Modo oscuro
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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

Epílogo

Las criaturas habían regresado a sus hogares a sabiendas de todo lo que la Diosa Danae me había contado. Nuestro mundo estaba a punto de recibir la visita de una persona que cambiaría nuestras vidas por completo, algo increíblemente necesario. Sucesos horribles se habían servido de la oscuridad y se nos habían ocultado. Estaban ahí, el mundo sufría ante nuestras propias narices a manos de seres malvados que obraban como querían, sin ningún tipo de justicia. Porque si ya de por sí esta era mala entre los propios humanos, ¿qué podrían hacer estos frente a criaturas mágicas que ni siquiera sabían que existían?

Los cazadores habían abandonado la estructura, la cual se había convertido en lugar de reunión para todos, cazadores y criaturas, en las ocasiones en las que fuera necesario. En eso y en un lugar donde enterrar los cuerpos de aquellos que habían muerto en tan sangrienta campaña. Por suerte habíamos logrado rescatar la mayoría de cuerpos que habíamos dejado por el camino, incluido el de Alec. No me había atrevido a mirarlo, ya que prefería recordarlo como había sido, pero lloré su pérdida y la de Chris hasta la saciedad. Habían marcado enormemente mi vida y jamás podría olvidar a ninguno.

Muchos cazadores habían tomado la decisión de avisar a todos sus hermanos de que algo estaba a punto de suceder y debían estar preparados. Las criaturas hacían lo mismo.

¿Y yo? Yo había vuelto a casa. Había decidido afrontar mis problemas, mis cuentas pendientes por si no hubiera un mañana. Había visitado a mis padres, los había perdonado y, sobretodo, les había hecho saber que ya no era ni volvería a ser la misma. No volverían a controlarme y a partir de ese momento decidiría por mí misma. Cometería mis propios errores y asumiría las consecuencias de mis actos.

—¿Estás segura de esto?

Eiden y yo nos encontrábamos en nuestra casa. Ambos tratábamos de aparentar normalidad y continuar con nuestros trabajos, pero al mismo tiempo no dejábamos de esforzarnos, de entrenar, de esperar. Por las noches no podía evitar sentarme en los columpios del jardín y mirar el cielo estrellado, sabiendo que no éramos los únicos y que, seguramente, existieran más criaturas en el Universo. Todo había cambiado para mí.

Y allí me encontraba aquella noche, sentada en el columpio en compañía de mi marido.copy right hot novel pub

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