Justo cuando Yadira se levantó, la voz de Delfino volvió a sonar:

—No hace falta.

Yadira miró hacia atrás.

Delfino dijo con indiferencia:

—He pedido a mi hombre que entregue la comida del Club Dorado.

Yadira parpadeó pero no dijo nada. Se limitó a asentir levemente con la cabeza.

Pronto, alguien del Club Dorado trajo platos.

Había una sucursal responsable del servicio de entrega en el Club Dorado. Por supuesto, la tarifa de entrega era alta. Después de todo, los platos que entregaban eran los mismos que servían en el Club Dorado. El hombre del servicio se fue después de poner la mesa.

Había tantos platos que la mesa estaba casi llena. Raquel estaba de buen humor y también tenía buen apetito. Comió mucho más de lo habitual. Y comería más si Yadira no la detuviera.

Luego se fue a jugar con los juguetes cuando estaba llena.

La herida en el hombro de Yadira no era grave, pero seguía debilitando su agilidad.

Ella y Delfino se sentaron frente a frente, pero ninguno de los dos se miró.

Cuando Yadira estaba llena, echó una mirada a Raquel, que estaba absorta en los juguetes no muy lejos. Luego, miró a Delfino.

Al sentir su mirada, Delfino la miró de reojo mientras le decía en un tono tenue:

—Sólo dilo.

Yadira frunció los labios:

—¿Averiguaste quién puso el vídeo de Ximena el día de tu boda?

—¿No eras tú? —Delfino hizo una pausa.

Yadira se rió:

—Tú sabes mejor que nadie si soy yo o no.

—¿Tienes miedo de que te cause problemas? En realidad estás buscando una excusa para ti —un rastro de desdén apareció en su rostro.

Yadira no respondió. Delfino continuó:

—Entonces, ¿todavía quieres negar que fuiste tú quien encontró ese video?

—No lo he negado —Yadira le dirigió una mirada significativa—. Delfino, ya sabes, un hombre sabio puede arruinarse por su propia sabiduría.copy right hot novel pub