Modo oscuro
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Destino Inevitable

XXIII. ¿Muerta?

–Se…lo llevaron. –Dijo el hombre en casi murmullos por la falta de aire.

Alessandro descendió el arma al escuchar aquellas palabras y le dió la espalda a los hombres con los que trataba segundos antes.

–¿Cómo? –Preguntó incrédulo.

El vigilante agachó la cabeza totalmente aterrado ante la mirada fulminante de su jefe.

–Llegaron en grupos, nos golpearon y amordazaron, se llevaron al niño y…

–¡Habla sino quieres que te pegue un tiro ahora mismo! –Gritó Alessandro completamente fuera de sí, no podía creer lo que escuchaba.

–Uno de ellos, el que parecía ser el jefe se encerró con la niñera de su sobrino, no sé qué hizo con ella pero no contesta, intentamos llamar…

Sin prestar atención a los llamados de su padrino y al hombre herido salió corriendo del lugar, recorrió el vestíbulo como alma que lleva el diablo, las miradas curiosas de las personas no tardaron en acumularse, llegó a los ascensores pero estos estaban completos, sin pensarlo subió por las escaleras, eran 30 plantas, las escaleras parecían ser eternas, se maldecía a sí mismo por lo imbecil que fue al despistarlos, era una trampa… y cayó en ella como un tremendo idiota. No podía estar pasándole de nuevo, no otra vez, ya no aguantaría otra perdida, no sabía qué harían con Florentino y era obvio que nada bueno, detrás de todo esto había algo extraño y enredado, no sólo está el hermano de Donato, estaba completamente seguro que más de una persona estaba metida en este asunto y le daba igual quiénes fuesen, les haría arrepentirse con creces por lo que están haciendo. Sólo con el hecho de pensar en que la hubieran herido a ella, a Aurore, lo enloquecía hasta el punto de querer terminar con ellos torturándolos sin dejarles aliento alguno para suplicar por su vida. Después de casi 10 min subiendo interminables escaleras llegó al lugar, como bien había dicho su empleado estaban todos tirados por el suelo totalmente ensangrentados y con heridas graves, intentaban ponerse de pie pero ni eso podían hacer, corrió hasta la suite de Aurore, la puerta estaba abierta, se adentró hasta la habitación pero no había nadie, fue hasta el aseo y la puerta de este parecía estar cerrada con llave, como si la hubieran cerrado por fuera a propósito, le dió una patada y se movió quebrándose, dió unos cuantos golpes más hasta que se abrió por completo, al abrirla el agua mojó sus zapatos negros, provenía de la bañera, al acercarse se quedó paralizado por un momento al ver a Aurore bajo la bañera hasta arriba de agua, incluso estaba vestida con un pijama de dos piezas de color negro, era evidente que la habían metido a la fuerza ahí, parecía estar…muerta, no se movía.

–No, no, no, no…–Susurró Alessandro mientras se apresuraba a alcanzar la bañera intentando no resbalar con la piscina que se había formado por todo el piso. Metió las manos en el agua, que estaba completamente congelada, ese desgraciado tenía como objetivo matarla de hipotermia. La agarró por los hombros elevándola a la superficie, su rostro manifestaba una palidez que espantaba, sus ojos enrojecidos, ¿cuánto tiempo llevaba metida en el agua? Comprobó su respiración con la mano pero no recibía respuesta alguna, desesperado intentó buscar algo de pulso en su muñecas pero tampoco percibía nada–. Vamos, ¡responde maldita sea! –La tomó por las piernas elevándola del agua para depositarla sobre el suelo mojado, empezó a realizar el procedimiento de salvamento, después de varios minutos dándole respiración boca a boca y presionando su pecho seguidamente ella no movía ninguna parte de su cuerpo, realmente parecía estar muerta, su piel estaba helada.

–¡NO, NO, NO! –Gritó enfurecido y totalmente abrumado, no podía perderla, golpeó exasperado el piso justo al lado de Aurore. La vió de reojo y sentía desgarrarse algo dentro de él, como si lo poco que quedaba de Alessandro Ferrari después de la muerte de su familia se esfumara al pensar que la perdería a ella también–. ¡Despierta! ¡Otra vez no! ¡Otra vez no! –Su pantalón se empapó del todo al agitarse en el agua, resopló embravecido y volvió a realizar la reanimación cardiopulmonar, por varios minutos más, no podía aceptarlo, no lo aceptaría aunque la situación lo gritase a los cuatro vientos, no permitiría volver a repetir la historia, estaba cansado y agotado pero siguió intentando reanimarla, absolutamente ninguna señal de éxito después de tratar de salvarla hasta dejar de sentir sus manos. Ya no podía hacer nada más… la observó y se veía como un ángel recostada en aquellas frías baldosas, sus cabellos rubios pegados a su piel que era más blanca que la propia nieve. No podía estar pasando algo así… Consumido por el cansancio depositó su rostro sobre el vientre de Aurore con las manos en puños golpeando el suelo con la poca fuerza que le quedaba–. ¿Acaso tendré que perderlos a todos? ¿Ese es el destino que me depara? ¿Un destino inevitable en el cual me quedaré solo? –Sus palabras salían en un susurro melancólicamente. De pronto sintió moverse el abdomen de Aurore, abrió los ojos que momentos antes estaban cerrados y ascendió el rostro un poco para verla, por sus labios entreabiertos salía agua, rápidamente la agarró por la nuca para que pudiera expulsarla más fácilmente, segundos después Aurore tosió frenéticamente pero con dolor, como si le costara hacerlo. Estaba tan débil con tan sólo verla, parecía una hoja que se dejaba llevar por el viento. Ella abrió los ojos lentamente para verlo. –Eso es, abre los ojos. ¿Estás bien?

Aurore lo vió confundida y después de ver a su alrededor pareciera recordar todo en un instante, sus ojos se humedecieron y estalló en lágrimas, sin esperarlo lo abrazó llorando desconsoladamente, Alessandro acarició su espalda con las prendas mojadas, estuvieron un tiempo largo, hasta que la escuchó calmarse, se separó un poco y dispuesto a levantarse para agarrar toallas ella lo detuvo tomándolo del brazo.

–No me dejes…por favor no me dejes sola. –Dijo tiritando por el frío.

–Voy a por unas toallas, vengo enseguida. –La vió y pudo ver a través de esos ojos color zafiro una enorme tristeza, y por alguna razón desconocida sentía culpa, la miró fijamente–. ¿Me permites? –Señaló su brazo.copy right hot novel pub

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