Aurore tragó saliva, rezaba en su interior con la esperanza de que no la haya oído.
–¿Q-qué hace aquí?–Preguntó nerviosa.
El no contestó sólo se dedicaba a verla, después de unos largos e interminables segundos que para Aurore parecían ser horas habló.
–¿Con quién hablaba?–Preguntó frunciendo el ceño.
–Con nadie...¿por qué la pregunta? –Le temblaban las manos, las juntó poniéndolas tras su espalda para que él no lo notara.
–La escuché hablando, ¿me está diciendo que son alucinaciones mías?
–Hablaba sola, me gusta hacerlo cuando me encuentro en mi habitación. –Dijo intentando ser convincente, el parecía creérselo o al menos eso quería pensar ella.
–Mañana viajamos a primera hora, espero que no se le peguen las sábanas.
–No se preocupe. –Respondió entendiendo la indirecta.
Él se cruzó de brazos y se dedicó a observarla por un momento.
–¿No insistirá en saber a dónde nos dirigimos?
–¿Para qué? No recibiré ninguna respuesta, prefiero ahorrar palabras, sr Alessandro. –Dijo con un tono sarcástico, la observó con intensidad, ella desvió su mirada.
–Vamos a Francia, estaremos 5 días. Añada ropa de frío, sino lo ha hecho.
Ella lo vió confundida.
–¿Por qué debemos acompañarlo?
–¿Quiere arriesgarse a que se repita lo que pasó con ese hombre?
–No, claro que no...
–Pues no siga haciendo preguntas y haga lo que se le pide, debe calmar ese carácter que tiene. –Terminó diciendo mientras la ojeaba de pies a cabeza, para después irse desapareciendo de la vista de ella. Aurore suspiró cerrando los ojos, daba gracias a dios por no haber sido descubierta.
Aurore se despertó más temprano de lo inusual, por alguna razón no había podido conciliar el sueño. Aprovechó que tenía tiempo de sobra y se dió un largo baño enjabonándose todo el cuerpo, mientras se relajaba en el agua. Después del baño fue al vestidor y eligió un suéter beige delgado de mangas largas y cuello alto, junto con un falda de pana marrón con botón delantero. Calzó unos botines negros con tacón alto, se alisó el cabello dejando caer su larga melena hasta la cintura y elaboró un maquillaje un poco más cargado en los ojos con un labial rosa carmesí. Por último tomó una gabardina negra, no se la puso, la colocó en su antebrazo. Antes de salir le comunicó a Ámbar que se iría de viaje.
Agarró sus maletas y las desplazó despacio hasta la puerta delantera, no quería darle más trabajo a nadie, e hizo lo mismo con las de Florentino que ya se había alistado y desayunado. Alessandro entró a la cocina donde se encontraba Auore ayudando a Olivia. Antes de que notaran su presencia aprovechó la oportunidad de verla, esa falda corta no hacía más que definir la silueta de su perfecto y redondo trasero, y sus piernas esculturales podían destacar. Tuvo mejor vista cuando ella se inclinó para dejar unos platos en el armario bajo. Estuvo durante un largo tiempo disfrutando de lo que veía, con sólo imaginar que pudiera poseer todo eso lo excitaba. Aurore que estaba ordenando unos alimentos no percató que había alguien más, pero Olivia sí lo hizo.
–Bueno días, Alessandro. Entra, no molestas ni mucho menos. –Él inmediatamente entendió a qué se refería, y carraspeó.
–Ya nos vamos, salga cuando termine. –Dijo dirigiéndose a Aurore.
–No puede, no desayunó todavía. –Respondió antes de que pudiera hacerlo ella.
–Lo hará en el avión. –Terminó diciendo para salir por donde vino.
–Olivia, no pasa nada. Sabes que no soy mucho de desayunar. –Le comentó a Olivia que parecía enojada por el comportamiento de Alessandro. –Ya terminé, iré a por Florentino y saldremos.
–Dame un abrazo, muchacha. Me sentiré muy sola aquí sin ustedes.
Se dieron un cálido abrazo despidiéndose y fue en busca de Florentino que permanecía en su cuarto.
–Cielo, ya nos tenemos que ir. –Le dijo mientras lo veía jugar con unos cochecitos.
–Aurore pero yo no quiero dejar a mis juguetes solos. –Respondió con tono triste.
–No te preocupes, volveremos en unos días. –Se acercó hasta estar junto a él–. ¿Qué te parece si nos llevamos a alguno de ellos para hacerte compañía?
El asintió sonriente y agarró el peluche con el que siempre duerme, lo tomó por la mano y salieron de la mansión, habían varios coches y vigilantes por los alrededores. Alessandro estaba apoyado sobre el auto terminando de colgar una llamada mientras depositaban las maletas dentro, Aurore y el pequeño se acercaron hasta su posición, trayecto que Alessando no desaprovechó para ojearla. Pero para su disgusto no era el único, todos los presentes la devoraban con la mirada. Sentía hervirle la sangre.
–Póngase la gabardina.copy right hot novel pub