Desperté con la cabeza entumecida y un sabor agridulce, acido, en la boca, que solo podía ser indicación de cuanto me habían drogado.
El blanco me quemaba los ojos, era lo único que podía ver o sentir, casi respirar en el ambiente impío y puro donde me encontraba. Abrí los ojos, escociéndome de tanto blanco hasta que, parpadeando un par de veces, pude adaptarme a ello.
Todo estaba silencioso, en calma. No era algo que desechara fácilmente. Pero sabía que esto en estas circunstancias podía significar que o tenía varios – o todos- los huesos rotos o... Había vuelto.
Prefería la primera.
Moví mi cabeza hacia un lado notando de reojo una oscura cabellera recostada a un lado de la cama de sábanas blancas donde me encontraba. El hombre sujetaba mi mano con fuerza, como si temiera que me escapara aun cuando por el movimiento de su pecho denotaba que estaba profundamente dormido.
Intenté erguirme pero todo mi cuerpo se contrajo de dolor como si hubiera recibido la peor de las palizas cuando dormía, no podía mantener arriba mi cabeza sin marearme.
Me tomó unos minutos volver a concentrarme lo suficiente y me giré para seguir viendo al hombre a mi lado y fue cuando caí en cuenta de que además de su mano, tenía puesta una argolla que me ataba a la cama.
Saqué mi mano bajo su agarre lo más lentamente que pude pero aun así no lo suficiente ya que el hombre empezó a removerse, desperezándome hasta que se irguió limpiando las señales del sueño de su rostro.
Sus ojos se levantaron hacia los míos y sentí un poco de lastima al verle. Ojos que alguna vez debieron de mostrarse un poco más lleno de vida ahora se encontraban vacíos y con un anillo gris alrededor del iris, eso era lo que le confería esa malvad cruda.
El estar tan usado por el mundo y al borde de la muerte mientras el virus trataba de consumirlo de adentro hacia fuera. Él había ganado, sí, pero esa no era la clase de batallas a la que yo podría llamar una victoria.
- Pensé que no pasarías la noche, estaba dispuesto a tirarte de nuevo en el agujero de donde saliste si no despertabas. – dijo con un suspiro, cruzándose de brazos inspeccionando cualquier lado de la habitación en vez de a mí.
- ¿Quién eres? – le pregunté con la voz ronca y débil por la inactividad. Me observó por unos segundos y lo seguí con la miraba mientras iba hacia una mesita pulcramente ordenada de insumos medico donde una jarra con agua y un vaso se encontraba. Sirvió hasta la mitad del vaso con agua y volvió a mi ofreciéndomela con un ademan amable.
- Me llamo Lykar, estamos en el Instituto militar de Canadá, más específicamente en su enfermería. Has estado fuera por 2 días. Fue una buena pelea la que diste aquella noche. – dijo mientras tomaba el vaso con una mano temblorosa y me lo bebía primero a pequeños sorbos, probando, y luego completamente. Dejé caer mi cabeza mareada sobre las almohadas de nuevo y respiré un par de veces para aliviar el dolor antes de abrir de nuevo los ojos.
- ¿Qué es lo que quieres? – fue mi siguiente pregunta, sin mirarlo en absoluto. Estaba preocupada por el hecho de estar encerrada dentro de una base militar llena de Smookers y Lighters sin poder moverme. Esto no podía ir peor.
- Bien, podrías empezar diciéndome como atracaste el almacén de suministro hace dos, no perdón, cuatro días. – bufé entre sorprendida y divertida, girándome a verle.
- ¿No preguntaras primero por mi nombre? Que cortés eres. – le di una miraba evaluadora comprobando un traje negro sin marca o distinción alguna, al igual que su piel. No anillos, ni armas, solo unas manos gruesas y cicatrizadas que habían dado mucha lucha y parecían seguir aguantándola por el pulso firme.
- ¿Tienes uno? – preguntó luego de un segundo, enarcando una ceja.
Me lo pensé unos segundo intentando descubrir alguno que funcionara pero ninguno sonaba bien en mi lengua.
- ¿Gris tal vez? – me giré violentamente a él haciéndome daño en el cuello para observar la dulce diversión en sus ojos. Ese detalle me hizo recordar los últimos momentos que tenia de la última noche consciente que tuve. La sangre de Ángelo en mis manos y su expresión de sorpresa cuando le había lanzado la navaja.
Respiré profundo, dolorosamente, intentando calmarme pero en mis ojos no había nada de esa calma que quería lograr.
- Vuelve a llamarme de esa manera y...
- No no no- - dijo levantando ambas manos en señal de rendición y disculpa. – empezamos mal. Te digo Gris porque realmente no sé si eres Lighters, Smooker, humana o un alien. Bien podrías ser un demonio por la manera tan ligera que volabas entre los edificios y como caíste casi entera 15 pisos. Pero lo que si estoy seguro es que no eres un ángel. – reconoció mirándome con dureza.
Igual no provocó más que empezara a removerme inquieta y para nada sofocada con su turbia miraba.
- Dame un nombre, y podemos empezar a hablar como personas civilizadas. – pidió reemplazando toda su emoción por el aburrimiento.
No le quité la miraba de encima mientras tomaba aire y me erguía todo lo que podía erguirme, comprobando cuantos músculos estaban doloridos y heridos. Mi mayor preocupación, noté, mi pierna izquierda yaciendo inmóvil y dura. Comprobé que los grilletes no me permitirían ir más allá así que me contenté en sentarme todo lo derecha que podía sintiendo la espalda latirme con fuerza antes de poder, querer, responderle.
- Maia.
- ¿Maia? – preguntó atónito.
- ¿Hay algún problema con ello? – le hice frente, escaneando su rostro en busca de alguna replica pero se mantenía impasible.
- Está bien, Maia. Es un bonito Nombre. No importa los apellidos. Dime Maia, ¿cómo hiciste para burlar la seguridad del almacén? – preguntó de nuevo cambiando al mismo tema original.
Lo observé con una miraba cansada, como si hiciera perder mi tiempo a propósito.
- ¿Por qué te interesa tanto como burlé la seguridad? – jugué con él sin querer contestarle.
- Vi el video.copy right hot novel pub