregunto con asombro fingido.

Él asiente sin romper el contacto visual conmigo.

— Pues lamento decirte que en este momento no me importa lo que quieres —regreso mi mirada al libro.

— Por favor, Raquel.

No hablo, me mantengo en silencio mientras finjo estar leyendo sólo con la intención de ignorar al hombre a mi lado.

— Raquel... —dice con vos suplicante—. No podemos seguir de esta manera, no a tan sólo días de la boda.copy right hot novel pub

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