Habían transcurrido un par de días desde que Alex me había hecho esa propuesta descabellada y aún seguía sin saber qué hacer. Solo había podido pensar en lo lindo que se sentía estar a su lado y en recordar cada instante de esos momentos que habíamos pasado en el hospital.
Aquella mañana, me levanté como de costumbre y mientras me vestía y maquillaba para ir a mi trabajo, mi amiga entró y se posicionó en el marco de la puerta, con una mirada nerviosa.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó impaciente, sin dejar de mirar cada movimiento que hacía—. ¿Ya tomaste una decisión?
Terminé de ajustar mi pantalón y fruncí los labios.
—¿En serio crees que sé que voy a hacer? —musité con fastidio y acto seguido rodé los ojos—. Mell, esto es una locura.
—¿Puedo decirte algo?
Asentí con la cabeza, esperando su respuesta.
—Ese chico es un verdadero caballero, como los de los cuentos de hadas. Nadie Bella, nadie se hace cargo de una responsabilidad así, estamos en un mundo donde los prejuicios siempre son primero y Alex está dejando de lado eso, para ofrecerte una vida bonita y…
Justo entonces me arrepentí mil veces de haberle aceptado una opinión.
—No me confundas más, enana —rogué molesta y me adentré en el baño para continuar maquillándome—. Él solo dijo que podíamos ser amigos y que le…
—Que le encantabas, ¿no es eso suficiente? —interrumpió con un chasquido de sus labios.
—Mell, amar es más que eso y tu debes saberlo mucho mejor que yo —repliqué saliendo del baño para mirarla con severidad—. ¿O solo amas a Javi porque es guapo?
Frunció el ceño, ofendida y giró un poco su cabeza.
—Amo a Javi por quién es y por lo que somos juntos —afirmó—, pero no puedes negar que sientes algo por Alex, desde ese día en el hospital tus ojos brillan distinto, cantas canciones de Reik de en la ducha, duermes sonriente y… hasta tienes su rosa en agua a pesar de lo marchita que está.
Miré hacia la mesita al lado de mi cama, donde estaba la rosa, un poco ennegrecida y sus pétalos casi a punto de desprenderse como algunos que habían caído en la noche y yacían en la superficie de madera.
—Es muy bonita, no puedo deshacerme de ella… —murmuré—. Espera… ¿cómo sabes que sonrío mientras duermo?
—Llevo varias noches arropándote porque hace mucho frio en las madrugadas y como sé que te quitas la cobija, me preocupa que te dé una hipotermia o algo así —explicó con rapidez y luego sacó su móvil del bolsillo de su pantalón—, y pues, he aquí la prueba.
Extendió su celular y me aproximé un poco para tomarlo. Emití un gritito que sobresaltó a mi amiga y luego soltó una carcajada. Era una foto de mi rostro con una sonrisa de oreja a oreja, mientras abrazaba la almohada. Realmente no recordaba qué había soñado, pero esa sonrisa demostraba que algo malo no era.
—¿Verdad que te veías preciosa?
Negué con la cabeza e intenté eliminarla, pero mi amiga lo retiró de mis manos con fuerza, mientras se desternillaba de la risa.
—Voy a matarte, Mellisa —bromeé en un gruñido y le lancé un oso de peluche que tomé de un mueble—. Elimina esa foto.
—La borro si aceptas que te gusta Alex —propuso con una sonrisa.
Me negué rotundamente y resoplé.
—No me gusta, Mell, lo sabes.
—Bueno, tú lo decidiste, esta foto no será eliminada. Por cierto, si no te gusta, ¿por qué te sonrojas cuando escuchas su nombre?
Me giré para quedar frente al espejo y noté el color rojo en mis mejillas y cómo se empezaba a tornar más oscuro, así que tapé mi rostro con ambas manos y las restregué un poco, pero el color no se iba.
—¡Alex está loco por ti! —entonó en una melodía desafinada, llegando hasta donde me encontraba mirándome en el espejo.
—Deja de repetir eso, no es así —gruñí y tomé una brocha para esparcir el polvo compacto en mis facciones y así tapar un poco el tono rojizo.
—Ya verás que sí —dijo, encogiéndose de hombros y se dirigió nuevamente a la habitación—, total, ojos que no ven, corazón que no siente.
Fruncí el ceño y detuve mis manos, bajé el delineador que había empezado a aplicarme y me miré al espejo conteniendo una risita.
—¿Qué tiene que ver ese dicho en este caso? —inquirí, recostándome en la puerta para verla mejor mientras me salía con una de sus locuras—. Es un dicho que aplica en una infidelidad no en un caso como el mío.
─Pues, tú eres muy básica —replicó, jugueteando con el cable del cargador de mi celular—. Es un dicho que tiene diversas interpretaciones; lo que quiero decirte es que mientras no abras los ojos no sentirás que ambos se gustan.
Solté una carcajada y negué con la cabeza.
—Hay que ser interpretativista —repuso con orgullo.
—Mmm, aplicando las clases de Filosofía a la vida real ¿eh? —bromeé con una sonrisa—, espero que también las apliques en los exámenes, para que salves el semestre.
Mi amiga soltó una risita y negó con la cabeza.
—Además de básica, también eres insípida —comentó ganándose un pellizco en sus mejillas—, le quitas la emoción a la vida.
Me encogí de hombros y reí.
—Debo irme —susurré unos segundos más tarde y mirando el reloj de mi celular—, en cuarenta y cinco minutos debo estar en la panadería.
—Déjame acompañarte —suplicó interponiéndose en la puerta—, yo te llevo y así pasamos por unos ricos batidos y…
—No —sentencié rotundamente—. Tú hablas de más, siempre terminas diciendo nuestros secretos.
Hizo un puchero y la miré de nuevo, sus ojos estaban cristalizados y sus mejillas sonrosadas, era como una versión humana y femenina del Gato con Botas. Era una ternura.
—Bueno ¿ya qué? —resoplé resignada—. Vamos.
—¿Sabes que por eso eres mi mejor amiga? —cuestionó con alegría, mientras sacaba su bolso de atrás de algunos almohadones de un mueble.
Entrecerré mis ojos, pero esbocé una sonrisa. Ella era tan ella y la amaba.
—A veces me caes tan mal —repliqué en tono de broma y ella asintió.
—Lo sé, pero por eso es que, no puedes vivir sin mí —murmuró y dio un beso en mi frente, para luego tomarme de la mano y mientras reía me conducía hasta la puerta para subir al auto y empezar al fin mi primer día de trabajo.
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El tranque en la ciudad era evidente, a pesar de ser sábado, las calles estaban repletas de autos y la fila era enorme. Lo peor es que ya iba tarde y con el dichoso trancón, solo me quedaban diez minutos para llegar a la hora que había previsto con Matt, así que tuve que convencer a mi amiga para que estacionara su vehículo casi a diez cuadras de la panadería y caminar rápido para poder cumplir con mi horario laboral responsablemente y, sobre todo, por ser el primer día.
Entre charlas y risas, recorrimos cinco cuadras y cuando llegamos a la sexta, la panadería apareció ante nuestros ojos, solo unos veinte metros más y estaría pisando mi nuevo trabajo. Así que traté de poner mi mejor expresión y postura más formal, para causar una buena impresión.
Sin embargo, olvidaba un detalle, sí, iba con mi mejor amiga, y ella no conocía la formalidad.
—¿Entonces ese chico es Matt? —cuestionó ensanchando la comisura de sus labios y mirando hacia el vidrio desde donde la silueta musculosa y sexy de mi nuevo jefe se reflejaba mientras limpiaba una mesa.copy right hot novel pub