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VENDIDA (COMPLETA)

EPÍLOGO

NARRADOR: RAQUEL.

De pequeños solemos tener muchos sueños, metas y aspiraciones.

Y cómo la mayoría de las niñas, uno de mis sueños siempre fué casarme un día con un buen hombre como mi padre, llegar al altar con un hermoso y extravagante vestido blanco de estilo princesa, acompañada de mi familia, amigos y conocidos más cercanos. Y tener una bonita familia como una vez lo fue la mía y dedicarme a lo que en aquel momento me gustaba, el patinaje.

Hoy cumpliré ese sueño.

Hoy es mi boda.

Y aunque no todo salió como siempre lo planee, puesto a que mis padres no me acompañarán físicamente, me siento feliz.

El solo hecho de recordarlos hace que lágrimas de asomen en mis ojos mientras me miró en el espejo de cuerpo completo que tengo al frente, imaginando lo feliz que estaría mi madre de verme así, y papá también.

Admiro lo bien que me veo en aquel traje, aunque se note mi panza por el embarazo. Los estilistas que contrató Jimena han hecho un buen trabajo con el maquillaje y el peinado, así que no puedo estar más agradecida con ellos. Y el vestido si bien es simple, pero a la vez hermoso con su toque de elegancia.

Siento como a mis espaldas abren la puerta de la habitación y a través del espejo veo como mi mejor amigo entra luciendo un traje hecho a la medida negro con una corbata rosa, y cierra la puerta a su espalda.

— ¿Cómo está la novia más hermosa de todas? —pregunta, avanzando hacia mí.

Por inercia sonrío de forma genuina, y lo envuelvo en un abrazo que recibe gustoso.

— Muerta de los nervios —confieso—. Pero emocionada.

— Lo supuse —sonrío—. Pero tu estate tranquila, que todo saldrá bien.

— ¿Seguro? —inquiero, separándome de él—. ¿Qué tal si Erick se arrepiente y me deja plantada?

— Lo buscaría hasta debajo de las rocas para que te cumpla —responde—. Pero eso no pasará.

— Eso no lo sabes tú.

— Te quiere, Raquel. A ti y a esa bebé hermosa que esperas, así que no se irá.

Suspiro y asiento con la cabeza, abrazándome a mí misma.

— Esta bien...

— ¿Ocurre algo? —me pregunta, frunciendo el entrecejo.

Niego suavemente, dándole la espalda a él para mirarme en el espejo.

— Raquel...

— Extraño a mis padres —confieso, cabizbaja—. Quisiera que estuvieran acá, conmigo.

— Ellos están contigo —dice, colocando ambas manos en mis hombros y dándoles un leve apretón—. Raquel, ellos siempre estarán ahí contigo en cada momento, aunque tú no puedas verlos, están espiritualmente acá.

— Lo sé, pero es que... —suelto un suspiro lleno de resignación—. Olvídalo.

— ¡Raquel, Raquel! —dice Jimena, entrando a la habitación vestida con un vestido largo y suelto color rosa pastel—. Es hora, te esperan en la iglesia.

Miro a Joel y este asiente con la cabeza, sonriéndome con dulzura.

— Todo saldrá bien —me murmura.

Asiento con la cabeza.

— Vamos.

Acompañada de mis amigos salgo de mi habitación y bajo a la planta principal de la casa, sitio donde se encuentra Sandra con un vestido idéntico al de Jimena el cual ellas se encargaron de elegir para que usarán las damas de honor.

Ella me sonríe y me llena de halagos diciendo que me veo fantástica, después salimos de casa.

Joel decide irse en su coche, mientras que nosotras nos subimos a la limosina que alquilamos para que nos lleve a la iglesia.

— ¿Estás nerviosa?

— ¿Qué clase de pregunta es esa? —dice Jimena—. Es obvio que lo esta.

Asiento, afirmando aquello.

— Alégrate, que no eres la única —me dice Sandra—. Erick está incluso peor, según Ricardo que me llamo y me lo comentó.

Las tres reímos.

— ¿Erick nervioso? —digo, arqueando una ceja.

— A mí también me extrañó eso —dice, riendo—. Pero es la verdad.

Jimena abre la boca para decir algo, pero que suene en ese momento un celular hace que la cierre de golpe y abra su bolso para buscar aquel aparato.

— ¿Ahora quién estará llamando?

Saca un celular de su bolso y su gesto se arruga al ver que es mi celular el que está sonando.

— Te lo daré, pero si es Erick me lo devuelves.

Advierte así que asiento con la cabeza, justo cuando me pasa el celular la llamada de un número desconocido se corta. Así que desbloqueo el celular para llamar a ver quién era, pero desisto de aquello cuando del mismo número recibo un mensaje.

Voy a los mensajes y busco el de ese número, encontrado un vídeo que no termina de cargar adjunto al mensaje.

"DESCONOCIDO:

Mientras tú estás feliz preparándote para tu boda, él disfruta conmigo sus últimas horas de soltería"

Arrugo mis cejas al no comprender aquel mensaje y espero de manera impaciente a que el vídeo se cargue, cuando lo hace algo dentro de mí se rompe en mil pedazos al verlo.

Está con ella.

Besándola a ella.

Tocándola a ella.

Engañándome una vez más con ella.

Cuatro imagines de él con la zorra de su secretaria llegan después, y como en el vídeo, ella está besándolo a él, encima de él, él encima de ella y ninguno lleva puesta alguna prenda, y sé que fue en otro momento por el lugar de fondo.

Al ver las fotos involuntariamente mis ojos se llenan de lágrimas que me niego a soltar porque nadie, ni él y mucho menos esa zorra lo merecen.

— Raquel —me llama Sandra—. ¿Estás bien?

— ¿Qué sucedió? —pregunta Jimena, preocupada.

Las miro a ambas por fracción de segundos destrozada, sin poder creer que es él quien sale en esas fotos, en ese vídeo.

El celular vuelve a sonar, haciendo que mi mirada se desvíe a este y note que otro vídeo me ha llegado, junto a un mensaje.

"DESCONOCIDO:

¿No crees que sea cierto? Entonces ven a su oficina y descubre que si lo es por ti misma ".

Abro el vídeo cuando se carga y a diferencia del otro dura solo seis segundos en los que sale Erick entrando a su oficina vestido con el traje que mandó a hacer para nuestra boda.

— Detengan el auto —ordeno de pronto, pero el chófer no hace caso y las chicas solo me miran confundidas—. ¡Qué detengan el auto, maldita sea!

Tras aquel grito el chófer obedece, deteniendo el coche de golpe, haciendo que las tres nos inclinemos hacia adelante con brusquedad y debamos sostenernos para no terminar en el suelo del coche.

— Raquel, vamos tarde... —trata de decirme Jimena, pero la ignoro mientras abro la puerta de la limosina y salgo del coche.

— ¡Raquel! —me llama Sandra—. ¡Raquel, ¿A dónde vas?!

— Espera.copy right hot novel pub

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