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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LXVI

—Vamos a repasarlo todo una vez más.

Veintidós de octubre. Joel se había tomado muy en serio su tarea de mostrarme todos y cada uno de los pasos del ritual. Puesto que la última vez habíamos sido interrumpidos y después de aquello me había dedicado a descargar mi frustración con abundante ejercicio. De modo que aquella misma mañana me había cogido por banda y había estado repitiéndome una y otra vez todas y cada una de las cosas que pasarían en aquel momento. Me venía bien, pues así me hacía a la idea de lo cerca que estaba realmente aquel día.

—La cámara del trono estará abierta a todo aquel que quiera ser partícipe del momento histórico —reproduje el mismo discurso que llevaba horas escuchando mientras Víktor me observaba, un poco apartado, con una ligera sonrisa burlona—. Yo entraré la última, avanzando por un pasillo que me dejarán libre los cazadores. Y llegaré hasta el trono para quedarme justo de espaldas a él, lista para sentarme cuando sea necesario.

—Alto, espera —intervino Joel, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirada crítica—. ¿Dónde se encontrarán Axel, Kayla y Alma?

—Ellos estarán colocados antes de que yo entre en la sala. Kayla y Axel deberán situarse a ambos lados del trono, en el último de los escalones, el primero si se mira desde arriba.

—¿En qué lado cada uno? —inquirió.

—Axel a la izquierda y Kayla a la derecha. Alma estará frente a mí, mirándome, antes de los escalones que separan el trono del suelo de la sala.

—¿Y yo?

—Entrarás justo detrás de mí y te situarás tras Alma, a su derecha —reprimí un escalofrío—. Preparado para acabar con su vida.

—Ya hemos hablado de eso —suspiró Joel—. No hay otra manera de hacer esto, Nicole.

—Pero…

—No.

Lo dijo con firmeza, pero también con ternura. Asesinar a una chica a sangre fría me parecía una atrocidad, opinión que ya le había comunicado en innumerables ocasiones. Desgraciadamente, Joel tenía razón: no había otra forma de hacerlo, a pesar de lo que muchos dijeran sobre que hay muchos caminos para llegar al mismo destino.

—No seas tan duro con ella —intercedió Víktor desde la distancia.

—Debe entender que las cosas tienen una manera de ser y que muchas veces no podré tirar por otro camino —respondió el cazador—. El buen camino no siempre es el más fácil. De hecho, casi nunca suele serlo.

Una vez más, Joel volvía a tener razón en todo lo que decía.

—Entre tú y Axel pronunciaréis las palabras requeridas para el ritual —proseguí—. Al acabar, Kayla y Axel deberán sangrar, es decir, deben autolesionarse para que la sangre de ambos fluya fuera de ellos, así como la Magia Dorada.

—Muy bien —asintió Joel.

—Cuando eso suceda, la sangre de Alma también debe correr, pero de forma mucho más violenta —de nuevo, reprimí las ganas de vomitar—. De esa forma, el ritual quedará completo y tú podrás pronunciar las palabras que cierren el círculo. Gracias a esas palabras, la Magia Dorada entrará en mí y podré sentarme en el Trono.

El resto de aquel día lo pasé con Jeremy y Jona. El primero incluso me estuvo enseñando diferentes signos de su lengua gesticulada para que pudiera aprenderla. Eso animaba al cazador, quien todavía sentía el peso y el dolor de la pérdida de su hermano, quien había sido como su otra mitad.

Al caer la noche, antes de la cena, me dispuse a entrenar por mi cuenta. Quería mantenerme en forma y ser mejor, mejor de lo que era en aquellos momentos, que no lo consideraba mucho. Sin embargo, antes de que pudiera empezar, Axel se acercó a mí.

—¿Te gustaría tener un compañero de combate? —me preguntó.

Yo lo miré, no con demasiado agrado, y volví a mirar el cinturón que me estaba atando a la cadera, aquel que contenía parte de mis armas. Prefería entrenar totalmente equipada para acostumbrarme a los accesorios de mi traje en la lucha.

—No necesito un compañero —repliqué.

—Tómame entonces como a un adversario —insistió.

Sabiendo que era una oportunidad que no debía desaprovechar, me preparé para pelear contra él. Aquella vez no era un combate real, sino un ejercicio de práctica. No obstante, yo prefería darlo todo, ya que así aprendería mucho más.

De modo que, golpe tras golpe tras golpe, Axel me iba enseñando las cosas que hacía mal, solo las que hacía mal. Era su forma de corregirme y hacerme mejor, o eso decidí pensar.copy right hot novel pub

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