Doria no durmió durante dos horas antes de despertarse.
Édgar tampoco pudo conciliar el sueño y abrió los ojos en cuanto ella se movió.
Doria giró la cabeza para mirarlo y dijo en voz baja:
—¿Te he despertado? Sigues durmiendo. Yo sólo...
Édgar la agarró por la muñeca cuando hablaba a medias.
La arrastró a sus brazos y murmuró con voz ronca:
—¿Tienes hambre?
—No.
—Entonces duerme un poco más.
Doria no volvió a hablar y se limitó a recostarse tranquilamente sobre su pecho. Los latidos del corazón de Édgar latían con fuerza y constancia, y eso la tranquilizaba.
Doria no podía evitar pensar que aún podía confiar en Édgar cuando no sabía qué hacer, pero ¿qué pasaba con Édgar? ¿En quién podía confiar?
Desde que Zoé cayó enfermo hasta que los dos fueron atraídos a Ciudad Norte, conocieron toda la verdad y volvieron a Ciudad Sur, Édgar pasó casi la mitad del mes ocupándose de todo lo relacionado con el Grupo Santángel. Celebró una reunión de la junta directiva, se llevó a Israel de vuelta y renunció al cargo de presidente del Grupo Santángel.
Todo esto ocurrió en los últimos dos o tres meses.
Salvo la noche en que supo la verdad, Doria nunca vio las emociones de Édgar después de eso. Lo soportó todo solo y tomó la decisión por sí mismo.
El asunto aún no había llegado a su fin. Édgar había vuelto a verse envuelto en estas disputas por culpa de ella.
Después de un largo rato, sonó la débil voz de Doria:
—Édgar.
El hombre respondió en voz baja:
—¿Qué?
—Gracias.
Édgar hizo una pausa:
—¿Por qué?
Doria dijo:
—Si no fuera por mí, no tendrías que molestarte con estas cosas.
Édgar le rodeó la cintura con los brazos con más fuerza:
—¿Todavía estás somnolienta y me dices esto?
Doria se quedó sin palabras. Alargó la mano y lo apartó:
—Hablo en serio. Supongo que tienes que tomarte un descanso después de que el asunto con el Grupo Santángel haya terminado, pero...
Édgar dijo:
—Tienes razón al decirlo, pero creo que puedes sustituir la palabra “gracias” por “cariño” la próxima vez, y estaré más contenta.
Este hombre no podía dejar de bromear durante más de un minuto.
Doria se zafó de sus brazos:
—Muy bien, levántate si no puedes dormirte.
Tras decir eso, se dio la vuelta y se levantó de la cama. Édgar la miró, se incorporó lentamente y las comisuras de sus labios se levantaron ligeramente.
Cuando llegaron al hospital, vieron que estaba muy vigilado.
El ascensor acababa de detenerse en el último piso cuando el asistente de William salió a toda prisa de la sala y les dijo:
—Señor Édgar, señora Doria, el señor William está fuera de peligro. Estaba a punto de informarles.copy right hot novel pub