*Blair*
Pago la hermosa canasta de flores a la señorita, y la cuelgo en mi mano para entrar al cementerio.
Camino entre las pálidas lapidas, algunas más decoradas o destrozadas que otras, hasta detenerme frente a una de mármol blanco, con algunos toques de rosa.
Hago una mueca observando el escrito en ella.
"Mía Antonette Spencer Loon.
2001 - 2021"
Limpio algunas hojas que habían volado hasta acá, y sonrío al ver los regalos.
Unas flores hechas a mano que de seguro son de Summer, un peluche de osito que era de Kylie, y un pequeño collage de fotos en un marco blanco que debió haber hecho Sky.
Dejo la canasta de flores junto al osito y me siento como indio en el cesped verde, junto a la lápida de mi amiga.
—Wow, Mía... Ya van exactamente 24 días desde que ya no estás —suelto un suspiro mirando el horizonte— Las cosas han sido algo complicadas desde que ya no estás. Kylie no muestra aquella emoción por todo que tanto la caracteriza. Summer se complica con cosas tan sencillas, y Sky se irrita con facilidad por todo. Y que hablar de mi —aprieto mis labios para evitar llorar— Te extraño Mía, te extrañamos mucho —vuelvo mi vista a su nombre— Extraño el cómo nos reíamos por cualquier tontera, tus abrazos inesperados, esa sonrisa radiante, y esas palabras de apoyo constante en todos los momentos malos. Tú eras tan positividad en nuestras vidas... Nos alegrabas siempre con tus ocurrencias, tus enormes carcajadas deformes, tus horribles cantos, tu... todo de ti, Mía —sonrío triste, mordiendo mi labio— Tú eras un ángel en tierra, amiga. Y ahora lo eres en el cielo.
Me quedo ahí un rato para calmarme un poco, y me levanto limpiando mi jeans para seguir mi recorrido aquí.
Logro visualizar en el camino a uno de los trabajadores del cementerio, quien caminaba hacia mi dirección abrazando tres jarrones largos de vidrio. Lo observo curiosa, ya que nunca había visto antes eso por aquí. Deben ser parte de las remodelaciones que están haciendo en la entrada.
Justo estando a centímetros de mí, pierde el equilibrio haciendo caer los jarrones, quebrándose al chocar en algunas lapidas de nuestro alrededor.
Iba a ayudarlo a recoger los vidrios, pero siento arder pierna. Miro, y noto como algo brilla un poco más arriba de mi tobillo, en el espacio que dejaba a la vista el pantalón y el zapato.
Quito con cuidado el trozo incrustado, y presiono con mi mano soltando un pequeño quejido. Saco de mi bolso un pañuelo desechable y, tratando de no manchar mi pantalón, limpio la sangre que se había apurado en salir.
—Lo siento tanto... —se disculpa el hombre— ¿Está bien? —se agacha un poco para ver mi herida.
—Sí, sí.copy right hot novel pub