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Destino Inevitable

LXXXIV. Necesidad.

–Me quieres a mí... –Recorrió con su mirada cómo mordía su labio de aquella forma tan sensual–. ¿Y qué quieres precisamente?

Aurore dejó caer sus ojos en aquel manjar, empezó a hacérsele la boca agua, tragó grueso.

–¿Qué miras? –Preguntó tentándola, notó su impaciencia, la vio entreabrir los labios para tomar aliento.

–No te hagas...

–Pues no tengo idea, sabes lo inocente que soy, debes decírmelo claro para que te pueda entender.

Ella sonrió embelesada dejando a la vista aquellos tiernos hoyuelos.

–¿Inocente?

–Soy más virgen que el aceite, atrevida.

La risa de Aurore lo contagió. Como si se tratara de la melodía de una sirena, terminó acercándose a ella.

–¿Me estás haciendo una insinuación indecente, o sólo es imaginación mía? –Su pregunta hizo que ella acortara el espacio restante.

–È quello che sto facendo... (Eso es lo que estoy haciendo...) –Susurró perdida en la oscuridad, que se hacía más intensa en aquellos seductores ojos.

Alessandro elevó una ceja, introdujo sus dedos en el nudo de su bata empujando levemente de el, ella depositó sus manos en su torso.

–¿Desde cuándo hablas italiano? –Aspiró su cabello, lo tomó en un puño alborotándolo aún más.

–Sólo estoy empezando... –Murmuró pegando la mejilla en su pecho, cerca de la flor que marcaba su piel. Podía percibir claramente su calor, cerró los ojos suspirando.

–Dime en italiano qué es lo quieres, y haré realidad absolutamente todo lo que salga por esa hermosa boquita. –Buscó su mirada, encontrándose con la misma pasión desmesurada que lo carcomía a él. Introdujo su dedo índice entre medio de sus labios, ella jadeó cuando lo sacó.

–No sé cómo decirlo... –La desesperación vibraba en su voz, y era más que evidente por la sonrisa dibujada en sus carnosos labios.

Era el mayor de los engreídos, pero hasta esa parte de su personalidad la enamoraba. Su respiración se vio afectada por su acercamiento, eliminando del todo el casi inexistente espacio que quedaba entre ellos. Frotó su nariz con la suya, mirándola con una fijeza que la desarmada por completo.

–Dimmi che mi vuoi mangiare. (Di que quieres comerme) –Su alientó chocó contra su boca, y eso provocó que sus hormonas la golpearan como a un saco de boxeo.

–¿Mangiare? –Preguntó haciendo el máximo esfuerzo en recordar.

Estaba tan concertada en sus pensamientos, que no percató el momento en que esas manos invasoras se introdujeron dentro de su bata, sentía sus palmas calientes en las curvas de su cintura. Un escalofrío la recorrió. Era imposible pensar con claridad cuando la tocaba.

–No me acuerdo de ese verbo... –Su tono fue parecido al de una niña a la cual no le querían comprar un caramelo. Resopló viendo que disfrutaba plenamente del momento–. ¡Estás jugando conmigo! ¿Por qué no paras de torturarme?

Sonrió ampliamente viendo su berrinche provocado por el deseo reprimido.

Aurore hizo un mohín con los labios, bajó la vista de nuevo a la tentación que la trastornaba, y cada vez era más grande. Se estaba retorciendo del dolor, lo sabía. Se encontraba a punto de explotar, pero, ¿cómo se contenía? Suspiró queriendo su fuerza de voluntad, pero el embarazo no la ayudaba, al contrario, la hacía cada vez más vulnerable.

–¿Sabes qué? –Lo vio con enojo, más bien frustrada e insatisfecha por no cumplir con el antojo que empezaba a ser un dolor. Sacó sus manos, alejándose de él.copy right hot novel pub

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