Ian puso los ojos en blanco cuando su teléfono celular volvió a sonar otra vez esa noche en verdad que ya lo tenían cansado con toda la mierda que estaba pasando. Habían pasado semanas desde que todos sabían las nuevas reglas y demás cosas que él había puesto. Ni siquiera había estado al pendiente de Rachel y no sabía cómo saldría ese día después de arreglar muchas cosas, Rachel al fin sería operada de la vista.
El embarazo de la omega sería sin complicaciones a menos que esta tomara las medidas necesarias. La semana pasada hubiese sido todo, pero decidió esperar un poco más en lo que todo se calmaba las cosas, pero parecía imposible.
Estaba en la sala de la casa presidencial observando cómo sus empleados se movían de un lado a otro para preparar quién sabe qué de su esposa. Intentó hacer memoria de qué día era ese pero en verdad que todo se iba a la mierda cuando pensaba en Rachel y sólo en ella.
Sólo esperaba que todo saliera como lo tenía planeado o si no iba a enloquecer si algo salía mal ese día. Zaid tenía algo en mente al igual que Leonard, el cual estaba más que feliz con Carla y que también jugaba a la casita feliz con su esposa Camila.
Miró la hora en su reloj y solo tuvo que llamar a un par de hombres para preparar todo y poder salir de ese lugar lo antes posible, porque estaba a nada de volverse loco con tanto alboroto que esas personas estaban haciendo.
— ¿A dónde crees que vas? — su esposa se colocó en frente de él —. No puedes irte el día de mi cumpleaños. Eres mi esposo.
— Sólo por un papel — rodó los ojos —. No estaré aquí para este fracaso, tengo cosas que hacer.
— Irás a ver a esa estúpida omega — suspiró —. Debes de quedarte, la prensa estará aquí en unas horas, será raro que mi esposo no esté donde le corresponde.
— No estaré aquí para ver este circo, Jessica — sonrió, sin mostrar los dientes —. No puedes obligarme, puedo matarte en un abrir y cerrar de ojos si lo deseo.
— No puedes hacerme nada de lo que estás planeando hacerme — se cruzó de brazos —. Así que sé un buen esposo y quédate conmigo.
— No — le pasó por el lado —. Adiós, hasta que se me dé la gana — dicho eso salió de la casa por la puerta trasera, donde lo esperaban varios vehículos y sus hombres.
Jessica pateó el piso cuando lo vio salir como si ella no importara en lo más mínimo y eso es algo que en verdad la fastidia de sobremanera cuando no le hacen caso a sus peticiones de diva. Su mandíbula se puso tensa y buscó su teléfono para hacer una simple llamada a Edward.
En cambio Ian estaba mirando su nuevo teléfono que Leonard le había mandado con uno de sus hombres de confianza, ahora todo estaba en su lugar hasta nuevo aviso en lo que las cosas se pusieran color de hormigas.
Se colocó la peluca y el chaleco de cuerpo después de quitarse algunas prendas de su cuerpo. Salió como si nada del coche y entró rápidamente buscando con la mirada el elevador en menos de dos minutos llegó al tercer piso donde encontró a Zaid junto con Carla y Valeria.
— Al fin llegas — dijo, antes de soltar una carcajada —. Te ves horrible con esa ropa, Ian.
— No me digas — rodó los ojos —. Fue lo mejor que encontré en mi closet — dijo, sarcástico.
— Sí, claro. Te has salido de la fiesta de cumpleaños de tu esposa — colocó uno de sus brazos alrededor de los hombros de Valeria.
—No me gusta estar cerca de esa víbora y menos este día — se sentó al lado de Carla —. Leonard te manda saludos, dice que te portes bien y que no hagas nada en lo que no está.
— Como si le importara lo que hago ahora — se cruzó de brazos mirando hacia el piso —. Que siga con su esposa en lo que me quedo aquí mirándole el trasero al doctor de Rachel, ahí sí que tengo buena vista.
— Menudo trasero el que tiene ese doctor — Valeria chocó los cinco con Carla, logrando que Zaid soltara un gruñido que la mantuvo en su lugar —. Lo siento.
— Yo no lo siento — se burló Carla.
— Creo que llamaré a Leonard para que venga a ver esto — sacó su nuevo teléfono —. Esto se pondrá interesante — marcó un par de números.
— Dale, quiero que me castigue — ironizó —. Si es que viene el hijo de...
— No tuve que llamarlo — señaló el elevador —. Allí viene..., y está leyendo mis mensajes.
— No lo hiciste — abrió la boca en una perfecta O —. Me van a matar.
— ¡Carla! — la mencionada se levantó de golpe —. Ven aquí, ahora.
— Sólo estaba bromeando — se apresuró a decir —. Lo juro..copy right hot novel pub