Amelia había pasado una semana chillando de dolor cada vez que se sentaba en un sitio, pero para el sábado en la mañana el día de la boda de Samira el dolor había disminuido enormemente y como le había prometido a la joven Samira se encontró a primera hora de la mañana en su casa para ayudarla.
Samira había empacado todas sus cosas y estas serian trasladadas a su nueva casa una vez el matrimonio se celebrase, pero no había novia más triste en el mundo que ella, cuando amelia entró en su habitación la encontró a ella sola sentada frente al espejo con una cara de tristeza extrema, tenía unas enormes ojeras que resaltan aún más por el color de su piel pálida natural, parecía un cadáver viviente.
Amelia la ayudó a peinarse, aunque ella no tuviese ningún tipo de experiencia en los peinados de las novias de esa época, sin embargo, Amelia sabía hacer trenzas coronas y holandesas así que unió ambos conocimientos para hacerle una hermosa trenza de corona con un tejido holandés dejando algunos cabellos sueltos, agrego también unas perlas:
-Es hermosa -dijo Samira sin que su expresión cambiara
-Solo es bonita porque tú lo eres
-Amelia no quiero casarme con ese hombre -dijo de repente rompiendo en lágrimas
-Lo sé -Amelia la abrazo tratando de consolarla
-no quiero tener que hacer esas cosas con ese hombre -se lamentó y Amelia la abrazó más fuerte -dios ¿voy a tener que besarlo? -Amelia suspiro, lamentablemente Samira tendría que hacer mucho más que besarlo, me da asco ese hombre -Nunca antes he besado a nadie y será con ese hombre -Amelia la vio sorprendida, era obvio que ella nunca había besado a nadie era una niña y aparte por su educación en casa y la servidumbre siguiéndola todo el día nunca había tenido su primer beso
-Samira no puedo hacer nada por impedir tu boda, pero si tú quieres puedo besarte
-¿qué? -Samira la vio sorprendida
-Ninguna persona en el mundo tiene que vivir con el recuerdo de un primer beso con alguien que le dé asco -Respondió Amelia y Samira asintió, ambas chicas compartieron un suave y rápido beso, para ambas fue extraño, sin embargo, fue Samira la primera en hablar
-huyamos juntas
-¿Qué? -preguntó Amelia
-Si vámonos juntas
-Oh Samira sabes que no podemos hacer eso -la abrazo -aparte te quiero mucho pero no de esa manera
Ese sábado a los ojos de la iglesia, de dios, Cipriano, Edward, el vizconde Navarra, los gemelos Laurens y de Amelia, Samira se casó con el barón Fitz, la celebración como toda boda era alegre, pero contrastaba enormemente con la cara de la novia.
Más tarde durante la fiesta de la boda, Cipriano se encontraba hablando con los gemelos Laurens y el vizconde Navarra, hacía unas semanas el vizconde no se separaba de Amelia, pero ahora se encontraba pegado a Olivia, esto le sorprendió a Cipriano aunque no del todo:
-No he visto novia más triste ¿No creen? -Comentó el vizconde y todos estaban de acuerdo, el novio se estaba emborrachando y disfrutando de la celebración y, en cambio, la jovencita estaba a borde de las lágrimas, pero rápidamente vieron a Amelia acercarse y abrazarla con mucha fuerza, Cipriano noto un suspiro de tristeza viniendo de parte de Olivia
-Señorita Laurens no la he visto darle las felicitaciones a los novios, pensé que al ser su amiga sería la primera en dar sus felicitaciones… ¿Pasó algo entre ustedes?
-No, claro que no… es solo que… -Ella miró al vizconde y luego a Amelia y Cipriano comprendió que para Olivia el hecho de estar siendo cortejada por el antiguo pretendiente de su amiga la hacía sentir culpable
-Oh lo entiendo -lo interrumpió -Si eso le molesta debería hablarlo con ella
-¿Y qué hay de usted? -Pregunto ella y él se quedó viendo fijamente Amelia que llevaba un vestido de seda color verde olivo con lazos negros, esos colores tan brillantes no eran fáciles de usar, sin embargo, ella parecía llevarlos con total elegancia
-Yo ya felicité a los novios -respondió Cipriano
-No me refería a eso, me refería a si ya lo hablo con Edward
-¿Hablar conmigo sobre qué? -interrumpió Edward quien llevaba de la mano a la joven señorita Baudin. Minutos antes Edward se había encontrado con las mujeres y el joven barón de Baudin, él planeaba hablar con la señorita Olivia una vez más, sin embargo, mientras hablaba con la joven observó como Olivia compartía un baile con el vizconde y ambos reían parecían tan felices que lo hacía pensar ¿por qué tenía que seguir insistiendo con Olivia? Ella había afirmado que lo amaba, sin embargo, era ella la que se encontraba siendo cortejada por otro hombre como había pasado años antes, si ella podía tener otro pretendiente ¿Por qué él no podía cortejar a nadie más?
-Solo quería saber si ya éramos amigos otra vez
-Nunca dejamos de serlo -respondió Edward encogiéndose de hombros y con un tono de voz despreocupada -es un gusto saludarlos voy a bailar con la señorita -Edward sabía que el hecho de decir que bailaría con la señorita con Úrsula era solo un alarde infantil, ni siquiera le caía bien la joven, pero era la única que estuvo lo suficientemente cerca para que invitarla a bailar
-Hermana -interrumpió Oliver que se había encontrado muy centrado en su conversación con el vizconde- voy a invitar a la novia -eso hizo que todos los presentes voltearon a verlo incluida la señorita Baudin, era bien conocido que Oliver no era el hombre más audaz del mundo y mucho menos para invitar a una recién casada a un baile -Creo que merece distraerse un momento -se sintió obligado a explicar, sus orejas se pusieron rojas y nadie incluida la señorita Úrsula a la que la novia no le caía para nada bien, pero aun así había sentido algo de lástima al ver ese rostro de tristeza durante la boda, sintieron que el joven Oliver tenía razón -Acompáñame… -Le dijo a su hermana después de un minuto
-¿Qué? ¿Por qué? -Fue la respuesta de ella
-La novia se encuentra con la señorita Amelia y no quiero involucrarme en su conversación
-Mi prima no muerde joven Oliver -gruño Edward -Pero Cipriano o el vizconde podría invitarla a bailar para que sea más casual
-Lo siento yo paso -Cipriano se negó, se negaba a hablar con Amelia y sus delirios de mujer que venía del futuro, incluso durante la semana que pasó se le había pasado por la cabeza la idea de declarar a la joven Amelia como loca, aunque hacerlo implicaba que Edward se vería muy perjudicado, ya que él apoyaba sus locuras, ¿aunque lo haría al punto de aceptar las consecuencias? Edward lo miró como si le estuviera preguntando ¿otra vez se pelearon? Claro que él no sabía todo lo que había pasado prácticamente en frente de sus narices por lo que no podía imaginarse que la discusión esta vez había herido de manera diferente a Cipriano
-Lo siento conde, yo también debo negar la invitación -Dijo el vizconde Navarra que llevaba rato tosiendo, Cipriano había notado que el sonido de la tos sonaba cada vez peor, pero su tos nunca había impedido al vizconde aceptar un baile
-¿Está bien?
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