Tan pronto como terminó de hablar, Doria bajó las escaleras.
Ella sonrió y llamó,
—Señor Carmelo.
Carmelo le saludó con la mano.
—Ven, ven, siéntate a mi lado.
Doria se acercó y se sentó a su lado.
Carmelo se puso las muletas en ambas manos y dijo con una sonrisa,
—¿Cuándo llegaste? Estaba por ir a recogerte, pero tenía miedo de demorarte.
—He llegado hace nada.
—Pues casi hemos llegado al mismo tiempo.
Carmelo miró a su ropa mientras hablaba, estaba un poco perplejo.
—¿De dónde te has manchado de tanto polvo?
Al escuchar esto, Rivera detuvo por un instante su gesto de tomar el té.
Doria dijo,
—Nada, la señorita Briana acaba de hacerme una broma, no he tenido tiempo de cambiarme de ropa aún.
Carmelo frunció el ceño con fiereza y miró a Rivera.
—¿Qué broma?
Rivera se rio.
—Briana ha sido un poco caprichosa, ya la he regañado.
Al ver que se mostraba reacio a decir la verdad, Carmelo volvió a mirar al criado que estaba detrás de Rivera y dijo con brusquedad,
—¡Habla!
—Esto…
El sirviente dudó un buen rato, pero no se atrevió a hablar.
Carmelo golpeó el bastón con fuerza y dijo enojado,
—¿Qué te he dicho hace un momento? Me acabas de decir sí con tan buena actitud, ¡pero resulta que solo me estás engañando!
—Me ha malinterpretado, le prometo que no volverá a suceder algo así de nuevo.
El rostro de Carmelo estaba sombrío, recordando eso de lidiar los trastos que el sirviente dijo antes, más el polvo que flotaba en la habitación y la ropa manchada de Doria, pudo suponer más o menos lo que pasó.
Él dijo,
—¡Será mejor que te comportes como me has prometido! ¡De lo contrario Miriam no te lo perdonará en el cielo!
En ese momento, entró otro sirviente para susurrarle algo a Rivera.
Éste asintió.
—Invítalo a pasar.
Carmelo preguntó,
—¿Quién está aquí?
Rivera dijo,
—Un socio de negocios. Usted tiene buenos ojos, puede ayudarme a echar un vistazo.
—Tengo mucha edad para eso.
Doria sintió que era aburrida quedarse en una situación así, pensaba ir a darse una ducha y cambiarse de ropa para ir al estudio.
Inesperadamente, tan pronto como ella hizo un movimiento, Carmelo le dio un ligero toque y le indicó que no se fuera. Los movimientos de Carmelo eran tan pequeños que Rivera no los notó en absoluto.
Después de que Doria entendió lo que quería decir, se quedó allí sentada.
Al cabo de un rato, apareció a la vista el visitante.
Resultó ser William Gilabert.copy right hot novel pub