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(COMPLETO) Las Crónicas de Aralia (1): Gemelos de sangre

LXIX

Un ruido seco. Fruncí el ceño y gruñí, para después darme la vuelta en la cama. Otro ruido. Abrí los ojos, cansada y miré a mi alrededor. Estaba en el castillo de Tabak, en la habitación en la que solía dormir. Todo estaba normal, en calma.

Me incorporé y seguí admirando cada detalle de los muebles que componían el dormitorio. Frente a aquella habitación, lo que había pasado hacía unos días me parecía un sueño. Pero había sido real. Habíamos perdido a Jhan, a Alex y a Azael al mismo tiempo, en un solo día.

Me levanté y fui a la ducha para relajarme mientras volvía a recordarlo todo. Después de la batalla, todos nos habíamos ido al castillo. Sabía que Tabak quería acercarse a mí, abrazarme y comprobar que me encontraba bien, pero su hermana lo necesitaba. Karintia intentaba mostrarse fuerte, pero su cuerpo se había quedado paralizado allí, justo al lado del cuerpo inerte del diablo. Ya no le quedaban fuerzas para nada más.

Lucas fue el primero en acercarse a la híbrida, colocar una mano en su hombro y susurrarle un "lo siento". Ella solo acertó a asentir y dejar que más lágrimas surcaran su rostro. Parecía que Lucas iba a irse, pero se lo pensó mejor y se arrodilló junto a ella para abrazarla. Karintia hundió la cara en su pecho y Lucas la rodeó con los brazos para después tratar de ponerla en pie y alejarla cuanto antes del cadáver. Ya no se podía hacer nada y ella solo sufriría más.

Los demás estaban algo tensos al ver la escena, quizás porque no les gustaba demasiado el comportamiento del vampiro, o eso creí yo. ¿Estaba haciendo algo malo? Yo solo veía que la estaba consolando. A lo mejor debería haber dejado que sus compañeros lo hicieran.

Me alejé un poco de la escena, queriendo contemplar el lugar de la batalla. Había cuerpos esparcidos por doquier, sobre todo de vampiros enemigos. Ángeles y demonios custodiaban con esmero a los que habían escapado de la muerte o la inconsciencia para que no huyeran. Supuse que aún les esperaba un juicio a través del cual serían castigados por sus crímenes. La escena transmitía tranquilidad y paz, a pesar de que hasta hacía pocos minutos se había estado librando una gran lucha. Finalmente, todo había terminado.

El silencio solo se rompía por los alaridos de Gael, quien continuaba retorciéndose en el suelo.

—Quizás deberías liberarlo —le había propuesto Dante, el otro demonio—. Obtendrá su merecido.

A lo que Karintia respondió que el encantamiento tenía una especie de temporizador. En unos minutos más, su sufrimiento acabaría, por lo que les recomendó estar prevenidos para apresarlo en cuanto eso sucediera. No había confiado en ella misma, puesto que de ser por ella Gael no volvería a la realidad nunca más.

Mientras la híbrida se recuperaba, giré la cabeza y eché un vistazo a la mansión donde había estado cautiva todos aquellos días y pensé en todos los objetos que Jared guardaba en el sótano. ¿Qué pasaría con ellos? ¿Se los llevaría Karintia para ponerlos a buen recaudo? Seguramente.

¿Qué pasaría con Jared? ¿Me dejarían asistir al juicio? ¿Habría un entierro digno para nuestros tres amigos que habían perdido la vida? Sí, me había preguntado todo aquello, pero en ese momento, en mi cuarto, aquellas preguntas me parecían lejanas, muy lejanas.

Recordé que Tabak por fin se acercó a mí, pero solo para murmurarme una disculpa y tomarme en brazos para llevarme lo más rápidamente al castillo. Recordé también que casi vomito por el camino debido a que al principio no cerré los ojos y veía todo pasar a mi alrededor con demasiada rapidez. Y unos segundos después estaba en mi habitación y Tabak se había ido. Me habría gustado que se quedara, que me abrazara, que hablásemos de todo lo que había pasado o que nos lo dijéramos todo sin necesidad de palabras. Pero quizás no era el momento.

Y allí estaba, despierta en mi habitación sin saber qué hora era ni cuánto había dormido después de haber pasado horas y horas repasando todo lo que había pasado aquel día. No había sido fácil y mi mente se negaba a aceptar ciertas cosas.

Sin prisas, pero sin detenerme, me duché y me puse uno de los vestidos que tenía en el armario sin prestarle demasiada atención. No me pareció buena idea molestar a nadie para que me pusiera el corsé, así que prescindí de él. El vestido habría quedado mejor si me lo hubiera puesto, pero en aquellos momentos me daba igual cómo me viera. Solo quería saber qué había pasado.

Justo cuando iba a salir de la habitación, alguien llamó a la puerta. La abrí y descubrí que era Kenzye. La rubia había tenido la misma idea que yo y se había vestido sin el corsé. Sus ojos me decían que había dormido poco y seguro que su cabeza estaba hecha un lío.

—Iba a bajar a desayunar, pero...

—Bajemos juntas —le dediqué una pequeña sonrisa.

Salimos de mi habitación y nos pusimos en camino. Al principio el silencio se estableció entre nosotras mientras recorríamos los pasillos, hasta que decidí hablar.

—¿Teresa no viene? —le pregunté.

—Ángel ha ido a su dormitorio por la mañana temprano. Creo que quería hablar con ella.

—Han pasado muchas cosas.

Caminamos en silencio hasta el comedor, donde el desayuno parecía llevar varias horas servido. Nos sentamos sin mediar palabra y empezamos a coger lo que nos apetecía, aunque no teníamos mucho apetito. Tras todos aquellos acontecimientos, nuestros estómagos se habían cerrado a cal y canto.

—Habéis madrugado.

Casi se me cae la manzana de la mano al escuchar a alguien detrás de mí. Me giré y pude ver a Adrien, con sus habituales alas blancas en la espalda y una pequeña sonrisa que no iluminaba sus ojos.

—Perdonad, no quería asustaros.

—¿Madrugar? —inquirí, extrañada—. Parece tarde. ¿Qué hora es?

—Casi las once. Pero, después de todo lo que habéis pasado, no me extrañaría nada que hubieseis dormido hasta la hora de comer.

—Estábamos inquietas —respondió Kenzye.

—¿Qué pasó cuando nos fuimos? —no pude evitar preguntar.

Adrien suspiró, pero se colocó de forma que las dos pudiésemos verlo con relativa comodidad.

—Jared está en las mazmorras del castillo vigilado por un ángel y un demonio —nos contó—. Tenemos que esperar un par de días para su juicio, puesto que los sucesos aún están muy recientes y debemos pensar de manera fría. Un juicio ha de ser justo.

—¿Y quiénes estarán en él cuando se lleve a cabo? ¿Quién será el juez?

—Karintia, por supuesto, aconsejada por los dioses que quieran ayudarla a tomar esta difícil decisión. Y en cuanto a quiénes estarán en el juicio, y deduciendo que lo preguntas por motivos personales, la respuesta es sí: podrás estar presente cuando se dictamine la sentencia.

Me sentí aliviada al escuchar aquellas palabras. Necesitaba cerrar aquel capítulo de mi vida, saber que Jared jamás volvería a hacernos daño.

—¿Aquí hay pena de muerte? —preguntó Kenzye—. ¿Podrían condenarlo a morir por lo que ha hecho?

—Por desgracia, la pena de muerte no está permitida entre los vampiros. Se considera una forma muy pobre de castigar a una persona —sonrió.

—¿Una forma muy pobre? ¿Quieres decir que es poca cosa condenarlo a muerte? —estaba atónita.

—De hecho, sí, es justo lo que quiero decir. La muerte es un camino rápido, fácil y muy poco doloroso. ¿De qué nos serviría? Preferimos la encarcelación eterna y la prohibición de sangre como pena suprema.

—¿Prohibición de sangre? ¿Qué es eso?

—Significa que el individuo en cuestión no volverá a tomar sangre nunca más. Esto lo irá debilitando poco a poco hasta que ya apenas pueda moverse. Es como estar en coma o en estado vegetativo, pero con la diferencia de que tu mente sigue funcionando. Es una tortura.

—¿Y hay posibilidades de que Jared sea condenado a ese castigo?

—Creo que sí, las hay. Pero no sé cuánto tiempo creerán que es suficiente. No hay duda de que Arianne, su compañera, hablará en el juicio a su favor para que no sean muchos años. En ese caso, el vampiro tendrá que comprometerse a realizar una rehabilitación que lo conduzca de nuevo por el buen camino.

—¿Rehabilitación? —a Kenzye y a mí todo nos sonaba a chino.

—Sí, rehabilitación. En pocas palabras, se obliga al sujeto a entender aquello que ya no entiende. Como por ejemplo que Arianne no es una amenaza en su camino por conseguir a Karintia, sino que es su compañera: la persona a la que está destinado.

—Él dijo que no la eligió —recordé—, que Arianne y él solo sentían esas cosas porque eran vampiros y que él quería a Karintia... No lo entiendo.

En aquellos momentos incluso me planteaba la posibilidad de que Tabak pudiera dirigirme aquellas palabras alguna vez. Me había puesto en el lugar de la chica, de Arianne, y cada palabra había ido directa al corazón. No soportaría que Tabak me dijera aquello.

—Algunos seres que nacen predestinados a una compañera se enamoran antes de encontrarla —vi que desvió ligeramente los ojos hacia Kenzye—. Pero eso no significa que deban estar con esa persona. Hay algunos que incluso llegan a creer que es más puro querer a una persona a la que no estás destinada que a tu compañero. Eso les confunde y los lleva a cometer errores que... bueno...

—Que pueden costarle la felicidad de su vida y la estabilidad de la misma —terminó Lucas, quien acababa de entrar en el comedor; por su voz, pensé que lo decía por experiencia propia—. Perdonad, estaba buscando a Karintia.

—No la he visto desde anoche —le respondió el híbrido.

Lucas asintió y se fue tan silenciosamente como había llegado.

—¿Crees que Jared entenderá algún día que Karintia no es la adecuada? —le pregunté a Adrien.

—Espero que sí, pero no lo sé. Jared está muy confundido en estos momentos y... quizás el tiempo y la rehabilitación no sean suficientes en su caso.

Procesé las palabras del híbrido mientras un pequeño silencio se adueñaba de nosotros.

—¿Dónde están los demás? —preguntó Kenzye, algo nerviosa—. ¿Qué más pasó ayer?

La pequeña sonrisa del híbrido desapareció y entendí que, por un momento, durante nuestra conversación, le había estado alejando un poco de la cruel realidad que le tocaba vivir. Pero era necesario afrontar lo que estaba sucediendo.

—Trajimos a todos los vampiros aquí, además de a nuestros compañeros fallecidos. Jared fue encerrado en las mazmorras y los demás vampiros fueron llevados al Infierno, donde un demonio llamado Dante los mantiene prisioneros a la espera de sus juicios.

—¿Allí están Liccssie y Ania?

—No lo sé —frunció el ceño—. Me temo que no conozco el nombre de los desertores.

—Y Dante... ¿Ocupará él el lugar de Azael?

—No quiere —sonrió—. Ya se lo he preguntado, pero..copy right hot novel pub

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