Aurore releyó el mensaje varias veces sin dar crédito a lo que estaba viendo, sus dedos temblaban, la llamó ansiando que constestara, pero no fue así, lo intentó varias veces más más no tuvo respuesta alguna. Dejó el teléfono sobre el libro, levantándose del sofá para dar vueltas alrededor, se sentía perdida sin saber qué hacer. La pregunta que rodaba por su cabeza haciendo un estronduoso ruido la aterraba; ¿Ámbar estaba pensando en suicidarse? No, no podía ser. Ella jamás sería capaz de pensar en quitarse la vida, ella no... ¿Pero si estaba tan segura porque su corazón decía lo contrario, contradiciendo a su propia mente? ¿Por qué latía desmesurado como un caballo salvaje e indomable?
Tocó su pecho angustiada, viendo a su alrededor. Tenía que ir con ella, no podía quedarse con esa incertidumbre, debía impedir cualquier tragedia. Se apresuró a la habitación, entrando en el closet para tomar un gabardina negra y unos zapatos planos estilo bailarina, del mismo color, agarró también su cartera. Tomó su teléfono caminando hacia la salida, pero con su mano en el pomo recordó algo, en silencio encendió el sistema de cámara de seguridad en la pared, justo al lado de la puerta, suspiró viendo a Ornald en la pantalla, junto a otro vigilante supervisando la zona. Si abría la puerta la verían, y no había otra forma de salir. Ni modo que se tirara por alguna ventana, resopló desordenando su cabello, mientras cerraba los ojos.
–Piensa, piensa, piensa... –Susurró empezando a caer en la desesperación.
Pensó en llamar a Alessandro, sin embargo, sabía que por nada en este mundo la dejaría salir y mucho menos si le contaba lo que realmente sucedía. ¿Entonces qué podía hacer? Bajó la vista a su barriga, la acarició sabiendo que estaba muy mal lo que iba a hacer, pero no tenía otra opción. Fue a la cocina y tomó un plato de la vajilla, para volver al punto en que se encontraba. Dudó en hacerlo, hizo una mueca de culpa. Pero despejó esos pensamientos, Ámbar era más importante.
–Perdón diosito, por mentir de esta forma... –Dijo en un murmuro a la vez que estampaba el plato contra el suelo, emitió un actuado quejido de dolor.
No tardó en oír la voz de Ornald al otro lado de la puerta.
–¿Está todo bien? –Exclamó para que le oyeran.
–¡No! ¡Por favor, ayúdeme!
–¿Puede abrirme, srta Aurore?
–Lo intentaré... –Suspiró con los nervios a flor de piel, ahora no podía echarse atrás, debía seguir con el plan.
Con las manos en el vientre, y actuando como si caminara mal se dispuso a abrir la puerta. Ver el susto en el rostro de Ornald la puso más nerviosa, pero no salió de su papel.
–¿Se encuentra bien? –Se notaba verdaderamente preocupado.
–Me resbalé y caí al piso, siento que me duele mucho... –Se quejó contrayendo su rostro.
–¿Quiere que llame al señor Alessandro?
–No, por favor, no haga eso. Está muy ocupado, lo que necesito es ir al hospital.
–Srta, tengo instrucciones y no puedo hacer omiso a ellas. Es recomendable hacer una breve llamada, serán unos simples segundos.
Al verlo sacar el teléfono se quedó en blanco, sin ninguna otra salida, emitió otro gemido adolorido, y ahora tenía la atención del hombre en ella.
–¡No puedo esperar! Por dios, le pido que me lleve al hospital, yo le llamo cuando lleguemos y le cuento sobre la situación.
Lo vio dudar, pero terminó cediendo.
–Por supuesto, perdóneme. ¿Puede caminar?
–Creo que sí...
Actuó lo mejor que pudo la caminata hasta el auto, el otro guarura se quedó vigilando el departamento. Sólo Ornald la acompañaba, la llevó hasta el hospital más cercano, tomó cita en urgencias y esperó en la sala de espera. Estaba pasando mucho tiempo, y debía encontar una solución. Por suerte ya había estado en ese hospital, y sabía de las posibles salidas que habían.
–Ornald, ¿podría traerme un vaso de agua?
Otra vez la duda se asentó en su rostro.
–Claro que sí, espéreme aquí.
Aurore asintió con remordimiento, se encargaría de hablar con Alessandro cuando volviese, para no meterlo en problemas por su mentira.copy right hot novel pub