Modo oscuro
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Destino Inevitable

LXII. Juego.

El teléfono sonó, Alessandro abrió los ojos con lentitud, la luz de la plena madrugada traspasaba las cortinas. La primera imagen mañanera fue la de aquella hermosa mujer que yacía sobre su brazo, lo dejaba embobado incluso estando dormida, admiró su bello rostro totalmente embrujado, con sus dedos acarició su tersa y suave piel, ella se estremeció adormecida ante su tacto, su pequeña nariz le producía ternura, los ojos de él cayeron sobre aquellos carnosos y apetecibles labios, sus largas pestañas revolotearon ante las caricias que dejaba en su mejilla. Su respiración era calmada mientras su pecho subía y bajaba plácidamente. El sonido de su teléfono volvió a sonar, lo tomó de la mesilla de noche sin apartar la vista de Aurore, no había felicidad alguna que se pudiera comparar a esa, podría estar todo el día contemplándola. Miró el nombre en la pantalla, su querido e irresponsable mejor amigo.

ߓႿSí?

ߓ⠂essandro, sigues en Italia? –El tono que tenía no le gustaba nada, parecía preocupado.

ߓᓩgo aquí, ¿qué sucede? –Preguntó extrañado.

ߓ⠖oy para allá, necesito hablar contigo con urgencia.

ߓႿQué pasa contigo, Francesco? Me dejas el trabajo tirado como si esto fuera un juego, te desapareces sin darme ninguna explicación y ahora me vienes con que necesitas hablar conmigo urgentemente. ¿Estás bien?

ߓ⠈ermano, escúchame. Te lo explicaré, sólo necesito llegar en donde estás y lo entenderás todo.

ߓႵeno, te espero. –El ceño de Alessandro se frunció cuando vió resbalar varias lágrimas por las mejillas de Aurore. Seguía dormida, pero parecía estar llorando en sueños, mientras abría sus labios intentando tomar aire, como si estuviera ahogándose–. Te dejo, nos vemos cuando llegues.

ߓ⠁rrivederci, fratello.

Soltó el teléfono para secar las lágrimas que caían de sus ojos con el pulgar.

–Princesa...–Susurró con cuidado de no asustarla, acarició su rostro hasta ver que abría y entrecerraba los ojos varias veces. Estaban un poco enrojecidos, y eso le preocupaba, no le gustaba verla así– ¿Estás bien, cariño? ¿Tuviste una pesadilla?

–¿Mi amor? –Cerró los ojos para volver a abrirlos sucesivamente intentando aclarar su vista, sintió mojadas sus mejillas y llevó su manos a ellas comprobándolo–. ¿Estaba llorando?

–Sí. –Aurore se sentó sobre la cama con confusión intentando recordar lo que había soñado, él hizo lo mismo mientras seguía acariciándola–. Amor, no creo que sea normal todas las pesadillas que tienes. –Notó que estaba empezando a ponerse nerviosa con su comentario, arrugó el entrecejo ante esa reacción–. ¿Qué me estás ocultando?

–¿Por qué estaría ocultándote algo? –Hizo la pregunta desviando la mirada, su voz no se escuchaba para nada convincente. La tomó por el mentón haciendo que subiera su vista a él.

–¿Realmente hace falta que te diga lo trasparente que eres? Puedo ver a través de ti.

–Eso no se vale...–Se veía tan dulce y sensual a la vez, que no tardaba nada en despertar a la fiera que había dentro suyo–. Yo también quiero ver lo que piensas o sientes. –Dijo mirándolo con aquel puchero que estaba a punto de hacer que se derritiera como helado bajo el sol.

–¿Quieres ver a través de mí? –Ella asintió con entusiasmo, provocando una sonrisa genuina en él–. Primero dime eso que me ocultas. –Otra vez esa reacción, empezaba a impacientarse demasiado–. Aurore...

–Llevo más de un mes con estas pesadillas. –Soltó cabizbaja, suspiró cansada–. Cada vez son peores, más horribles, más reales...

–¿Por qué no me dijiste nada antes? –Ella elevó el rostro mirándolo de reojo, se veía molesto. Volvió a ver hacia sus manos nerviosa jugando con ellas–. ¿Qué sueñas siempre? –Preguntó serio.

–Con esa mujer.

–¿Mujer?

–Rose...

Alessandro suspiró observándola.

–¿Te enojaste, cierto? –Preguntó con cierta tristeza en su tono–. No quería preocuparte... –Dió un brinco de la sorpresa cuando sintió que deslizaba sus manos dentro de su camisón blanco por debajo de sus muslos para elevarla, la sentó encima suya, con cada pierna a un lado de su cintura, él yacía apoyado sobre el cabecero mirándola con aquella vehemencia que la hipnotizaba.

–Es imposible enfadarse contigo así...–Dejó resbalar su mirada descaradamente por ella.

–¿Entonces no te molestaste conmigo por no decirte sobre eso...?

–Deberías habérmelo dicho, así no hubieras cargado con todo aquello sola. Pero desde ahora estaré aquí para ti, mi amor. –Sus manos acariciaban sus piernas mientras mordía su labio inferior, no tardó en sentir ese bulto tocando su intimidad.copy right hot novel pub

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