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VENDIDA (COMPLETA)

8. | SABIOS CONSEJOS

Raquel Martínez.

— Hola Joel —saludo, esbozando una media sonrisa.

— Hola —me devuelve el gesto—. Qué gusto verte otra vez.

Tomó asiento a mi lado, giró su torso hacia mí y apoyó su brazo del respaldo del banco.

— ¿Cómo estás?

— De lo mejor —miento.

— ¿Segura? —cuestiona, levantando una ceja.

Muevo la cabeza en un gesto afirmativo, mirando el suelo. Pero mi mente me falla, recordando las palabras de Erick y lo estúpida que soy, mis ojos se llenan de lágrimas que me niego a soltar.

Joel colocó su mano en mi mentón para así obligarme a mirarlo.

— ¿Te ocurrió algo?

— No, tranquilo.

— No llores —me pide, y es en ese momento que noto como una lágrima baja por mí mejilla—. A ver, sé que a penas nos conocimos hace unos días. Pero puedes confiar en mí, Raquel.

Dudo entre si contarle o no, sé que a penas nos conocemos, pero algo en su mirada me dice que es así como dice él, por lo que inhalo, exhalo y procedo a decirle todo, desde lo que sucedió con mi padre hasta lo que sucedió hoy.

Él permaneció en silencio, atento a cada palabra que salió de mi boca hasta que con un profundo suspiro finalizo.

— Primero toma —me dió un pañuelo de tela el cual acepto para así limpiar mis lágrimas y sacudir mi nariz—. Y ahora necesito que me respondas una pregunta con honestidad, ¿vale?

Asiento con la cabeza.

— Ese tal Erick del que hablas... ¿te gusta?

Ladeo la cabeza, mirándolo ceñuda por la pregunta que me ha tomado un poco fuera de base, aún así le respondo con sinceridad.

— Yo... no, por supuesto que... no.

Él me miró, enarcando una ceja.

— Sólo me parece... atractivo. Sí, sólo eso.

MUY atractivo, diría yo.

— Entonces mándalo a la mierda, si no te gusta es pan comido. Hombres como él, no merecen mujeres tan maravillosas como tú.

Eso, eso.

Mandarlo a la mierda... Si, eso haré.

— Y por último, respecto a tu padre... —dice con cautela, asegurándose de que me tomaré bien lo próximo que dirá—. Deberías perdonarlo.

Incremento mi entrecejo fruncido, mirándolo esta vez como si de un monstruo de cuatro cabezas se tratara.

— ¿Perdonarlo? —repito, perpleja—. ¿Si escuchaste lo que hizo o... debo decírtelo de nuevo?

— Lo escuche perfectamente.

— ¿Entonces...? —arqueo una ceja.

Él suspira, paciente.

— Es tu padre, haya lo que haya hecho siempre lo será y así como a ti te duele lo que hizo, a él seguramente le está doliendo tu indiferencia —intento decir algo, pero él continúa—. No hay nada que lo justifique, me parece que lo que hizo estuvo realmente mal. Pero hasta la persona más inteligente comete errores, después de todo somos simples seres humanos y con esto no pretendo defenderlo, pero existe la posibilidad de que haya hecho eso sin detenerse a pensar en las consecuencias que traerían sus actos o el daño que te causaría.

Frunzo mis labios formando una línea recta, posando la mirada sobre unos niños que juegan en los columpios a unos cuantos metros de nuestra posición.

Sé que en sus palabras hay una pizca de verdad, que debo perdonarlo a pesar de cualquier cosa. Pero no puedo, no ahora.

— Oye, tampoco te estoy diciendo que lo perdones hoy mismo. Tómate tu tiempo, sana las heridas que te causó y cuando esté tema ya no te duele tanto podrás hacerlo.

Un suspiro de escapa de mis labios antes de hablar.

— Vale.

Por obvias razones no quise seguir platicando más del tema, por lo que cambie el tema preguntándole trivialidades y él no menciono nada más del tema, cosa que le agradezco.

Joel me hizo compañía en aquel parque un par de horas más que a mí parecer pasaron en un abrir y cerrar de ojos debido a lo agradable y divertido que es hablar con personas como él. Pero cuando recibió un mensaje de su padre pidiéndole que lo ayudará en algo quiso acompañarme en mi caminata devuelta a la casa para asegurarse de que llegará bien, después se fue a por un taxi.

Voy a la puerta principal y una vez entro a la casa camino en dirección a las escaleras, pero me detengo en seco al presenciar una escena no grata ante mis ojos.

Una chica, de piel blanca y cabello azabache, la cual nunca he visto en mi vida esta sentada sobre el regazo de Erick mientras ambos se besan como si su vida dependiera de ello.

Pongo una mueca de asco al verlos compartir saliva de tal manera.

Mientras la besa lo veo abrir sus ojos y su mirada se clava con la mía como si fueran dos imanes. Al darse cuenta de mi presencia, apartó a la chica de su regazo de una forma para nada delicada y está pareció desorientada por dicha acción del ojiverde.

— Por mí no se detengan, pueden seguir en lo suyo.

Con la intención de alejarme específicamente de él, sigo mi camino hacia las escaleras.copy right hot novel pub

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