El día de los chicos II parte:
-¿Buena pareja? -se burló Cipriano, él había escuchado otros rumores en las consultas de las mañanas, muchas damas tildaron el vestido azul como vulgar, pero irónicamente esas mismas damas se les había visto en la modista esa misma mañana pidiendo vestidos nuevos o arreglos a pedidos que ya tenían, por otro lado, había escuchado que la joven no estaba aquí para casarse, sino para ayudar a su primo a conseguir una esposa y lo demás eran solo halagos de lo hermosa y encantadora que era, aunque se escuchó de la señora y señorita Baudin decir que la joven tenía unos modales pocos refinados y que desde su posición se notaba que su baile dejaba mucho que desear y, sin embargo, nunca escuchó su nombre entre esos rumores
-supongo que al ser el protagonista del rumor, no te llego -Cipriano negó con la cabeza -dijeron que nunca habían visto bailar al doctor dos piezas musicales con la misma joven dos veces en la misma noche y que eso demostraba su interés por ella
-tonterías -Cipriano botó expulsó el humo
-espero que sean tonterías como dices, cuando se vaya no va a poder regresar y no quiero verte con el corazón roto...
-Por cierto vi a los gemelos Laurens anoche -ya era momento para desviar la conversación a un tema que realmente le importaba
-ah si, me sorprendió mucho verlos -Edward pareció incomodarse -Amelia salió con la señorita Cecil y con Olivia
-¿a dónde salieron? ¿Qué hace Amelia con Olivia?
-ver tonterías de ropa y a pasear o qué sé yo -era obvio que él quería desviar el tema - bueno es hora ¿no crees? -Ambos se pararon del asiento y ambos sabían, ya que el verdadero motivo de la visita del doctor no era el de hablar de chismes, sino otro, desde hacía mucho tiempo ambos habían practicado al tiro al blanco en invierno, otros caballeros prefieren los días soleados de verano donde las lianas eran visibles y coloridas, pero ellos no, encontraban más divertido disparar a lianas blancas con un solo punto rojo en el medio y ocultas por la nieve, aunque trataban de hacerlo en días calurosos de invierno para tampoco morir de frío y justo aquel día perfecto no había nevado desde la noche anterior y el sol había salido de entre un monto de nubes grises y en todo su esplendor había despejado dichas nubes y brillaba con fuerza, era un perfecto día de invierno, donde el viento no helaba a las personas con sus ráfagas, sino que el calor proveniente del sol parecía ir abriéndose paso -Si el sol sigue así la primavera llegará antes de lo planeado -Comentó Edward mientras caminaban hasta la puerta principal
-Si, si tu demonio personal dice la verdad entonces se irá para primavera -Edward soltó una carcajada
-¿demonio personal? -Preguntó mientras aún reía, cuando el mayordomo abrió la puerta se cayó en seco, frente a ellos se encontraba el vizconde Navarra a punto de tocar la puerta, este hizo una mueca al ver al doctor -Señor Navarra no lo esperaba… -Saludo Edward
-Lo sé -Dijo él -En una señal de completa pérdida de juicio le expresé a su prima mi interés de casarme, por lo que creo conveniente cortejarla…
-No estamos en temporada -Edward parecía confuso aunque a Cipriano no le sorprendía
-Lo sé, pero… su prima es encantadora -A Cipriano toda la conversación le parecía muy incómoda, Edward solo tenía 28 años y ni siquiera estaba casado ¿Cómo podría lidiar con la situación del cortejo de alguien de su “familia”?
-Lamento informarle que mi prima no se encuentra -dijo Edward con mucho esfuerzo las palabras le costaba salir y él no sabía exactamente cuál era el protocolo en estas situaciones
-Entiendo creo que entonces debo retirarme -El vizconde parecía decepcionado y Edward se sintió mal por el vizconde por el viaje que había hecho hasta la mansión así que sin más, las palabras brotaron de la nada
-Vamos a hacer algo de tiro ¿Por qué no nos acompaña?
Entonces Cipriano se dio cuenta el Vizconde a penas salía, ya que todos sus asuntos respecto a su trabajo y a su título lo gestiona desde su mansión y casi no podía salir a fiestas sociales ni reuniones por su enfermedad, vivía solo las veinticuatro horas del día los siete días de la semana, tal vez no buscaba una esposa por la posibilidad del tan ansiado heredero, tal vez lo hacía para evitar la soledad, Cipriano y Edward sabían lo que era estar solo aunque los tres tenían situaciones distintas de vida, El vizconde era un hombre enfermo que a pesar de todo su dinero no tendría la cura para sus males y muy probablemente esta enfermedad le hubiese espantado las posibles oportunidades de casarse, Edward había quedado solo desde hace cinco años, había tenido una infancia y adolescencia feliz con padres que lo amaban y celebraba cada uno de sus logros, pero una vez que ambos murieron él se había quedado solo y no había sido el mismo desde entonces y él, él se había distanciado de sus padres desde la adolescencia ya casi no mantiene ningún contacto con ellos, vivía en un pequeño apartamento en la ciudad y aparte de las ocasionales chicas de los clubs de caballeros no esperaba casarse ni tener una familia, así que allí estaban tres hombres solteros sin hijos y completamente solos, pero esta invitación representaba mucho para el vizconde
-No hace tan mal clima, creo que como su doctor lo puedo autorizar a pasar el día al aire libre -Cipriano nunca sabría lo mucho que había significado esa pequeña libertad para el vizconde que esa pequeña alegría lo acompañaría hasta el día de su muerte.
-Entonces creo que puedo aceptar la invitación
-Claro que si, como invitado debe tirar primero señor
-por favor llámame Alessandro.
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