Cuando Doria se despertó al día siguiente, sintió agujetas en la cintura y en la espalda, hasta le dolía la cabeza. En resumen, era todo un sufrimiento.
Se sentó en la cama y sintió que el mundo estaba dando vueltas ante sus ojos.
En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió y llegó una voz masculina baja,
—¿Te has despertado?
Doria le dirigió la mirada, luego tomó la almohada con las últimas fuerzas y se la tiró.
—¡Cabrón!
Édgar tomó la almohada en sus brazos, sonrió y dijo,
—¿No te complací anoche? ¿Por qué a la mañana me tratas así?
Las orejas de Doria estaban rojas y calientes, «¡El gilipollas ha sido tan descarado de mencionarlo!».
Aunque anoche estaba borracha, no significaba que no recordaba nada.
El gilipollas se aprovechó de su borrachera para torturarla de todas las formas posibles. De lo contrario, no sentiría tanto malestar ahora.
Édgar se acercó con sus largas piernas y dejó la almohada.
—Está bien, fue mi culpa. ¿Quieres dormir un rato más?
—Duerme tú si tanto te gusta.
Doria levantó la colcha y se levantó, le temblaban las piernas al pisar el suelo.
Édgar la sostuvo, reprimiendo la sonrisa de sus labios.
—Tendré más cuidado la próxima vez.
—¡Ni lo sueñes! ¡No habrá ninguna próxima vez!
Doria apartó su mano con enojo y se fue al baño.
Édgar miró su espalda, con una mano metida en el bolsillo de su pantalón, sonrió satisfecho.
Como a Doria le dolía todo el cuerpo, se quedó bañando un buen rato para relajarse. Después de salir de la bañera, sintió que su cuerpo estaba mucho mejor.
Mientras Doria se preocupaba por qué ponerse, la voz de Édgar sonó fuera de la puerta,
—Te dejo la ropa aquí.
Doria cerró los ojos y no quiso hacerle caso.
Una vez que los pasos se habían alejado, fue a por la ropa. Las prendas eran todas de su talla. Doria respiró hondo y se las puso lentamente.
Cuando se dirigió a la sala de estar, Édgar estaba de pie en el balcón hablando por teléfono. En la mesa había arroz congee y algunos otros platillos preparados.
Doria se frotó la barriga vacía y se sentó a comer.
Al cabo de un rato, Édgar terminó la llamada, sacó la silla y se sentó frente a ella.
—¿Ha salido el tema de la competición de diseñadores?
Doria asintió débilmente.
Al escuchar esto, Édgar preguntó,
—¿Es difícil?
—No, pero me da un poco de asco.
Para ser honesta, no esperaba que le tocara el trabajo de Alba Espina. No sabía si considerarlo una coincidencia o una putada del destino.
Édgar arqueó las cejas.copy right hot novel pub