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(COMPLETO) Las Crónicas de Aralia (1): Gemelos de sangre

LXXXI

Lo sabía. Karintia lo sabía. La híbrida permaneció en silencio, quizás haciéndose de rogar, pero yo tampoco dije nada. Sentía curiosidad por aquel chico que en aquellos momentos tendría la edad que yo debería tener: nueve años. Ojalá su vida no hubiera sido tan difícil como lo había sido la mía.

—Vive felizmente en Australia, ajeno a lo que es y a las demás criaturas que existen —dijo por fin—. Está bien protegido por un grupo de cazadores hábilmente camuflados que yo misma he seleccionado.

—¿No sabe nada? ¿Ni siquiera sospecha? Aunque bueno, con nueve años...

—Es muy pequeño —asintió Karintia—. De todas formas, aunque crezca, no tendría por qué enterarse. Los humanos viven al margen de la magia. Y él se merece una vida como la que hubieras podido tener tú.

—Estoy de acuerdo —por nada del mundo deseaba que él recorriera mi mismo camino—. ¿Pero cómo lo encontraste? ¿Sabías su ubicación cuando Jared te preguntó?

—Así es —sonrió—. Verás, hace algún tiempo tuve una muy buena amiga llamada Kirash. Era bruja, ¿sabes? Una muy poderosa. Ella me legó todos los objetos mágicos y los libros que poseía cuando murió. De ese modo supe de la existencia del Aquelarre.

—¿Aquelarre?

Karintia amplió más su sonrisa y sin mediar palabra se dio la vuelta y avanzó por el comedor hasta el pasillo. Yo la seguí. Nos dirigimos a la torre que era su habitación. Subimos las escaleras de caracol y entramos. Su habitación era realmente grande, con una cama de matrimonio, estanterías con libros y una ventana amplia. Me gustaba porque formaba una especie de semicírculo. Una pared daba al baño, bastante grande también.

La híbrida se acercó a la estantería situada a la derecha del ventanal, ondeando tras de sí su resplandeciente capa dorada. Tocó uno de los libros y cerró los ojos, concentrándose en algo. Saltaron chispas de sus dedos y una puerta apareció al lado de la estantería. Karintia abrió los ojos y sonrió. Abrió la puerta y permitió que yo pasara delante.

Me encontré en una sala enorme circular iluminada por grandes ventanas. Todo el lugar estaba lleno de armarios enormes y estanterías repletas de libros de aspecto extraño. Algunos incluso parecían ser de hacía siglos. En el centro había una mesa circular con varias sillas. El techo era altísimo y se alejaba más conforme más se acercaba al centro. Era un lugar increíble.

—El caldero de la bruja —así se llamaba aquel lugar—. Aquí es donde guardo todos los objetos mágicos y los libros de hechizos, además de otras cosas.

Me acerqué a una de las ventanas, maravillada, y desde allí pude ver la torre de la habitación de Karintia, muy cerca.

—Estamos en otra torre —comprendí.

—Una torre invisible tanto desde fuera como desde dentro, a no ser que yo la muestre.

Karintia recorrió la estancia hasta una de las estanterías y tomó de ella un libro con la pasta de color azul oscuro.

—Hace muchos años, cuando descubrieron vuestra existencia, un grupo de brujas y brujos decidió tomar la misión de protegeros de los vampiros —me explicó—. Eran un grupo de nueve miembros. Se los llamó Aquelarre. En un libro fueron escribiendo sus nombres generación tras generación, hasta ahora.

La híbrida abrió el libro por la última página escrita donde pude leer:

Carmen

Kirash Karintia

Aira

Minuet

Nayeli

Azul

Yerelin

Astrid

Brooke

Eran los nombres de los miembros del Aquelarre.

—Los otros ocho miembros ya han elegido a su sucesor o sucesora —me comunicó—. Pronto, la nueva generación tomará el control del Aquelarre.

—Entonces, ¿el chico está bien protegido?

—Muy bien, no cabe la menor duda. El Aquelarre sabe en todo momento dónde están los gemelos.

—¿Y por qué no se lo dijeron a los cazadores? ¿Por qué no me protegieron a mí? —le pregunté con cierto resquemor.

—El Aquelarre no sabía que los cazadores también protegían a los gemelos. Fue un error por parte de todos que no se volverá a cometer. A partir de ahora, yo personalmente me encargaré de crear una alianza entre brujas y cazadores.

Asentí, sintiéndome un poco más segura.

—¿Y cómo se llama? ¿Cómo se llama el niño?

—Ancizar —sonrió.

—¿Y es feliz?

—Muy feliz.

Después de aquella conversación me quedé más tranquila.copy right hot novel pub

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