El día de las chicas
Amelia casi no durmió por esperar los chismes, como le había dicho a Cipriano la noche anterior no le importaba ella sino Edward y cuando las servidumbres habían regresado de sus compras de las mañanas en el mercado sonreían de oreja a oreja con ganas de contar cada uno de los jugosos chismes que habían recolectado en el mercado de la ciudad, Amelia desde que había llegado nunca las trato como servidumbre y se metía en las mañanas a la cocina mientras Edward seguía durmiendo a ayudar con las cosas que había que hacer y aunque al principio las jóvenes que servían en la cocina la miraban con verdadera sospecha e insistió que fuera a dormir poco a poco se fueron acostumbrando y no se podía decir que eran sus amigas, pero sí que se llevaba lo bastante bien para pedirles los chismes:
-¿y bien?
Así le contaron todos y cada uno de los rumores que se decían en la ciudad, ninguno se podía considerar que le traería problemas a alguien y el que más había causado risas era el de una posible unión entre Cipriano y ella, pensó en la noche anterior y la verdad es que ambos se habían contenido en los comentarios sarcásticos y en las peleas, se trataron con mucha amabilidad, pero le parecía que con solo unos comentarios corteses y un par de bailes no debían ser suficientes para asegurar que iba a haber una boda en el futuro.
Antes de las diez de la mañana ya Amelia se encontraba en un estado total de ansiedad, había quedado con la señorita Olivia para ir de comprar aunque ella no tenía nada que comprar, sin embargo, también se las había arreglado para preguntarle a la señorita Cecil si quería acompañarlas y el recado fue contestado tan rápido como fue enviado, pero Edward le había indicado que no podía salir sin una doncella y él no había salido de su cuarto por lo que no había podido pedirle a nadie que la acompañara, sin embargo, cuando ya se habían hecho las once de la mañana y estaba claro que no iba a salir, le pidió a una de las chicas que sirviera como doncella por ese día y le rogó a la señora Beatriz que le informara a su primo que había salido, todavía le quedaba algo de dinero de la salida de los vestidos, la chica de la cocina le ayudó a ponerse un vestido rosado con encajes blancos y un sombrero más grande que su cabeza y antes de que Edward se levantara ya ella se encontraba de camino a recoger a las demás señoritas, con cariño pensaba en Hannah que siempre la iba a recoger a su casa cuando iban a salir incluso cuando salían en grupos grandes ella pasaba por Hannah, primero pasaron por la señorita Cecil y luego por la señorita Laurens que no vivía tan lejos de la señorita Cecil como Amelia se había imaginado, al llegar se encontraron con los gemelos en la puerta:
-Disculpe señorita, pero no tenemos una doncella que acompañe a mi hermana el día de hoy -Dijo Oliver y parecía bastante humillado por la situación
-No hay problema, soy una viuda y tenemos dos doncellas ¿Cree que aun así su hermana necesite una? -fue la respuesta de Amelia quien trató de minimizar el asunto
-oh si no le incomoda cuidar de ella entonces creo que no tengo objeciones- El joven parecía demasiado avergonzado que Amelia trato de dejar de lado sus pensamientos sobre la poca libertad que tenían las mujeres de la época e invitó a la chica a subir al carruaje, las doncellas que estaban entrenadas para hacer la vista gorda a lo que se decía en el carruaje mantuvieron su vista en otro lado y su propia conversación privada murmurando al oído, Oliver se despidió de las jóvenes y entró en su hogar, Amelia pensaba en su hermano Brandon, tal vez se parecen físicamente, pero se notaba que el joven Oliver era un chico dulce y tímido, pero, en cambio, Brandon era algo estirado
-Señorita Amelia ¿a dónde quiere ir de compras? -preguntó la señorita Laurens
-oh… no sé -admitió
-¿no sabe? -pregunto alarmada la señorita Cecil
-la verdad es que ni siquiera quiero comprar nada, pero anoche me pareció que las tres necesitábamos salir de la rutina -la señorita Laurens y la señorita Cecil se quedaron viendo la una las otras sin saber qué decir
-es usted muy extraña señorita Amelia - declaró la señorita Cecil como si con tal declaración se hubiesen disipado las dudas sé su próximo destino, la señorita Laurens asintió-Sin embargo, debo admitir que me encuentro feliz de estar aquí
-yo igual -añadió la señorita Laurens
-¿en serio? -Amelia se sentía incómoda porque el carruaje era demasiado pequeño para cinco mujeres de las cuales tres de ellas usaban vestidos con armadores además de enormes y pesados abrigos de piel.
-siendo sincera a las demás señoritas de la ciudad les parezco algo… diferente y nunca antes me habían invitado a pasar un día con ellas -explicó la señorita Cecil, y Amelia comprendió que era una situación similar a los colegios no importa si eres bonita o fea, si a la persona popular no le pareces lo suficientemente buena entonces no entraras en ese círculo de amigos
-yo… paso más tiempo en el campo que en la ciudad, nunca he tenido la oportunidad de… entrar en los círculos sociales -dijo Olivia y Amelia asintió, ella siempre había tenido amigas, claro ninguna como Hannah, pero nunca había considerado el hecho de que había gente que estaba realmente sola en el ámbito de las amistades, y sintió que su corazón se encogía dos tallas, ellas parecían confundidas con la situación, pero alegres de estar allí, tal vez se sentían que al fin comenzaban a encajar en la sociedad y todo era solo por una simple invitación de Amelia y ¿qué pasaría cuando ella desapareciera? Apartó los pensamientos de su cabeza.
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