Edward por su parte se encontraba bastante avergonzado, había tomado alcohol hasta el punto de quedar con una resaca enorme por culpa de la señorita Olivia y lo menos que esperaba era verla tan pronto, si cerraba sus ojos podía ver a la pequeña Olivia detrás de ellos mientras jugaban a las atrapadas y llorando cuando alguno de ellos la empujaba con más fuerza de lo que era necesario y ella terminaba llorando en el piso aunque todo había cambiado cuando ella salió en sociedad, recordaba ese día con total vividez, cuando estaba la habitación principal de la mansión y cerraba los ojos podía ver a su madre reprendiéndolo:
“-Madre no quiero ir -Le dijo a su madre
-tienes que ir -respondió la condesa mientras caminaba de un lado a otro buscando los zarcillos de zafiro que había olvidado que ya se los había puesto - si no es por mí hazlo por Olivia, ella se sentirá menos nerviosa si tiene una cara conocida entre la multitud
-Si voy se harán ideas equivocadas -protesto una vez más Edward quien apenas tenía un año en la universidad y había descubierto lo muy estimulante que era la vida extracurricular
-¿Cuáles ideas?... Oh allí están -La condesa se río a carcajadas de sí misma cuando se llevó las manos a la oreja y descubrió que los zarcillos estaban puestos en sus orejas, Edward pensó que la risa de su madre era muy escandalosa, pero admiro que ella fuese capaz de reírse de sí misma -Pues si te refieres a casarte espero que lo hagas más pronto que tarde -continuó su madre sin esperar respuesta a su pregunta
-Madre -fue la respuesta de Edward
-No quiero que te cases con la primera mujer que veas, pero tampoco quiero que mi hijo reciba el apodo de libertino, te he educado mejor que eso -La condesa era una mujer de baja estatura con una sonrisa fácil que ocultaba su verdadera personalidad, era una mujer que le gustaban las cosas bien hechas y a su manera, por lo tanto, era fiel partidaria de que ningún hombre debería andar con coqueterías con una mujer a la que no planeaba hacer su esposa y no compartía la opinión de que por ser hombres se les debía dejar hacer lo que quisieran, ya que si las reglas se aplican a las mujeres ¿Por qué no a los hombres? -Pero si deseas casarte pronto me encantaría que fuese con Olivia -Edward frunció el ceño, para ese momento su único recuerdo de Olivia era que tenía la cara llena de granos y el cabello corto también era que ¿dos años menor que él? No lograba recordarlo, pero sin duda Olivia era muy joven, muy joven para casarse y muy joven para salir en sociedad “Si tengo hijas saldrán en sociedad a los veinte años” se dijo a sí mismo
Llegada la hora de la presentación Edward que tenía casi un año sin ver a los gemelos se sorprendió mucho de ver a la joven, Olivia ya no tenía granos y, en cambio, se le veía una piel lisa y suave, el cabello lo llevaba en una cascada de rizos que caían hasta más allá de sus hombros y cuando ella lo observó con esos enormes ojos color chocolate él quiso sacarla inmediatamente a bailar, sin embargo, antes de que pudiera hacer algo varios hombres ya la tenían rodeada para invitarla a bailar y no pudo siquiera hablar con ella esa noche aunque lo había intentado, sin embargo, recibió el regaño de su madre por no haber sido lo suficientemente educado para bailar esa noche con ella.
El resto de los siguientes eventos ocurrió lo mismo, cuando Edward intentaba acercarse a la joven ya había muchos hombres de todas las edades rodeándola, resultó que Olivia se hizo muy popular y estaba el barón de Juras, un hombre unos cinco años mayor que Edward que estaba especialmente interesado en Olivia y cada vez que Edward los veía juntos ella parecía estar genuinamente interesada en él también, ambos reían y bailaban en todos los eventos, escuchó a la madre de Olivia y a su madre hablar de que creían que el barón le pediría nupcias muy pronto a Olivia, luego tuvo un ataque de celos y le dijo un comentario nada cortés a Oliver sobre su hermana”
Desde esa vez Edward no había visto a Olivia “Estaba celoso porque estaba encaprichado” se decía para sí mismo cada vez que pensó en Olivia desde entonces, sin embargo, hacía dos noches cuando la vio caminar con su hermano hacia él, notó que el capricho parece no haber disminuido desde entonces, ella seguía tan hermosa como ese día “la ame y todavía la amo” comprendió en ese momento y su pecho parecía arder de pasión:
-Invite a la señorita Laurens a la merienda mañana ¿te parece bien? -le dijo Amelia sacándolo de sus pensamientos
-Si, pero ¿por qué la invitaste?- Edward se estrujó los ojos una mano, todavía tenía una jaqueca terrible y no quería seguir discutiendo con su prima
-Me cae bien -dijo ella mientras se encogía de hombros
-Bueno invita a quien quieras, voy a tener que salir un par de días...
-¿Qué? -Amelia lo interrumpió
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