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La Llave En El Lago

Capítulo 36:

El trío se quedó viendo marchar al anciano, sin embargo, el primo de Cipriano se quedó observando a Amelia, ella no sabía quién era él aunque sospechaba de su parentesco con el desagradable anciano y el antipático del doctorcito.

Ni Cipriano ni Edward entendían por qué el Barón se había quedado allí parado viendo fijamente a la joven, pero antes de que pudieran hablar:

-Señorita ya que ni mi primo ni su amigo me honran con una presentación adecuada me presento soy Donato Salomón DeLuca barón de…

-No me interesa -lo interrumpió Amelia de tal manera que los curiosos que se habían agrupado para ver la escena se quedaron sorprendidos, pero el humor de Amelia había cambiado radicalmente a partir de la conversación con el padre de Cipriano por lo que no estaba dispuesta a escuchar más de ningún título ni alardes de dinero, El hombre la vio y sonrió con arrogancia, Cipriano entendió su primo siempre había sido un niño mimado que quería lo mejor, lo más bello o lo más caro, había encontrado esas cualidades en Amelia, su esposa Crista había sido una mujer increíblemente hermosa y esa fue la razón de su unión y aun con lo hermosa que era Crista ella no se podía comparar con la belleza de Amelia de eso Cipriano estaba seguro

-Esta temporada de cortejo va a ser interesante ¿Cierto primo? -Donato no espero a que él contestara, simplemente desapareció entre la multitud que comenzó a dispersarse al darse cuenta de que no pasaría nada más digno de comentarse

-¡Eso ha sido increíble! -Dijo Edward que había visto a los gemelos Laurens a un lado de la puerta -Tengo que hablar con alguien, espérame aquí -le dijo a Amelia -Priano te espero en la cena -dijo Edward antes de desaparecer en la multitud

-¿Con quién va a hablar? -Preguntó Cipriano sin esperar una respuesta arrugó el entrecejo confundido -¿Me acaba de invitar a una cena?

-No sé con quién va a hablar, pero parece tener prisa -Le respondió Amelia quien había perdido a Edward entre la multitud, había muchas personas en la iglesia -¿Le extraña que le invite a cenar? -Ambos se miraron fijamente y ambos se sintieron sonrojar, se dieron cuenta de que era la primera vez que hablaban desde que durmieron juntos

-No, no es extraño… solo que -él no sabía que decir -Edward cree que es mejor que no estemos juntos -Amelia comprendió el porqué inmediatamente aún recordaba la amenaza de Edward de un duelo que podría acabar con la vida de alguno de los implicados

-Entiendo, entonces debería irme entonces… -Amelia no entendía por qué se sentía tan avergonzada, tal vez había pasado demasiado tiempo en esa época que se le estaba pegando lo mojigata

-No -Fue la respuesta de Cipriano y ella pudo notar como toda su cara incluida las orejas tomaban una tonalidad roja -Edward le pidió que se quedase acá, me marcharé yo -Él también se sentía avergonzado y en contra de su buena educación se quedó viendo el piso -Pero antes quería disculparme…

-¡Doctor Deluca! -Cipriano y Amelia se sobresaltaron al darse cuenta de que a su lado se encontraba el vizconde Navarra, Cipriano se alegró de que el vizconde no esperará a que terminara la frase que iba a hacer muy comprometedora -Me alegra verlos a ambos ¿Qué tal le pareció la misa? -Preguntó el vizconde mirando a Amelia -Creo que es la primera vez que la veo en la iglesia desde su llegada

-oh, si fue un servicio encantador -Respondió Amelia mirando de reojo al doctorcito que todavía miraba al suelo con vergüenza

Edward se paró con total decisión frente a los gemelos, no importaba cuánto tiempo le llevará conociendo a los hermanos siempre le sorprendería el enorme parecido, Oliver era solo un poco más alto que su hermana y llevaba el cabello lo más corto posible, lamentablemente para Oliver él no era un hombre que le saliera una barba espesa y uniforme por lo que no podía ocultar sus facciones que al igual que su hermana eran delicadas, aunque también era una cuestión de perspectiva la mitad de la ciudad aseguraban que Olivia tenía facciones muy masculinas parecidas a lo de su hermano y la otra mitad aseguraban que Oliver tenía facciones muy femeninas parecidas a la de su hermana:

-Buenos días, excelencia -La señorita Laurens saludo con una leve reverencia, un saludo perfecto de una joven bien educada, su hermano también lo saludó y él les devolvió el saludo

-En realidad Oliver me gustaría hablar algo con tu hermana ¿Si es posible? -Edward se sentía ridículo pidiendo un permiso para hablar con Olivia quien había conocido toda su vida y por lo que sabía ella era la mayor de los dos lo que hacía la situación más ridícula

-No es posible -Se negó Oliver frunciendo el ceño, hace un par de días cuando lo había visto después de tanto tiempo le dio la impresión de que Oliver le tenía miedo a él, pero en estos momentos parecía ser lo contrario, tanto que incluso se había negado

-No seas ridículo Oliver -le dijo Olivia malhumorada, Edward se preguntó si ambos habían discutido antes de que él llegara, nunca los había visto a ambos tan enojados como lo parecían estar ahora -Por supuesto que hablaré con usted -Olivia le extendió la mano y ambos se retiraron unos cuantos pasos más lejos de la multitud -Lamento lo de mi hermano ¿Qué quiere hablar conmigo? -Olivia le dio una sonrisa

-Quería pedirle una disculpa -Dijo él sin rodeos, ella se sorprendió

-¿Por qué? -Olivia no recordaba que el conde le hubiese hecho o dicho nada recientemente que pudiera ofenderla

-seguro que su hermano le dijo lo que he dicho de usted hace años y quiero que sepa que desde el momento en que exprese esas palabras me he arrepentido -Olivia sabía a qué se refería por supuesto, no esperaba unas disculpas de su parte después de tantos años y no sabía que responderle “Lo correcto es aceptar sus disculpas ¿cierto?” se preguntaba a sí misma, pero antes de que pudiera contestar una voz conocida y arrogante saludo al conde de Wilson

-Buenos días, excelencia -Saludo la señorita Baudin, Edward ni siquiera se molestó en verla, esperaba la respuesta de la señorita Laurens, pero si la hubiese visto se hubiese preguntado de dónde rayos había sacado un vaso con agua en medio de la misa de una iglesia, el vaso que llevaba la señorita Baudin por supuesto se lo había pedido al párroco con la excusa de que su madre se sentía mal por estar rodeada de tantas personas y tal vez un vaso de agua la haría sentir mejor, pero en realidad esta había pedido el agua por si tenía que luchar para tener una conversación con un hombre como Edward, soltero, guapo, con un buen título y lo mejor de todo muy rico, esta idea le había surgido minutos antes cuando el doctor Deluca que solo era soltero y guapo la había dejado hablando sola -¿Qué le pareció el servicio?

-Buenos días, señorita Baudin -Respondió Edward el saludo porque la cortesía así lo dicta no porque quisiera hablarle -En estos momentos me encuentro en medio de una conversación… -le iba a pedir que se retirara, pero la joven que ya sabía de antemano que sus intentos de entablar una conversación con el conde serían un fracaso se adelantó

-oh por supuesto, me siento encantada de poder haberlo saludado me… -En ese momento dio un paso y fingió tropezar lanzando encima de la señorita Laurens el vaso de agua, Olivia quedó completamente empapada -¡Oh dios mío que he hecho! -gritó Úrsula fingiendo preocupación, Olivia parecía no saber cómo reaccionar, Edward le ofreció su pañuelo y Oliver llegó al lado de su hermana más rápido que un rayo, le dio su abrigo y miró con una mirada llena de desdén a la señorita Baudin, a ella no le interesaba que el gemelo la viera de mala manera, al final de cuentas era solo un joven soltero, con belleza regular, con un título que apenas valía de algo y sin dinero -Lo siento tanto Olivia, fue un accidente

-deberían irse antes de que la señorita se resfríe -Dijo Edward ignorando a la señorita Baudin, Oliver asintió y para frustración de Úrsula, Edward los acompaño dejándola a ella sola y malhumorada.

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