Mientras Amelia cenaba con Edward y Cipriano noto que todos estaban en una de esas etapas de la vida en el que todo “está mal” pero de cierta manera todo parece ir “bien”:
-¿Entonces es cierto que Samira Fitz está embarazada? -Preguntó Edward como si quisiera sacar conversación, ya que desde hacía un rato todo estaba en silencio
-Eso parece -Respondió Amelia
-Es sorprendente que ese anciano dejase embarazada a la joven tan rápido -dijo Cipriano llevando un pan con abundante mantequilla en a la boca, Amelia sabía todo lo que se decía sobre él en la ciudad, puesto que siendo tan popular entre los nobles no le era ajena las habladurías y aunque no podía decir que se llevase bien con él, ambos habían tenido una especie de relación por lo que trato de desmentir los rumores, pero ocurre que no podía decir “la señora Baudin invento ese rumor”, ya que no tenía pruebas y también se sentía culpable de la situación, ella había causado mucho ruido aquella vez por lo que rumores habían surgido a partir de allí
-Y pensar que los González llevan años casados y no tienen hijos -Dijo Edward -me pregunto cuánto tiempo pasará para que Olivia quede embarazada -Edward sonrió pensando en un montón de bebes con los ojos de Olivia y su espeso cabello oscuro
-No hay forma de saber si tendrás hijos o no podría ser un matrimonio estéril como los González -dijo Cipriano su frustración por no trabajar la estaba cobrando dando comentarios poco apropiados o amables, él lo sabía, pero parecía que su cerebro y su lengua estaban desconectados y su lengua decía lo que le daba la gana, noto como Amelia lo fulminaba con la mirada, sin embargo, Edward no le dio importancia
-Claro que tendré hijos no ves a mi descendiente sentada en la mesa -se rio Edward, tanto Amelia como Cipriano pensaron que no importaba lo que les pasara a Edward cuando este estaba feliz todo le daba igual
-oh cierto -dijo Cipriano fingiendo sorpresa -¿Si hoy muere Edward tú también morirás verdad?
-¿Quieres matar a Edward para comprobarlo? -Gruño a Amelia, por mucho que Cipriano estuviese pasando un mal momento no dejaría que la tratara mal
-Jamás le haría daño a Edward -suspiro Cipriano entendiendo que tal vez su comentario había sido demasiado
La cena transcurrió en silencio y una vez terminada, Mary Ann que había comido en el comedor de servicio con su madre, se unió a Amelia, Edward y Cipriano en el salón donde la niña leyó un capítulo de una novela que estaba de moda y de lo que tanto los nobles y la servidumbre disfrutaban.
Cipriano notó que la niña lo seguía mirando con recelo, la niña no había sido expuesta a las habladurías que había en la ciudad, sin embargo, la niña se había sentido algo intimidada por lo extraño que le resultaba el color de ojos del hombre, aunque la niña había tenido la oportunidad de conocer mejor a Cipriano seguía teniendo sus distancias hacia él, Cipriano nunca había sido popular entre los niños ni siquiera cuando él era uno, los niños pueden llegar a hacer más crueles que los mismos adultos cuando están ante una persona con una apariencia un poco distinta, sin embargo, Mary era una niña que a pesar de su personalidad de abuelita amagada le agradaba bastante y esperaba que la niña algún día dejara de verlo de esa manera.
Edward que no era ajeno a la situación de su protegida con su amigo se quedó pensando en cómo podía hacer para que la niña no hiciera sentir incómodo a Cipriano que estaba pasando por muchas cosas en ese momento, él había observado que la niña se encantaba con las cosas más frívolas de los nobles, la niña se había encantado de Olivia por su exquisito gusto en la ropa, se había encantado de Oliver cuando lo había visto cabalgar con tanta elegancia el día que vino a discutir sobre la dote de Olivia y aunque Amelia no fuese la mujer con modales más refinados parecía que la niña había sido hechizada por ella y todos lo que giraba a su alrededor, así que se le ocurrió algo que tal vez podría hacer que Mary Ann comenzara a agradarle Cipriano:
-Priano ¿Podrías tocar el piano? -Pregunto de repente Edward, Cipriano se sintió realmente extrañado por esta petición, pero decidió complacer a su amigo con una o dos piezas
Edward vio como su amigo se paraba y caminaba hasta un piano de color caoba que tenía una función más decorativa que funcional en la mansión, Obviamente el conde había aprendido a tocarlo, pero no era realmente bueno, Cipriano, sin embargo, era un pianista nato.
Cuando las primeras notas comenzaron a resonar en la habitación supo al instante que su pequeño plan parecía dar resultado, se alegró a ver que la expresión de Mary Ann se suavizaba y comenzaba a disfrutar la música no obstante él sintió un poco de celos hacia Cipriano, él siempre había querido poder destacar en la música como lo hacía su amigo, pero la música y él parecían algo incompatibles y aunque él sabía que Cipriano era un inútil con respecto a la contabilidad y Edward era prácticamente un genio, la gente no va por allí mostrando libros de contabilidad, pero la música era otra cosa:
-Toca increíble -dijo Amelia sorprendida cuando Cipriano terminaba de tocar la pieza
-No es para tanto ¿Usted no toca ningún instrumento? -preguntó el doctor tratando de dejar de lado su mal humor, no preguntaba por qué realmente le interesaba solo quería ser amable
-Me temo que no, no tengo oído musical -reconoció ella
-No te sientas mal prima, creo que eso es algo de familia -Dijo Edward mientras se levantaba de su asiento -debo ir a terminar algunas cosas de mi trabajo, así que debo despedirme
-en serio quería que me acompañaras a dar una caminata por el jardín -Amelia había evitado asistir a las fiestas a la que la habían invitado por lo que solo había asistido a la fiesta de apertura de la temporada, por lo tanto, se había visto encerrada en la mansión y esta se encontraba completamente aburrida así que había decidido dar un paseo para tratar de distraerse un poco
-Cipriano ¿puedes acompañarla? -preguntó Edward después de meditarlo un momento
-Si -Dijo Cipriano levantándose y ofreciéndole el brazo ella se ayudó de él para levantarse de su asiento -Pero que sea corto ¿si? -Amelia no quería salir a pasear con Cipriano, pero estaba tan aburrida que no le importaba que su paseo se viera empañado en por el humor del hombre, incluso agradecería un poco si el hombre y ella se peleaban para así tener algo que la distrajera de cosas más serias como el maltrato que recibía Samira.
Cipriano por su parte no quería ir de paseo con Amelia, ya de por sí tendría mucho que caminar, sus ahorros no alcanzaban para seguir pagando el transporte y la caballeriza, por lo que había llegado con su yegua y planeaba dejarla en la caballeriza de Edward, no le había dicho nada a Edward aún, pero sabía que este no se opondría, sin embargo, eso significaba que debía regresar a su hogar caminando
-¿Y yo? -Preguntó Mary Ann antes de que alguien saliera de la habitación
-Tú vas a dormir -ordenó Edward, la niña hizo un puchero, pero se levantó y se dirigió hacia la habitación que le habían asignado
Cipriano y Amelia se encontraron caminando por un jardín bien iluminado por las farolas de aceite, ambos iban en silencio sin saber si debían conversar o no sobre algún tema:
-Entonces ¿se casará con la pelirroja? -preguntó de repente Cipriano
-No lo creo -suspiró Cipriano -¿y usted ya probó su tontería del lago?
-No aún -respondió ella, Amelia lo vio de reojo, él miraba hacia el frente por lo que solo podía ver su ojo castaño fijo en su camino, una oleada de calor le inundó el cuerpo al tener pequeños recuerdos de la noche del compromiso, Cipriano había estado tan borracho ese día que no se acordaba de nada, ella supo de la laguna mental de él tan pronto lo vio al día anterior por expresión de “he bebido demasiado y creo que cometí un error anoche” y aunque ambos habían estado tan borrachos para hacer tonterías, ella se sintió sucia de recordar lo que había pasada y él no, había sido un error estúpido que se vuelve más pesado porque ella sí entendía la diferencia de tomar decisiones borrachos a tomar decisiones serias y lo que habían hecho no podía volver a repetirse o por lo menos no en las mismas condiciones, pero fuera de eso en su interior sabía que ambos habían disfrutado mucho de su encuentro -¿hace calor no cree? -le pregunto al doctor y este la vio como si no estuviera de acuerdo, sin embargo, noto las mejillas sonrojadas de ella
-¿quiere volver?
-tal vez podamos refrescarnos en el lago -dijo ella y entonces Cipriano entendió a qué clase de calor se refería ella
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