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En las manos del presidente

Capítulo 28

Rachel no supo qué decir. Esa persona era su hermano, el mismo sujeto que la vendió porque supuestamente no quería estar con ella y por la falta de dinero. Aunque, nunca había salido de su habitación en esa casa.

— Sé que muchos están algo sorprendidos por la noticia, pero les aseguro que para mi es algo grande también — su expresión cambió —. La he estado buscando por años, y fue grato verla — extendió su mano derecha en su dirección —. ¿Puedes venir conmigo, hermana?

— Yo… — buscó con la mirada la aprobación de su esposo —. No sé que hacer, esto es nuevo.

— Ve, estaré aquí — besó sus nudillos —. Te amo.

— También te amo…

Rachel se puso de pie con pesar, caminando hacia donde estaba su hermano esperándola con una sonrisa falsa. El abrazo que este le dio casi la deja sin aire, no era lo que esperaba de él. Quería salir corriendo, huir y no tener nada más que hacer.

— No sabes lo feliz que me haces al tenerte conmigo — la abrazó —. No sabes las ganas que tengo de matarte. Ya para estas alturas tenías que estar muerta y no siendo la primera dama de este país.

— ¿Qué?

— Sonríe — se alejó, abrazándola por la cadera —. Mi hermana está algo sorprendida de verme, pero les aseguro que su emoción es genuina y se alegra. Muchas gracias por estar aquí y el encargado dirá unas palabras para el presidente.

Ni siquiera pudo responderle, porque se la estaba llevando a otro lugar. Temía que su reacción no fuera lo que esperaba, la manera en la que le habló hace un momento. Entraron a una habitación en la que dos guardias estaban parados en la puerta.

— Entra y no me hagas repetirlo — la empujó —, ¿No se suponía que tú tenías que estar muerta?

— No entiendo…

— Sí, entiendes — golpeó su frente con ambos dedos —. Te vendí por unos cuantos dólares, porque creía que no ibas a pasar más de una semana, pero Tomy me dijo que estabas con alguien de mucho dinero y resultó ser el presidente de este país.

— ¿Cómo?

— Hermana — fue hacia una de las sillas, indicándole que se sentara en el sofá —. Después de que te quedaste a mi cargo, decidí dejarte a un lado, que supieras que tienes todas las de perder conmigo, pero no puedo… menos ahora que estás con ese sujeto.

— No sé de qué me estás hablando, no recuerdo mucho…

— Lo recuerdas todo — cruzó sus piernas —. Hagamos una cosa.

— Tengo que volver…

— Te quedarás en donde estás, no te vas a mover de tu lugar y no me importa lo que tengas que decirme, ¿Quedó claro?

— Entiendo — asintió, asustada —, ¿Qué es lo que quieres decirme?

— Haremos un trato —ladeó la cabeza —. Yo te digo algo que te interesará saber, y tú me dices todo lo que sabes de tu esposo.

— No sé nada…

— Escúchame — la silenció —. Tu esposo sacó a tus hijos del país — miró el reloj en su muñeca —.copy right hot novel pub

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