Delfino sacó su teléfono y lo miró. El nombre «Ximena» que aparecía en la pantalla le hizo desistir de contestar la llamada, así que tiró su teléfono a un lado.
En un principio pensaba apagar el cigarrillo, pero después de esto, siguió fumando hasta que sólo quedó la colilla. Entonces lo presionó sobre el cenicero para apagarlo.
Después, Delfino estiró la mano para coger el teléfono que había tirado antes. Justo cuando lo cogió, entró otra llamada, seguía siendo Ximena.
Delfino contestó sin expresión alguna. No dijo nada y se limitó a esperar a que ella hablara primero.
—¿Por qué no has contestado a mis llamadas? —preguntó Ximena con reproche.
—Estaba en una reunión. —Delfino ni siquiera parpadeó mientras mentía, su rostro seguía sin cambiar su expresión.
Sin embargo, el enfado de Ximena se disipó un poco, y su tono se suavizó. De pronto, dijo de forma agraviada:
—Delfino, hoy he tenido un accidente en la tienda de vestidos de novia...
Delfino encendió el altavoz, se dirigió a su escritorio con el teléfono en la mano y se sentó. Luego dejó el teléfono sobre el escritorio sin ningún cuidado.
Al cabo de un rato, cuando Ximena terminó de hablar, él añadió con indiferencia:
—Todavía tengo varias reuniones hoy. Iré a verte al hospital después del trabajo.
En realidad, Ximena quería que él fuera a verla en ese momento para consolarla. Pero como Delfino dijo que aún tenía varias reuniones, sólo pudo fingir ser tolerante y esperar a que viniera a verla por la noche.
Pero sus pensamientos ya estaban en la punta de su lengua y no pudo evitar callarse:
—¡Solo te centras en el trabajo! ¿Qué es más importante, yo o tu trabajo? Si hubieras estado conmigo hoy en la tienda de vestidos de novia, tal vez no me habría hecho daño.
El rabillo del ojo de Delfino se movió ligeramente, y su tono siguió siendo el mismo:
—Tú eres importante, y mi trabajo también. Pero... tú eres la más importante.
Ximena dijo tanto sólo para escuchar algo agradable de Delfino. Esas palabras de Delfino eran exactamente lo que ella buscaba.
Entonces, había un rastro de alegría en su voz:
—Lo sé. Entonces, cuídate.
—Descansa un poco. —Los dedos de Delfino golpearon el escritorio lenta y rítmicamente. Obviamente, se le había acabado la paciencia.
***
Cuando Yadira volvió a casa, reflexionó sobre lo que acababa de ocurrir y sintió que Maximiliano era algo extraño.
No era solo el hecho de que le ayudó a tratar con Ximena, sino que todo parecía ser extraño desde que apareció, incluso aceptó ser su guardaespaldas.
Pero Yadira no podía decir qué era lo extraño en particular.
Y lo de Miguel volvía a resonar en su mente.copy right hot novel pub