En los días siguientes seguía sin poder sacarle una palabra más a Matt y nuestra relación se limitaba a asuntos laborales. Decidí alejarme un poco de todos los demás asuntos para enfocarme en uno de los mejores días de mi vida y en una gran oportunidad de olvidar mi realidad y ganar una razón para sonreír.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Mell una vez más mientras miraba hacia el frente y conducía con una sonrisa radiante.
—Te he dicho mil veces que sí —respondí por vigésima vez—. Pero tú pareces más que yo —agregué en voz baja y sonreí al verla.
—Pero, ¿cómo no voy a estarlo? ¡Nunca he visto un bebé en formación! —exclamó con alegría y levantando las manos del volante.
—Pues, yo tampoco —repliqué y la miré divertida. Parecía una niña pequeña a punto se abrir un regalo de Navidad—, cuando Angie nació yo tenía dos o tres años, además, creo que para ese tiempo no existían las ecografías ni nada de eso.
—No hay dudas —dijo Mell negando con la cabeza mientras apagaba el auto. La miré extrañada—. ¡Estás vieja! Y no me mires así, que hablas como si hubieses nacido en la época de los dinosaurios, con los tronco móviles y Pedro Pica Piedras.
Reí ante su comentario, Mell era la mejor amiga que la vida me pudo haber dado y ambas estábamos a punto de vivir una de nuestras mejores experiencias, ¿quién mejor que ella para acompañarme en ese momento tan emocionante de mi vida?
Los pasillos largos y fríos de la clínica me daban escalofríos, el olor a guantes de látex y alcohol me atemorizaban un poco, y ¡pensar que tenía que dar a luz a mi bebé en ese lugar, con doctores, enfermeras, guantes de látex, alcohol y dolores de parto!
Ufff... solo de pensarlo, el miedo se metía por mis poros.
—¿Qué piensas? ¿Estás nerviosa? —volvió a preguntar Mell con temor y curiosidad.
No hacía ni quince minutos me había hecho la pregunta y volvió a formularla. Estaba mordiendo su llavero de emojis mientras me miraba con ansiedad.
—Amiga, tranquila. No me van a disecar o a fulminar con rayos láser o algo por el estilo —repliqué con naturalidad, tratando de tranquilizarla.
Caminamos a paso rápido por el pasillo enorme que daba al área de ginecología, mientras Mell iba pegada mí, ella sí que le tenía pánico a los hospitales, aunque su papá era dentista, pero nunca había superado el miedo de haberse colocado frenos dentales y que uno de los metales se le hubiera incrustado en la encía; desde ese momento, su pánico por los procesos médicos y quirúrgicos era casi una fobia.
Giramos a la derecha, luego a la izquierda y después seguimos directo. Sentía que cada vez los pasillos se hacían más largos ¿o era que mis piernas se engordaban y se acortaban?
—Bella —murmuró Mell dudosa y vacilante.
—¿Qué pasa? —cuestioné chasqueando la lengua al notar como se agarraba más fuerte de mi brazo. Seguramente ya le habían dado ganas de ir al baño, ni habíamos llegado y ella ya quería ir a orinar. Se la pasaba en eso siempre que íbamos al médico y a veces me impacientaba, pero tenía que comprenderla—. Los baños están al otro lado, ya prácticamente estamos a diez pasos de llegar, así que si vamos a ir tiene que ser rápido, porque estamos a solo unos minutos de mi cita —expliqué y señalé con la mano que tenía libre, hacia el otro pasillo.
—¿No podemos regresar otro día? —inquirió temblorosa y en un hilo de voz.
—Mell, comprendo tu miedo y todo eso, pero es a mí a la que van a atender, además, ya sabes lo tedioso que es sacar cupo para venir al ginecólogo y reservé el turno hace días y no qui...
—Buenos días, amor mío —interrumpió una voz para nada agradable que recorrió mis terminales nerviosas y me hizo detenerme en seco.
El miedo comenzó a esparcirse por mi cuerpo y la garganta se me secó de inmediato.
¿Qué hacía ese tipo ahí?
¿No le había quedado claro que no quería verlo jamás en la vida?
—¿Se puede saber qué haces aquí? —espeté de la forma más grosera que pude. Enarcó una ceja y me miró con incredulidad.
—Soy su padre, ¿recuerdas? —dijo con sarcasmo y esbozó una sonrisa torcida—.copy right hot novel pub