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Destino Inevitable

XXXVIII. Por ti.

A Aurore se le formó un nudo en el estómago, pudo ver a través de él un inmenso abatimiento.

–Parece que estuvieras hablando de tu propia experiencia. –Quería indagar en el tema.

–Eres demasiado curiosa. No sentencies ni juzgues sin saber toda la historia.

–¿Intentas decirme algo?

–Todo a su tiempo.

No entendía nada, desconocía cuándo sabría ese secreto, pero lograría enterarse de aquello que lo atormentaba tanto.

–Si se supone que el chófer se fue, ¿cómo llegaremos nosotros?

–Caminando…

–¿Qué?

Sin prestar atención a su pregunta empezó a andar hacia la entrada del hospital. Al ver que no lo seguía se volteó a verla, se veía confundida.

–¿No vas a venir? Se supone que te dolía mucho, ¿no? –Preguntó frunciendo el ceño.

–No hace falta que entres…

–¿Por qué? ¿La entrada está prohibida para asesinos? –Aurore rodó los ojos ante su sarcasmo.

–Idiota… –Susurró caminando hacia él.

–¿Has dicho algo?

–No…

–Eso imaginaba.

No contaba con que entrara con ella, temía que algo saliera mal. Resopló siguiéndolo. Entraron al interior y una recepcionista castaña de mirada oscura atendió a Aurore. La ponía nerviosa que Alessandro estuviera tan cerca.

–Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla, srta? –Preguntó con una encantadora sonrisa.

–Buenos días, hace no más de 24 horas sufrí una quemadura de primer grado. Quisiera que el doctor Smith me atienda, por favor. Su área es urgencias, no creo que tenga problema alguno en atenderme.

–¿Es su doctor?

¿Qué diría? No era suyo, sino el de su mamá. Le sudaban las manos y empezaba a tener sequedad en la garganta. A ese paso necesitaría que la atiendan en urgencias de verdad, pero por un ataque al corazón.

–Aurore…–La voz de Alessandro la sacó del trance en el que había entrado.

La recepcionista la miraba como si estuviera loca, esperando una respuesta.

–Sí…sí lo es. –Empezaba a sudar por lo nervios.

Por favor, que no le pidiera la tarjeta sanitaria. Por favor…

–¿Puede proporcionarme su tarjeta sanitaria?

Mierda…

–No la traigo conmigo… la dejé en mi equipaje, ¿podría hacer una excepción? Por favor, es un caso urgente.

¿Urgente? Tenía una simple quemadura, ya no sabía ni lo que estaba diciendo.

–Perdóneme, pero si no es algo realmente urgente no podemos dejarla entrar sin la tarjeta.

–¿No hay cualquier otra posibilidad?

–Lamento…

Alessandro la interrumpió de repente.

–¿Qué hospital es este si privan a sus pacientes de ser atendidos? ¿Hay que estar muriéndose para que así sea un caso urgente? –Su voz era firme y potente, se veía a simple vista que intimidada a la mujer.

–Lo entiendo, señor. Pero…

–Pero nada, la ley de la sanidad general fue promulgada el 25 de abril de 1986 por las Cortes Generales en la que se establece la regulación de las acciones eran encaminadas a la protección de la salud establecida en el artículo 43. ¿De esta forma quieren asegurarles seguridad a sus pacientes?

–Por favor, no quiero problemas.

–¿Alguien aquí se los está casuando y no soy consciente de ello? Aunque le aseguro que no me importaría si usted los quiere.

–Esa no es mi intención.

–Entonces déjenos pasar para que la atiendan. Si quiere alargarlo hablaré con el director o quien esté encargado de este lugar. –Sonrió antes de seguir hablando–. Me atrevo a suponer que hoy no se levantó con el objetivo de terminar desempleada.

Aurore sintió pena por la mujer y todo. Se veía realmente aterrada, tanto que su rostro se tornó de un color mucho más claro. En el fondo detrás de todo esto, era su culpa que ella estuviera pasando por esa situación. Sintió un fuerte remordimiento.

–Bueno...si es un caso urgente, pienso que es un motivo suficiente para ser atendida. –Dijo la mujer mirando a Aurore, como si estuviera pidiendo ayuda.

–Muchas gracias, perdone las molestias. –Respondió Aurore sujetando a Alessandro del brazo para llevarlo a la sala de esperas.

Este se veía tranquilo, como si no se sintiera mal por lo que hizo. Al sentarse en las sillas ella lo miró fijamente.

–Te pasaste…–Susurró debido a que había más personas presentes.

Alessandro sonrió mirándola divertido.

–¿Todavía te quejas después de ayudarte?

–Gracias, pero podría haberlo resuelto yo.

–Por supuesto, por poco te pones a rezar el padre nuestro para que así te deje entrar.copy right hot novel pub

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