Modo oscuro
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(COMPLETO) Las crónicas de Aralia (2): Reina

LXXII

Había aprendido mucho durante el tiempo que había pasado lejos de casa, lejos de mis padres y lo que me era conocido. Y, sin embargo, me parecía muy poco en comparación con el gran descubrimiento que había hecho hacía unos minutos, cuando la oscuridad me engulló. Nunca se había tratado de una Profecía, ni de Joel… sino de mí. Era una especie de prueba más que debía superar. Si de verdad era quien todos creían, podría con cualquier cosa, lucharía por todos… y vencería. Sin embargo, si en lugar de eso me quedaba quieta, observando cómo las personas que yo más quería iban desapareciendo en mis manos, la oscuridad sería eterna.

—Al fin has despertado.

Llevaba algún tiempo sumergida en mis pensamientos, sin prestar atención a esas sombras, esos monstruos que plagaban la oscuridad. Solo esperaba volver a escuchar su voz y saber que tenía razón, que todo había terminado, que había sabido controlar mi cuerpo y mi mente aun cuando debería ser imposible.

—Sí, estoy despierta —respondí, sin saber muy bien a dónde debía mirar.

—¿Y dónde estás exactamente? —me preguntó la voz.

—¿No se supone que eso deberías decírmelo tú?

Aquella suave risa inundó mis oídos, haciendo vibrar mi cuerpo por completo. No sabía quién era, pero una cosa tenía clara: se trataba de un ser muy poderoso. Podía sentirlo en el ambiente, en la misma oscuridad, en cómo los monstruos huían sigilosamente de su presencia.

—Eres tú quien ha despertado, quien ha abierto los ojos —me dijo—. ¿Qué has visto, cazadora?

—Que yo controlaba mi cuerpo, que yo solo me pertenezco a mí misma y a nadie más. He visto a mis amigos, a mi familia. He sentido el sufrimiento de todos ellos. Han sufrido por mi culpa, porque yo no estaba preparada ni sabía qué hacer. Me pregunto si realmente soy la Reina que ellos ven en mí.

Silencio. Pasó tanto tiempo que incluso podría haber pensado que aquella entidad se había marchado, si no fuera porque las sombras continuaban agazapadas. Estaba allí, en alguna parte, solo que no emitía ni una sola palabra.

—Te han contado muchas historias, cazadora —habló, por fin—. Mitos, leyendas, relatos… ¿Deseas saber cuál es la verdadera historia?

—Me gustaría mucho.

Una oleada de calor inundó el lugar (si es que estaba en algún sitio) y me transmitió una sensación de paz y tranquilidad que agradecí profundamente. Tras todo lo que había vivido, sentirme como en casa no estaba nada mal.

—Todo comenzó en una era muy muy lejana, cuando cada criatura solo era leal a ella misma y a su especie y no les importaban las demás; cuando ni el mar, ni el cielo ni la tierra eran seguros para ningún ser. Las criaturas mágicas y los humanos rara vez se mezclaban y, cuando esto sucedía, era una catástrofe. Humanos asesinados por hombres lobo, sirviendo de alimento a vampiros, sufriendo las burlas de los goblins y siendo encantados por las sirenas y ahogados en las profundidades del océano. La quema de brujas que estos hacían (muy pocas eran brujas de verdad) no era nada a comparación con la cantidad de humanos que perdían la vida.

—¿Por qué? —me vi obligada a preguntar—. ¿Por qué lo hacían? ¿Era porque no podían defenderse? ¿O porque los consideraban inferiores?

—Por esto último —respondió—. No por ser seres no mágicos, sino por matarse entre ellos como lo hacían y como lo siguen haciendo. Guerras, asesinatos, maltratos entre ellos mismos, entre individuos de una misma especie. Los seres mágicos consideraron que estaban locos. A menudo solían burlarse de que los humanos eran la única especie con raciocinio en el mundo sin magia y, sin embargo, eran los más bárbaros, los más incivilizados, los más crueles. Los seres mágicos no sentían ningún respeto hacia ellos y pronto comenzaron a odiarlos, incrementando así los ataques a los humanos. Si aquello hubiera continuado de aquel modo, la raza humana se habría extinguido para siempre.

—Por eso aparecieron los cazadores —comprendí.

—Los cazadores no surgieron de la nada —terció el ser—. Esa burda historia de que los cazadores eran una de las especies mágicas que decidieron proteger a los humanos a pesar de perder sus poderes mágicos es mentira. Los cazadores fueron creados por los Dioses, por su Diosa.

—¿Diosa?

Recordé entonces la conversación que había mantenido con Joel, la primera vez que había oído mencionar algo divino entre los cazadores:

«Antiguamente, los cazadores íbamos marcados a las grandes guerras. Creíamos que aquellas marcas de nuestro rostro y nuestro cuerpo invocarían la fuerza de los dioses», me había contado.

Tras preguntarle si los cazadores creíamos en dioses, él me había respondido: “No en los dioses humanos, pero antes sí que creíamos en otros dioses”.

—De modo que lo que él me dijo era cierto —musité—. Antes creíamos en dioses.

—Y te aseguro que estos existen, cazadora —dijo la voz—. Uno de ellos, la Diosa de todas las cosas buenas, la Diosa de la misericordia y la protección, creó a los cazadores para impedir que la raza humana fuera salvajemente aniquilada. Estos cazadores poseyeron la apariencia de los humanos e incluso una longevidad similar.copy right hot novel pub

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