Abrí los ojos y lo primero que vi fue un jardín, habían flores, árboles... Como cuando es primavera, todo es de colores y las hojas de los árboles se caen. Me levanté con cautela, recordando que el dolor de antes ya no lo sentía, me sentía bien... Sin dolor, ni físico ni emocional.
Estaba vestida con una bata blanca y iba descalza, mi cabello estaba suelto también. Miré a mis alrededores en busca de algo, de alguien que me hiciera saber dónde estaba. Este lugar no se parecía en nada a la tierra. Sé que suena alocado pero lo es. Caminé sin rumbo, había uno que otro pajarito. Encontré un río, el agua era tan clarita que daba cierta admiración y entonces lo vi.
Ahí, en unos cuantos metros más adelante de mí, estaba él, esa personas que más amé en el mundo, esa persona que me había dejado a tan poca edad, ahora estaba parado justo frente a mí, sonriéndome.
Mi papá.
Cubrí mi boca con una mano y dejé escapar un sollozo. No me lo podía creer. ¿Esto era un sueño? Si más no recuerdo estaba en el fondo del lago, muriéndome... Entonces ¿estaba muerta? ¿era eso?.
—¿No le das un abrazo a tu padre? —cuestionó, abriendo sus brazos para mí.
Sonreí nerviosa y, sin pensarlo, corrí hacie él y lo abracé. Sentí una enorme paz al tenerlo conmigo, al sentir sus brazos rodeándome, su calor otra vez cerca de mí. Jamás pensé que algún día lo iba a volver a ver. Lo extrañaba tanto.
—No sabes cuánta falta me has hecho, —musité, dejando escapar otro sollozo. Las lágrimas empezaron a salir, eran de felicidad.
—Lo sé, pequeña, también ustedes me han hecho falta. —susurró en mi oído.
Nos separamos lentamente y lo miré a los ojos. Él limpió una lágrima de mi mejilla.
—Nunca creí volver a verte. —admití, aún llorando.
Sonrió pasivo.
—Yo tampoco esperaba verte tan pronto. —admitió también, con cierto desconcierto.
Un nudo en el estómago se me instaló. Entonces había muerto.
—¿Estoy muerta? —pregunté más para mí misma.—Ya no veré a mamá, ni a mis amigos... Ni a Caleb. —muy en el fondo pude sentir una punzada de dolor en mi pecho, en mi corazón.
—Claro que los verás, Katalina, no sé aún porqué estás aquí pero este no es tu lugar. —dijo.
Fruncí el ceño. No entendía bien qué me quería decir.
—¿Qué? ¿cómo? No entiendo. —me separé un poco de él. —¿Acaso no estamos en el cielo? Quieres decir que... ¿debí haber ido al infierno? —la piel se me erizó al decir eso último.
Papá se relajo un poco y sonrió, negando con la cabeza.
—No, pequeña, lo que quiero decir es que este no es tu momento. No es tu hora. Todavía tienes mucho porqué vivir. —explicó.
El alivió se abrió paso en mí. Ya me estaba asustando.
—Deberías de explicarte mejor, me estabas asustando. —le dije, sonriendo y llevándome una mano al pecho.
Rió.
Me hacía tanta falta escuchar esa risa. No lo pensé dos veces y lo volví a abrazar, esta vez un poco mas fuerte porque no lo quería soltar, tantos años sin verlo, sin abrazarlo y ahora que tengo la oportunidad de hacerlo la aprovecharé.
—Quisiera quedarme contigo. —susurré.
Me sobó la espalda.
—Yo también, pero ya llegará el momento en el que estemos todos juntos. —lo dijo con mucha seguridad que parecía real. Quizá él ya haya visto el futuro. Decidí creer en él y pensar que esta no sería la última vez que nos veríamos.
—Cuida a tu mamá, Frank parece un buen tipo. —murmuró. En ese momento me separé de él y lo miré.
—¿Cómo sabes que mamá está con Frank? —cuestioné, arqueando una ceja en su dirección.
Sonrió. Tenía algo de barba y juraría que lo veía más joven, rejuvenecido, como si tuviera casi mi edad.
—Siempre estoy con ustedes, cuidándolas. Aunque no puedan verme, siempre estoy ahí.copy right hot novel pub