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Destino Inevitable

XL. Desolación.

–Se llama Alessandro Ferrari, mamá.

Rose entrecerró los ojos.

–Me parece haber escuchado ese nombre en algún lugar. ¿Es italiano?

Antes de que pudiera contestar Ámbar lo hizo por ella emocionada.

–La pregunta es quién no lo ha escuchado, tía Rose. Si es muy famoso en casi todos los continentes, ay no…y tienes que verlo, la belleza italiana encarnada, ni hablar del dinero que posee y… –Oyó el carraspeó de Aurore, y al ver la advertencia en su mirada paró en seco–. Pero por supuesto, nuestra Aurore no pudo tener mejor suerte que haber sido contratada por él. Es un excelente jefe.

–Sí, mamá. No te tienes que preocupar por nada.

–Hija, ¿te das cuenta? –Una sonrisa se dibujo en su rostro, tomó las manos de su hija acariciándolas.

–¿De qué, mami?

–Ya puedo trabajar. Quiero que dejes ese trabajo y retomes los estudios. Aunque lo niegues mil veces el motivo de que los hayas abandonado fui yo por mi incapacidad de laborar, te desviviste y sacrificaste por mi durante años. Pero ahora que puedo hacerlo porque ya estoy totalmente recuperado quiere decir que puedes dejar de hacerlo tú.

–No…espera mamá, yo…

–Escúchame, mi flor hermosa. Quiero que mi hija cumpla sus sueños, alcanzando y celebrando cada meta y logro de su vida. Los trabajos que has hecho hasta ahora son dignos y honrados, pero soy consciente de que no es lo que quisiste en tu vida, sino una elección por las circunstancias dadas en ese entonces y el desespero. Pero ahora que me recupere trabajaré de nuevo, será un poco difícil que me contraten después de tantos años pero lo conseguiré. Lo conseguiremos juntas, mi vida. Saldremos de esta como lo hicimos siempre, por eso quiero que cumplas aquellos sueños que algún día se esfumaron, por mi causa.

¿Cómo le diría a su mamá que absolutamente todo había cambiado? Aurore abandonó un camino para elegir otro del que era muy difícil salir. ¿Cómo le diría que ya no eran ellas dos? ¿Cómo le explicaría que su vida había tomado otro destino? Sus ojos se humedecieron sin saber qué contestar, hace a penas dos semanas ella hubiera aceptado, y estaría segura de que a pesar de saber que no sería fácil lo lograrían juntas. Pero ahora todo era diferente, ya no era dueña de su vida para decidir eso. No podía contarle todo lo que ha sucedido en ese tiempo, le causaría una herida profunda y una culpa incapaz de ser olvidada de por vida. Conocía a su mamá, sabía que se había echado en cara siempre el haber dejado los estudios por su enfermedad y si se enteraba de esto no quería imaginar el dolor que le provocaría.

–Aurore…–Le susurró Ámbar para sacarla del trance, al verla su amiga entendió qué pasaba por su mente en ese instante y una melancolía traspasó su mirada.

–Mamá… –Se aclaró la garganta para no llorar, iba a hacer algo de lo que probablemente se arrepentiría pero prefería causarle una herida pequeña que una brecha infinita que nada ni nadie sería capaz de hacerla sanar–. Yo…no puedo hacerlo. Ya no soy aquella Aurore. Los estudios que en aquel entonces haría ahora no tienen ningún tipo de valor para mí…–Desvió su mirada por el fuerte nudo que empezaba a formarse en su garganta, pero esta vez no era de felicidad, sabía que aquellas palabras le hacían daño a su mamá. Y no sólo a ella sino a ella también, era mentira todo lo que salía por su boca, su sueño siempre fue ese. Aunque hubiera sido destrozado jamás imaginó hablar de esa forma, desde pequeña quiso estudiar medicina, ayudar y hacer sanar a la gente. Algo que la llenaba y disfrutaba por completo. Pero debía hacerlo, necesitaba hacerle creer que no quería hacerlo, enterrar aquel sueño varios metros más profundo, y simplemente resignarse de que jamás se haría realidad–. Ya no significan más nada para mí, mamá. Eso quedó en el pasado. Aquella muchacha que en algún momento pensó en estudiar una carrera desapareció con el tiempo. Ya no soy la misma, no me ilusiona ni me apasiona nada de eso.

–Mentira…–Volvió a ver a su mamá, y pudo observar que una lágrima se había deslizado por su mejilla. Algo que fue como una bala directa a su corazón, ese nudo hacía cada vez más presión y ya no sabía si aguantaría las ganas de llorar.

–No es mentira, mamá. Debes respetar mi decisión, ya no quiero volver a aquello. Como has dicho los trabajos que he tenido han sido honrados, y a mi me gustan. Por lo tanto, no se por qué quieres cambiar las cosas.copy right hot novel pub

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