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Destino Inevitable

XLIX. Amor.

Alessandro cerró los ojos intentando no perder el poco autocontrol que le quedaba.

–Aurore…–Su voz se escuchaba un poco temblorosa.

–Dime, italiano sabelotodo. –Dijo aún con la cabeza en su torso rodeándolo con los brazos.

–Necesito que te alejes un poco.

–Pero tengo mucho frío. Quiero que me calientes. –Susurró abrazándolo más fuerte–. Tu corazón parece un caballo salvaje, creo que también tienes frío. ¿Quieres que te caliente? –Empezó a acariciar su espalda con la esperanza de hacerlo entrar en calor.

–Maldición, Aurore. Vas a hacer que pierda el control. –La tomó por las caderas apartándola un poco de él.

–¿Control? No te entiendo. –Comentó mirándolo confusa.

Alessandro la vió fijamente por un largo momento, sus gestos; expresiones, la forma en la que se sonrojada cuando su mirada conectaba con la suya haciéndolos olvidarse de absolutamente todo a su al rededor, parecían estar en un mundo paralelo donde sólo ellos estaban ahí, ellos y el latido de sus corazones, la manera en la cual ella se estremecía cuando sus manos hacían contacto con su piel desnuda, el sonido de su risa era gloria para sus odios, al igual que su belleza, podría estar una eternidad observándola. Algo dentro de él le decía a gritos algo que había estado reprimiendo todo ese tiempo, y cada segundo que pasaba se daba más cuenta de ello.

–¿Alessandro? Te congelaste…–Comentó sonriendo–. ¿Tú también tomaste una margarita esta noche?

–Me tomé algo mucho más fuerte… –Respondió mirándola con vehemencia.

–¿Ah sí? ¿Qué cosa?

Lo vió atenta esperando su respuesta.

–No puedo decirte, Aurore.

–¿Por qué? –Al ver que el no hablaba, se acercó a su oreja para susurrarle–. Te prometo que no le digo a nadie, tu secreto estará a salvo conmigo. –Se alejó un poco para verlo al rostro mientras sonreía ampliamente.

A Alessandro le dió un pequeño escalofrío cuando le susurró al oído, carraspeó mirándola serio.

–Te lo diré más tarde.

–¿Me lo prometes?

–Nunca le he prometido nada a nadie. Pero sí, te lo prometo.

–Está bien. –Se le dibujó una resplandeciente sonrisa.

–Tenemos que salir de aquí. –La tomó de la mano empezando a caminar hacia el parking.

–Alessandro. –Él se volteó mirándola–. ¿Quiénes son esos hombres vestidos de negro?

Deslizó la mirada por el lugar, y ahí estaban los escoltas esparcidos por todo el sitio.

–No tengas miedo, son hombres de vigilancia. –Hizo una señal para que se retiraran y ellos desaparecieron de la nada, como el aire.

–¿Hombres de vigilancia? –Preguntó confundida.

–Sí, es lo que son.

–¿Me tenías vigilada en todo momento?

–Se podría decir que sí, pero no del todo.

–Me lo hubieras dicho, los hubiera invitado a un trago. –Empezó a carcajearse mientras Alessandro negaba con la cabeza.

–Eres todo un caso cuando estás ebria, Aurore. Pareces tener dos personalidades diferentes.

–Yo no estoy ebria. Sólo fue un coctel, bueno dos…–Aguantó la risa–. Bueno tres…

Alessandro apretujó su nariz entre sus dedos.

–Eres una pinocha.

–¿Pinocha? –Apoyó el rostro en el hombro de él riéndose con ganas.

Él hizo lo mismo acariciando su cabello.

Dos hombres que traían vestimenta de fiesta pasaron a su lado, era obvio que su atención estaba centrada en ellos. Se podía escuchar claramente la conversación que mantenían.

–Primo, ¿viste a la mujer? Que cuerpo se carga, es de la típicas mujeres que lo dejan a uno totalmente satisfecho. –Comentó uno de ellos devorando a Aurore con la mirada.

–De eso ni se habla, es una tentación. Infinita suerte la de ese hombre. Daría todo por tenerla en mi cama sólo por una noche.copy right hot novel pub

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