El viaje fue sumamente largo, fueron al rededor de 10 horas, el malestar de Aurore fue desapareciendo, gracias a que pudo dormir un poco en el viaje. Al bajar del avión una fuerte corriente de viento los azotaba, el tiempo era gélido y frío, ni hablar del cielo oscuro y nublado. Aurore se cubrió con la gabardina, pero aun así unos escalofríos recorrían toda su espina dorsal haciéndola temblar. Se montaron en una furgoneta negra, esta vez el chófer era más joven y parecía que se conocía con Alessandro, ya que se pasaron todo el camino hablando en italiano. Florentino tenía demasiado frío, así que lo abrazó intentado que entrara en calor. El recorrido duró 30 min hasta llegar a lo que parecía ser un aparcamiento subterráneo, todos los autos que estaban estacionados eran extremadamente lujosos. Bajaron y esperaron mientras Alessandro le daba algunas señas al conductor, después de eso se encaminaron siguiéndolo. Detrás los protegían varios escoltas y dos empleados que se veían como mozos de equipaje, habían aparecido de la nada. Aurore escuchaba cómo Florentino tiritaba, estaba a punto de preguntarle si se sentía bien cuando Alessandro paró y se dió la vuelta, quitándose el saco del traje quedándose simplemente con camisa blanca, se preguntaba cómo no se moría del frío, pero el parecía estar acostumbrado a estas temperaturas tan bajas. Se acercó al pequeño y lo vistió con él, seguido de una risa entre ellos, se veía tan chistoso con la prenda, era enorme para su pequeño cuerpo.
Aurore no podía disviar su mirada de él, algo la impulsaba a no querer apartarla, sintió su corazón pegarle fuertemente al verlo sonreír, se veía tan seductor haciéndolo. Él sin previo aviso conectó su mirada con la suya, y si ella no estaba loca lo vió sonreír de lado, su mirada era tan penetrante, que ya no sabía si temblaba por el frío o por él. Apartó la vista después de un largo momento que para ella parecía ser una eternidad, siguieron caminando hasta llegar a un hotel, en la entrada tenía grabadas las palabras 'hôtel d'or', si Aurore no lo admiraba con sus propios ojos no podría imaginar que un lugar así existiera.
Se adentraron al enorme y lujoso hall, un hombre de mediana edad bastante refinado los esperaba, en su rostro se dibujó una enorme sonrisa al verlos.
–Pero, ¿a quién tenemos aquí? Alessandro Ferrari, ¿cuánto tiempo ha pasado? Ya casi 6 años, cada vez estás más galán. –Exclamó, tenía acento italiano.
Se dieron un cálido abrazo dándose palmadas en la espalda.
–¿Cómo has estado, padrino?
¿Padrino? Ahora Aurore lo entendía todo.
–Bien y ahora mejor que nunca al tenerte aquí, es un honor para nosotros recibirte. Te doy las gracias por no abandonar a este viejo y venir a visitarme, en vez de irte a tu gran casa aquí en Mónaco.
–No podía decirle que no a mi padrino. –Dijo en tono burlesco.
–Era lo menos después de tanto tiempo pidiéndote que vengas a verme. Este hombre…–Dijo agarrando con calidez su brazo, deslizó su mirada a Florentino que se entretenía mirándolo atento–. ¿Es Florentino? Pero bueno, cómo has creido jovencito, a este paso serás igual de grande y fuerte que tu tío, ¿eh?
El pequeño lo saludó con su dulce voz y río ante su comentario. El hombre al posar su vista en Aurore le dedicó la misma amplia sonrisa.
–Y esta bella dama, Alessandro. ¿Quién es?
–Es la niñera de Florentino. –Contestó sin apartar la vista de ella.
–Pues le doy mi más grata bienvenida, ustedes son mis invitados estrella. –Aurore sonrió con su comentario tan amable.
–Se lo agradezco de corazón, señor…
–Flavio Montanari.
–Muchas gracias, sr Montanari. Parece un palacio.
–Un palacio para una princesa.
Alessandro sintió algo extraño en el pecho al verla sonreír, ahora que lo pensaba era la primera vez que la veía hacerlo, notó su pulso acelerarse al notar los hoyuelos que se formaban en sus mejillas.
–Perdonen mi indiscreción, pero sino me lo hubieran dicho, pensaría que usted es la enamorada de Alessandro, hacen una magnífica pareja.
Aurore lo vió apenada sin saber qué decir, miró en dirección a Alessandro y se sorprendió descubriendo que la estaba observando con una intensidad que jamás había visto en sus ojos. Su pupilas se encontraban dilatadas y brillaban, se veía tan intimidante que no pudo mantener su mirada desviándola de nuevo al sr Montanari, pero este sonreía picaramente, era obvio que lo había notado también.
–Que ocurrencias tienes, padrino. –Dijo todavía mirándola fijamente. Aurore no lo veía, pero sentía su mirada vehemente sobre ella.
–No creas, Alessandro. A veces mi ocurrencias toman forma. –Era evidente que algo pasaba entre ellos, con tan solo mirarse las demás personas parecían desaparecer–. A veces las miradas dicen más que mil palabras. –Alessandro quitó al fin su vista de Aurore entendiendo a qué se refería su padrino–. Digo, es una frase muy común aquí en Francia. En Italia dicen que las miradas dicen a gritos lo que el corazón calla.copy right hot novel pub