Modo oscuro
Idioma arrow_icon

(Recomendado) ATRACCIÓN ORIENTAL

EPÍLOGO

Las femeninas manos viajaron a lo largo del desnudo pecho, deslizándose por cada músculo, familiarizandose nuevamente con aquel cuerpo que tanto había extrañado.

Sí, había tenido la increíble necesidad de él, en todo momento.

Había extrañado; su amor, sus besos, su mirada, sus caricias, su sonrisa, todo de él. Sentir el roce de su cuerpo desnudo junto al suyo, mientras volvían a adaptarse al calor del otro, ese que tanta falta le había hecho.

Las manos de Nael acariciaron delicadamente la suave y deliciosa desnudez de su esposa, suspirando de placer. Los incienso y la mirra, además de leche y miel, dispersos por toda las habitaciones daban un toque de romanticismo único y un olor sencillamente maravilloso que aumentaba el placer, haciendo que los sentidos estuviesen alerta.

Nael, beso su boca con pasión, para luego abandonar los labios y realizarlos por su mejilla y aún más allá, a lo largo del delicado cuello, mientras suaves gemidos escapaban de los suaves labios femeninos. Vanessa, se sentía arder en pasión, consumida por el calor emanado del cuerpo de su esposo.

Estaba reclamándolo, era legalmente suya y él legalmente suyo ante Dios y los hombres. Ardía en unas profundas ansias que sólo podían ser calmadas por él, por su verdadero amor.

-Te amo, Nael- dijo entre gemidos aferrandose a él con desesperación.

-Te amo, mi amor- le respondió con aquella voz ronca de pura pasión.

Largos minutos de amor y caricias, de besos de reconocimiento, de piel con piel, era exquisito, delicioso.

Vanessa, arqueó su espalda y abrió levemente su boca al sentir que Nael se deslizaba en las profundidades de su ser; llenándola, complementandola, arrastrandola a un exquisito placer. Sus manos se aferraron con fuerza a aquella espalda, bucando algo que la mantuviese anclada a la cordura que amenazaba con perder, mientras experimentaba el más exquisito a los placeres.

Nael, la miró fijamente sintiéndo que volvía a casa después de una larga temporada en el desierto. Allí era donde pertenecía; con ella, junto a ella, dentro de ella.

Vanessa era su hogar.

Su corazón latía desesperado al sentirse amado a plenitud y lo mejor de todo; amar con la misma intensidad. Observó su rostro inundado de placer y la felicidad subió a su pecho.

Se amaban, no había nada más cierto que eso, y un amor tan fuerte y grande, se hace inmensamente infinito cuando la felicidad del alma es complementada con la unión de dos cuerpos destinados a ser uno.

Vanessa despertó cuando comenzaba a despuntar el alba, giró su rostro y en medio de la oscuridad de las recámaras reales pudo distinguir el Plácido rostro de su amado.

Era hermoso y era totalmente suyo.

Llevó las manos a su pecho para poder sentir la flor del desierto que reposaba en él, luego llevo sus dedos para tocar su anillo de compromiso junto a su anillo de matrimonio, como queriéndo cerciorarse de que su felicidad fuese cierta, totalmente verídica.

Sonrió, allí estaban sus preciosos anillos, símbolos de que su corazón era ocupado por un hombre maravilloso, símbolos de que se pertenecían, símbolos de que eran dos almas que se amaban.

Con suma delicadeza bajó de la cama, intentando hacer el menor movimiento posible para no despertar a su amado.

Cubrió su satisfecho cuerpo con una delicada y trasparenteada bata, su cabello suelto caía como cascadas sobre sus hombros. Si alguien la viese en aquel momento seguramente pensaría que era un espectro del desierto que se había colado en Palacio.

Todo su cuerpo gritaba; satisfacción y felicidad. No dudaba de que si pudiese ver sus ojos estarían brillantes, como resplandeciendo.

Caminó hasta el enorme ventanal y observó a lo lejos el inmenso y oscuro desierto que comenzaba a ser iluminado por los primeros rayos del sol. Allí se quedó contemplando ese maravilloso lugar que parecía ser infinito, aquel lugar que desde niña había amado.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio