A Daphne le gustaba jugar con sus clientes, en especial cuando estos eran jóvenes y guapos, como era el caso de Dorian Fleyman.
El beso había sido una prueba, para ver qué clase de hombre era, y un reto, para ver hasta dónde sería capaz de llegar.
Para su asombro, él había sido la primera persona que la había alejado de forma tan rápida. Pero ella no se lo diría, prefirió hacerlo sentir culpable antes de darle motivos para vanagloriarse, después de todo era un hombre y estaba en sus instintos ser así.
—¿Tu tienes los papeles para el acuerdo de confidencialidad?— dijo él, su voz tratando de sonar fría pero estaba claro que sus palabras lo habían afectado.
Daphne le regaló una sonrisa que sabía, generaba un fuerte impacto entre los hombres; pero Dorian no era como los demás, él mantuvo su rostro inmutado.
—Claro que tengo los papeles, cuán ansioso señor— contestó ella arrastrando las letras que conformaban la palabra "señor".
Dorian volvió a exponer sus dientes, dándole un aspecto de salvajismo y sensualidad, algo que a Daphne le agradó. Al menos este trabajo sería divertido.
—Bueno ¿Dónde quieres que arreglamos nuestros asuntos, tienes un despacho, una mesa comedor o prefieres hacerlo en la cama?— ronroneó ella, sus pestañas cayendo con aires de seducción.
Pero el rostro de Dorian no se movió, ni siquiera un músculo de su fuerte mentón se tensó.
—Tu nunca te deslizaras a mi cama—gruñó él en respuesta. Sus ojos azules volviéndose tan fríos como el hielo.
—No guapo, yo nunca me deslizare a tu cama, no tengo la necesidad porque tú te deslizaras a la mía— contestó Daphne regalándole una hermosa sonrisa sensual.
Los carnosos labios de Dorian se tensaron, volviendolos una fina línea de color blanco pálido.
—Sígueme, iremos a mi despacho— murmuró él, odiandose por caer en el juego de aquella mujer.
Sin esperarla comenzó a caminar por el living, atravesándolo y entrando al estrecho pasillo que comunicaba su despacho con la cocina y un baño social, que a excepción de Margarita nadie utilizaba.
Un suave "Clack- Clack " a sus espaldas le informó que Daphne lo seguía, con cada paso que daba se maldecía a sí mismo por estar tan desesperado para firmar un contrato con aquella mujer.
Se preguntó si valía la pena, pero el mero recuerdo de Elena sonriendo en un día lluvioso, le dijo que valía la pena intentarlo.
Cuando concluyó su destino y se paró frente a la puerta de cristal que daba a su despacho, se inclinó hacia adelante para abrir la puerta a Daphne; pero al girarse la encontró muchísimos pasos más atrás, observando algo en la pared.
Cuando su vista logró enfocarse, notó el cuadro en la pared.copy right hot novel pub