Elizabeth apretó los dientes y se abrochó el botón. Luego le miró sin miedo y ensanchó su sonrisa.

—Si no, ¿qué estás haciendo ahora? ¿No debería sentir asco cuando me tocas? Incluso puedes mandar a violarme. ¡Declan! Ya pierdes en el momento en el que me desabotonas el botón de la comisa.

—¿Que te violen otros puede hacerte sufrir al máximo? —dijo Declan a la ligera—. No me importa sacrificarme si puedo hacerte sufrir.

Elizabeth tembló. Era incapaz de refutarlo.

«Tiene razón. Si él me viola, ¡sin duda yo sufriré millones de veces más!».

—Sí, como lo que has dicho. Prefiero que me violen otros… —dijo.

Para Declan, lo que dijo Elizabeth significaba que ella le fastidiaba muchisímo a Declan.

Los dos se quedó en silencio por un rato.

Ella sabía que tal vez era inútil resistirse.

Que la gente de fuera dijera lo que les diera la gana. Ella no aguantaba más con esa distancia tan cerca entre ellos. Su cuerpo empezaba a temblar y los recuerdos congelados del pasado empezaban a derretirse en su mente.

Para ella, la persona que tenía delante no era el indiferente presidente del Grupo Gloria, sino la persona que había amado y de la que estaba amando.

De repente sintió un frío en su cuerpo, levantó los ojos y Declan ya se había ido.

La puerta se abrió con un sonido suave.

Cuando volvió a girar la cabeza, solo vio la espalda de Declan .

Elizabeth se apoyó contra la pared y se deslizó hasta el suelo.

Recordó de repente que había entrado una llamada.

A Elizabeth no le quedaba fuerzas para mirar la pantalla. Después de ordenar sus pensamientos, se levantó y cerró la puerta.

Cuando se cerró la puerta, aún había miradas que no le dejaba en paz, pero estas solo llegaron a ver un rostro pálido e inexpresivo.

Todos se miraron entre sí, preguntándose lo que pasó.copy right hot novel pub